Con tono sereno y firme, Martín Vizcarra toma la palabra en la conferencia de prensa y repite –en versión mejorada– los anuncios de la ministra de Salud respecto del coronavirus. Explica con paciencia su curva de desarrollo y refuerza la necesidad de que nos quedemos en casa. Además, hace un llamado a la solidaridad y la disciplina. Cierra con una reflexión sobre nuestra relación con la naturaleza.
“Hemos visto fotos satelitales de China con las medidas que puso para combatir la enfermedad, la disminución significativa de la contaminación se nota desde el espacio. Quizás hasta la propia naturaleza nos ha pedido que reparemos sobre nuestro comportamiento y que seamos más cuidadosos y responsables. Responsables con la naturaleza, con la sociedad, con nuestro entorno, con el prójimo. Creo que estamos aprendiendo esta lección y estamos tomando conciencia en el Perú para un cambio de actitud que nos permita salir de esta enfermedad, pero, más allá de ello, que nos permita tener una mejor relación entre todos los peruanos”, culminaba el presidente hace dos días.
¿De dónde salió este líder lúcido y sabio? ¿Qué pasó con aquel que tropezaba con la pena de muerte hace apenas una semana?
La asertividad de Martín Vizcarra, la velocidad y severidad de su reacción frente al coronavirus demuestran que este realmente es un presidente hecho para las crisis. El contraste entre la falta de norte de su gobierno mientras no pasaba nada dramático en el país con su liderazgo en caso de emergencia es notorio. Es uno el Vizcarra que se enfrenta solo contra el Congreso y declara cuarentena nacional y otro el que mira con frustración cómo sus ministros caen sin que los soplen.
Si comparamos la severidad de las medidas adoptadas con la cantidad de casos detectados, creo que no exagero en decir que el Perú ha sido el país que más rápido ha reaccionado ante la pandemia en el mundo.
El Gobierno no solo ha declarado al país en cuarentena, sino que ayer se ha dictado un toque de queda de 8 p.m. a 5 a.m. y se ha prohibido el tránsito de vehículos privados –aunque estos últimos dos puntos claramente aún requieren afinarse–. Se están poniendo todas las fichas en apostar por la única medida que tiene un resultado eficaz comprobado: el aislamiento social.
Pero, además, se ha actuado de manera integral, procurando recursos para los más pobres, excepciones para los pagos de servicios y brindando recursos extraordinarios para el sistema de salud, entre otras muchas medidas. Esto es producto del trabajo conjunto de todo el Gabinete, pero creo que María Antonieta Alva merece un reconocimiento aparte. La ministra de Economía ha demostrado estar a la altura de las circunstancias y ha sabido cuándo ‘romper el vidrio’ de emergencia y darle buen uso a los ahorros del país. Ariela Luna, la ministra de Desarrollo, también ha sido un grato descubrimiento. Con simplicidad y calma ha sabido explicar cómo el Estado se las va a ingeniar para cumplir con la titánica tarea de repartir S/380 a más de 3 millones de hogares.
Nos toca a los ciudadanos cumplir con nuestra parte del contrato para asegurar que tanto trabajo y sacrificio valgan la pena. Quedémonos en casa.