Hubo un tiempo –allá por la década del noventa- en que la palabra ‘shock’ tenía connotaciones apocalípticas en el universo de Alan García. Pero la edad ligera, que todo lo muda, se encargó de trocar también el desafecto del líder aprista por ese término en afecto. Y así, durante su segundo gobierno, nos prometió un “shock de inversiones” (de discutible concreción) y ahora, en lo que parece ya el lanzamiento de su campaña al 2016, acaba de ofrecerle al país un “shock social”. En un modesto acto público y rodeado de más periodistas que curiosos, García se tomó hace unos días el trabajo de definir lo que entiende por este shock de nuevo cuño. “Que no haya un hogar más sin agua, sin electrificación, sin título, sin pista y vereda, sin empleo seguro; que no haya un hogar más amenazado por la inseguridad”, sentenció. Y para que no cupiesen dudas sobre la naturaleza electoral del anuncio, agregó: “Ese es nuestro compromiso”.
Huelga decir que la idea de solucionar todos esos problemas para la totalidad de los hogares peruanos es estupenda. Lástima nomás que se le haya ocurrido recién ahora, cuando se dispone a tentar un tercer periodo presidencial, y no antes, cuando, a fin de alcanzar el poder, andaba dispensando promesas imposibles y demagogia. Felizmente el tiempo ha cambiado eso también.