Foto: Archivo El Comercio
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Editorial El Comercio

La expresión “mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aun más cerca” parece cobrar nuevos ribetes cuando se aplica a la política peruana. Solo durante el primer año de gobierno hemos sido testigos de la disolución de la bancada parlamentaria izquierdista (ahora en dos facciones: Frente Amplio y Nuevo Perú); de la creciente pugna en el interior de la principal agrupación de oposición, Fuerza Popular, cuyo episodio más notorio incluyó la suspensión del congresista que obtuvo la mayor votación en el país (Kenji Fujimori, hermano, además, de la lideresa del partido); y, cómo no, de las públicas contiendas dentro del oficialismo.

El más reciente cruce de palabras entre miembros del Ejecutivo e integrantes de Peruanos por el Kambio (PPK), sin embargo, ha sido quizás el más público y desentonado hasta la fecha.

Como se recuerda, en una entrevista televisiva otorgada el último domingo, el presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, afirmó: “En la bancada tenemos dos grupos. Diez que realmente trabajan con nosotros de forma importante […] y hay otro grupo […] el grupo partidario de PPK”. Y respecto de las públicas críticas que este último bando suele dirigirle, añadió: “A mí me gustaría que esas sugerencias nos las digan en las reuniones, muchas veces no van a las reuniones”.

Si bien puede ser comprensible el malestar del primer ministro por la ventilación que hicieron algunos congresistas de PPK de sus propuestas de cambios en el Gabinete y el efecto debilitador que dicho curso de acción entrañaba, lo cierto es que la publicidad de su réplica no hacía más que añadir combustible al conflicto y alargar aun más las notorias distancias entre el Ejecutivo y el partido de gobierno.

La retaliación no se hizo esperar y, como ya es costumbre, esta no fue discreta. Algunas horas después de terminada la entrevista de Zavala, el congresista y actual presidente de PPK, Gilbert Violeta, se apresuró a cuestionar en su cuenta de Facebook “el error de apreciación” del primer ministro y reprocharle que “el trabajo de un congresista no es reventarle cuetes a los ministros sino fiscalizarlos democrática y legalmente”. A su turno, el secretario general de PPK, Salvador Heresi, tildó de “infantil” la clasificación que ensayó Zavala, a la vez que puso en entredicho su idoneidad para el cargo político que desempeña. “No es lo mismo vender cerveza que vender ideas”, declaró en clara alusión al pasado profesional del economista.

Pero quien ha llevado al extremo este enfrentamiento ha sido el ex asesor presidencial Jorge Villacorta. El día lunes, el dirigente de PPK manifestó, en una entrevista, que lo expuesto por Zavala “indica una miopía absoluta” y conminó al primer ministro a dar un paso al costado. Un día después, remató con otro ataque: “Yo no tengo ningún interés en trabajar en un gobierno donde Zavala sea el primer ministro”, y agregó: “Ese es un Gabinete del Ku Klux Klan. Todos tienen que ser blancos, de ojos verdes”.

A estas alturas, los desencuentros en el interior del oficialismo no sorprenden. Mucho menos cuando el derrotero de este ha estado condimentado por recurrentes pedidos de cambios en el Gabinete desde la propia bancada ppkausa (como cuando se discutían las posibles censuras a los entonces ministros Jaime Saavedra y Martín Vizcarra), acusaciones de un “secuestro” al presidente por parte de un “grupo de poder” (como reveló un chat del congresista Violeta que culminó con la expulsión del parlamentario Roberto Vieira) y hasta un insólito pedido de vacancia presidencial (que le costó al parlamentario oficialista Moisés Guía una suspensión de 60 días).

“En estos momentos ya estamos [durmiendo] en camas diferentes, en cuartos distintos... en cuartos separados”, ha señalado Villacorta para graficar el estado actual de la relación entre el partido PPK y el gobierno. Después del último intercambio de pullas, cabe preguntarse cómo es posible que ambos bandos del oficialismo puedan coexistir con un enemigo cama adentro.