Lee la columna de Luciana Olivares. (Ilustración: Nadia Santos)
Lee la columna de Luciana Olivares. (Ilustración: Nadia Santos)
Luciana Olivares

Seguramente te ha pasado: recibir una invitación para ese evento donde no tienes claro si conocerás a alguien e imaginarte de inmediato dando vueltas por el recinto, agarrado de tu copa de vino buscando una cara amiga. O quizás vienen a ti flashbacks de algún evento falllido donde se te pegó esa persona que solo te hacía pensar en el momento oportuno para escaparte al baño.

Entonces ves tu invitación, que por cierto te recuerda que tienes que producirte algo, y dices “qué flojera”. Acto seguido, te sacas los zapatos y te empijamas rico para ver Netflix. Sí, pues, los eventos y cocteles son estas actividades que consideramos extracurriculares. Pero ¿cuántas veces un curso extracurricular impactó profundamente en ti, quizá más que uno de tu propia carrera?

Pensaba en esto mientras recordaba a John. Bueno, para la reina de Inglaterra es sir John Hegarty, pero esa noche yo gané el derecho de tutearlo. Estaba en Cannes, Francia, en el Festival Internacional de Creatividad al que trato de ir siempre para actualizarme. Es una semana intensa, llena de speakers y premiaciones de las mejores campañas del mundo, así que en las noches terminas con la lengua afuera y con ganas de comerte una buena pasta, procesando lo aprendido si eres tranqui o, si no eres tan tranqui, en la puerta del famoso Hotel Martinez de La Croissette, tomando varios rosé con talentos creativos de todo el mundo.

El asunto es que tenía la invitación a una cena que daban los representantes de mi maestría, y a la que todos los años algunos acabamos yendo, perdiéndonos la pasta o el rosé. La verdad es que esa noche me inclinaba más por el rosé. Tenía que celebrar que durante el día me había encontrado con el hombre que más ha inspirado toda mi carrera: John Hegarty, un publicista con la lucidez y la brillantez de Steve Jobs y la pinta de Mick Jagger.

Estaba caminando por un pasillo del enorme palacio en el que se realiza el festival y reconocí esa melena de león que tiene, aunque algo desnutrido (es bien flaco). Me armé de valor y lo comencé a seguir hasta que, ya muy cerca, lo cogí del brazo y le dije: “ John, soy Luciana, de Perú, y soy tu más grande fan”. Lo dije en inglés para que me entienda, incidiendo en la palabra ‘Perú’ para que me encuentre exótica. Lo cierto es que mucha bola no me dio, sonrió a medias, se tomó una foto conmigo y prosiguió su camino. Igual yo no podía más de amor con mi foto.

Pero bueno, estábamos en la cena de mi maestría, a la que decidí ir molesta conmigo misma por ser tan responsable. La anfitriona, como todos los años, te acomodaba según el cartelito con tu nombre en la mesa. Un cartel que alguna vez, reconozco, cambié para que no me toque con mi compañero iraní, al que casi nunca le he entendido una palabra desde que lo conozco y al que solo le digo “yes” (espero que no haya aceptado algo indebido sin saberlo). Pero el cartel que estaba al lado del mío no era de Sadi, sino de Sir John Hegarty, mi John, el que compartió conmigo un selfie a regañadientes horas antes.

Pensé que estaba viendo visiones pero solo había tomado agua. La gente aún seguía parada esperando a que todos lleguen para sentarse, pero yo no estaba dispuesta a correr riesgos: me senté en mi sitio como chiquita en su carpeta cuidando su lonchera. Incluso me trajeron el pan pensando que ya estaba con hambre. De pronto llegó él. Se sentó a mi lado y me saludó como todo un sir. Le dije que ya nos conocíamos. Me miró como tratando de identificarme y de pronto sonrió con complicidad y me dijo: “Claro, mi más grande fan que viene desde Perú”. Nos reímos. Dejé mi modo fan y pasamos la noche conversando de publicidad y más publicidad.

Le conté de mis campañas y le pregunté detalles sobre las suyas. Me dio consejos y hasta compartimos e-mails. Esa noche, mientras regresaba a mi hotel, pensaba en cuánto habría perdido si decidía que me gane la flojera. Las oportunidades no van a venir en un envío por delivery ni van a tocar tu puerta ni en la casa ni en la oficina. Porque ese potencial negocio, cliente, socio o idea están afuera, en la calle, y es parte de tu trabajo salir a buscarlos. La próxima vez que te llegue una invitación y decidas por default que ya cumpliste con tu cuota del día y estás cansado, recuerda que has cumplido tu cuota pero solo de lo predecible. Así que date un buen baño, ponte guapo y ábrete a la posibilidad de ir tras lo impredecible. //


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