"Sin duda predecir comportamientos políticos en tiempos posmodernos se ha vuelto más complicado porque los compromisos hacia discursos y organizaciones políticas son muy bajos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Sin duda predecir comportamientos políticos en tiempos posmodernos se ha vuelto más complicado porque los compromisos hacia discursos y organizaciones políticas son muy bajos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Javier Díaz-Albertini

Todas las temporadas poselectorales en el Perú son ocasiones preciadas para criticar –y hasta burlarse– de la poca capacidad de predicción del análisis social. Las elecciones congresales recientes no han sido ajenas y el cargamontón ha venido de todos lados, con acusaciones de racismo y etnocentrismo de yapa.

No es que quiera defender a los analistas sociales, pero sí insistir en que predecir los resultados de elecciones en nuestro país es como pronosticar el clima. La meteorología es una ciencia que estudia un fenómeno bastante cambiante. Es así porque depende de muchas variables interrelacionadas y dinámicas. La variación de cualquiera de las condiciones iniciales puede generar un resultado muy diferente al originalmente postulado. Esto es conocido como el “efecto mariposa”, por la expresión utilizada por Edward Lorenz que quiso ilustrar el carácter caótico del clima y se preguntó en una conferencia si el aleteo de una mariposa en Brasil podría eventualmente generar un tornado en Texas.

Los procesos meteorológicos y los político-sociales comparten una misma característica: son sistemas complejos. Por ejemplo, cuando llega el verano sabemos que habrá calor y que hay fuertes probabilidades de un fenómeno de El Niño. Lo que es imposible predecir con exactitud es cuán caluroso será y qué nivel de intensidad tendrá el fenómeno. De igual manera, resultaba evidente que los resultados de las elecciones recientes tendrían ciertas características. El voto sería disperso y el futuro Congreso, fragmentado. La mayor parte de la ciudadanía castigaría a los identificados como obstruccionistas. Ante el descrédito de los partidos presentes en el Congreso disuelto y en el poco tiempo para la campaña, los electores buscarían como alternativa a caras u organizaciones familiares, es decir, “marcas” reconocidas. Yo creo que todas estas predicciones se cumplieron.

Pero era difícil precisar mucho más porque justo ahí entra a tallar el “aleteo” que, en nuestra realidad, no es de mariposa sino de pterodáctilo. A siete días de las elecciones –en el simulacro de votación de Ipsos– el 43,1% de los ciudadanos votó blanco o nulo. En la elección misma, sin embargo, los votos inválidos solo llegaron al 13,8%. ¡Casi una tercera parte de los ciudadanos decidieron en la última semana! Pero ¿sobre qué base tomaron su decisión?

Conocidas las sorpresivas cifras del Frepap y UPP, ahora todos tienen la respuesta: los pronósticos fallaron porque no se tomaron en cuenta las representaciones políticas del “Perú profundo”. Esta crítica tiene algo de asidero pero es insuficiente. Ignora otros casos que son llamativos pero que no han sido asociados con lo “marginal”. ¿Por qué se especula tan poco sobre Somos Perú? Con once congresistas electos, solo dos representan a Lima, mientras que la mayoría ha sido elegida en regiones andinas y selváticas. En comparación, de las quince curules del Frepap, casi la mitad (7) provienen de Lima Metropolitana, Lima provincias y del Callao. Quizás lo que faltó fue mayor atención a la “Lima profunda”.

Sin duda predecir comportamientos políticos en tiempos posmodernos se ha vuelto más complicado porque los compromisos hacia discursos y organizaciones políticas son muy bajos. Y así está sucediendo en muchas sociedades democráticas. Por ejemplo, en el 2016 y siempre un día antes de acudir a las urnas, las encuestas predijeron que el ‘brexit’ perdía en el Reino Unido, Hilary Clinton vencía en Estados Unidos y el tratado de paz era aprobado en Colombia.

Es posible, sin embargo, reducir la incertidumbre en nuestros procesos electorales y por ello es indispensable la reforma política. Por el momento me gustaría hacer hincapié en dos aspectos. Primero, reduciendo e institucionalizando los partidos políticos para que los electores voten por propuestas y programas. Segundo, estableciendo reglas claras sobre los procesos de exclusión de candidatos. Como observó la Unión Europea, las decisiones de último momento del JNE menoscabaron “la certeza jurídica de las listas finales de candidatos…”. El caso de Daniel Urresti es emblemático, excluido a dieciocho días de las justas, repuesto once días antes. ¡Estamos hablando del candidato que recibió más votos! ¿Y si el dictamen del JNE hubiera sido desfavorable? ¿Qué hubiera sucedido con el PP considerando que Urresti sacó la mitad del voto total del partido? Pues no sé, tendríamos que consultar a las mariposas.

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