Animales somos todos. Bestias algunos cuantos. El proyecto de Ley contra el maltrato animal aprobado en una Comisión del Congreso ha sacado lo mejor y lo peor de miles de cibernautas en las redes sociales. En un comentario publicado en una visitada página web pedían la silla eléctrica o la inyección letal para una maligna anciana que alimentaba con veneno a los mininos del Parque Kennedy. Activistas feroces por la vida que no tienen sentimiento de culpa para desear la muerte. De acuerdo, defendamos a los animales a tiempo completo pero primero cuidemos lo poco que nos queda como seres humanos.
Ojalá se apruebe la Ley en el pleno y tengamos castigo por aquellos subhumanos que disfrutan golpeando o asesinando mascotas en la calle o en lugares privados. Apenas escribes “Maltrato animal” en Youtube y aparecen casi cuarenta mil videos para el terror. Todo esto puede enfermar a los más sensibles, a aquellos que adoran a los perros, gatos y otros “amigos” que pueden acompañar en casa. Pero también es cierto que se ha desbordado un poco esa corriente de defensa de los animales más indefensos. La discusión por ratos se polariza hasta niveles que dan miedo. A algunos extremistas solo les falta escribir “mientras más conozco a mi perro, más odio a los humanos”.
Cinco años de cárcel para los brutales ataques a las mascotas. Perfecto, merecido. Fírmese y comuníquese. El desencuentro y la contradicción en estos pedidos aparecen cuando los mismos amantes de los perritos y gatitos festejaron la semana pasada cada una de las cornadas recibidas por el torero Andrés Roca Rey. Hay que leer esos exaltados manifiestos en muros de Facebook, son para estudio sociológico urgente. Innecesarios esos malos deseos, tan inaceptables como la tauromaquia en algunos países. Al único torero a quien le organizaría una marcha de protesta es a Antonio Pavón.
He firmado el planillón para pedir que se discuta este proyecto de Ley en el Congreso, estoy en contra de las corridas de toros desde hace mucho. Una vez quise participar de un grupo de protesta para estos eventos y me dijeron que estaba desacreditado por no ser vegetariano. Cualquier situación llevada al extremo desnaturaliza los más sanos pedidos. El activismo con pasión descontrolada puede vendar los ojos de las miradas más lúcidas.
Si esta Ley se aprueba, daremos un paso adelante como sociedad. No empañemos la evolución con reacciones de cavernícolas. En las redes sociales hay más fotos de maltrato animal que campañas para ayudar a los niños pobres. Tampoco perdamos la perspectiva. El día del desalojo de La Parada muchos lloraron más al caballo sacrificado que al policía que estaba en cuidados intensivos. Un exceso. Para amar mejor a los animales, primero deberíamos querernos un poco más entre los hombres.