Los tacos del dictador, por Damita de Hierro
Los tacos del dictador, por Damita de Hierro
Redacción EC

respira tranquila: estará bien. Es comprensible que muchos estuviesen preocupados por su temporal ausentismo, pues llama la atención que en el último mes no lo viésemos visitar un gimnasio, una tienda de metales, un submarino ni una fábrica de medias*... Más aun, su asiento vacío en la reciente sesión parlamentaria de su país, considerando que el joven líder es particularmente fanático de este tipo de reuniones (por lo que suele acudir incluso allí cuando por razones coyunturales se celebran más de una vez al año). No es, por supuesto, que alguien haya creído que fue echado vivo a los perros o alguna barrabasada de ese estilo (eso solo le pasa a los opositores, como a su tío), pero sí se rumoreaba alguna sombría enfermedad, como la gota.

Resulta pues que su desaparición del ojo público se debe a un pequeño problema en las rodillas. Dicen las malas voces que la gula y el alcohol lo habrían llevado al sobrepeso (127 kilos en un cuerpo de 1,74 metros, más precisamente), lo que dañó sus tobillos y fue a su vez agravado por el uso de tacones (aunque preferimos el término de zapatos con plataforma). Si bien somos más bien adeptos de la teoría de un problema hormonal y cuestionamos las cifras exactas de su peso (especialmente porque todavía no se soluciona el espinoso tema de su edad; tendría 31 o 32 años), lo cierto es que el sobrepeso es dentro de todo una buena noticia: confirma que aquellos argumentos (como los de la ) que hablaban de campos de prisioneros donde las personas se mueren de hambre son falsos; en Corea del Norte sobra la comida... especialmente el queso suizo, el preferido de Kim.

*