Alejandra Costa

Dos cifras oficiales se han publicado en los últimos días, cifras que, a simple vista, pueden parecer desconectadas y lejanas, pero que en realidad son las dos caras de una misma moneda.

La es, tal vez, la que podemos sentir más cercana. Las cifras publicadas la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática () muestran que solo cuatro de cada diez peruanos viven fuera de la pobreza y pueden dormir tranquilos sin temor de caer en ella.

El alza de los alimentos y la debilidad del mercado laboral nos han llevado a que, de cada 100 peruanos, cinco sean pobres extremos –no pueden cubrir la canasta básica de alimentos valorizada en S/226 por persona al mes–, que 22,5 vivan por debajo de la línea de pobreza monetaria –gastando menos de los S/415 que cuesta la canasta básica de consumo por persona al mes– y otros 32,3 vivan en una situación vulnerable; es decir, que en cualquier momento pueden caer por debajo de esa línea.

Para abordar este problema, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) anunció ayer, como parte de la segunda fase de Con Punche Perú, el denominado Vale Pollo, un subsidio que se entregará a los beneficiarios del Vale FISE a través de un mayor descuento para la compra de sus balones de gas.

El tema es que el monto adicional mensual de S/25 apenas alcanza para comprar un pollo al mes y es claramente insuficiente para alcanzar el objetivo que supuestamente tiene de elevar el consumo de proteína de 1,2 millones de familias pobres o vulnerables. Es más, tomando en cuenta los datos del INEI al 2022, los S/25 apenas alcanzan para cubrir los gastos de la canasta básica durante menos de dos días al mes y poco más de tres días de la canasta básica de alimentos.

Lo positivo es que el MEF y el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social –del que Dina Boluarte fue titular hasta noviembre del 2022– realizarán un empadronamiento en las zonas urbanas para implementar una versión urbana del programa Juntos, una intervención impostergable debido a que siete de cada diez peruanos pobres viven en estas zonas.

La otra cifra importante, la otra cara de la moneda, es la de la . De acuerdo con el Banco Central de Reserva (BCR), esta se desplomó 12% en el primer trimestre del 2023 y ha cumplido un año de constante caída trimestral. Esta cifra puede parecer un poco más lejana, pero debemos recordar que de la inversión privada depende finalmente cuánto empleo se crea en el país y, por lo tanto, cuántas familias pueden acceder a recursos suficientes para cubrir la canasta básica de consumo y salir de la pobreza.

La caída de la inversión privada en el primer trimestre hace difícil sentir esperanza por una posible reducción de la pobreza monetaria este año, incluso con los esfuerzos que puedan hacer los programas sociales. La desesperanza a mediano plazo también se fundamenta en que, para crecer, la inversión privada requiere estabilidad y predictibilidad, algo que ahora parece imposible. Necesitamos crear un ambiente propicio para la inversión privada y la creación de empleo para que, esperemos algún día, la mayoría de los peruanos pueda irse a dormir con la tranquilidad de saber que comerán al día siguiente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura