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Un vuelo de Lima a Chile dura tres horas.
Arturo León

Aclaremos algo de inicio: ni por lejos he recorrido una buena parte de como para decir que en todas las zonas de esta ciudad percibí lo que líneas abajo expongo. Pero donde estuve, me parece que vale la pena rescatar cinco puntos que en los mejores lugares de Lima (y el Perú) no necesariamente ocurren. Esto es lo que observé en las 72 horas que estuve en la capital chilena.

Tráfico ordenado. La congestión se percibe. Hay muchos autos, horas punta, cuadras en las que te demoras varios minutos avanzar, pero el orden también se distingue. Los autos no pasan de un carril a otro sin avisar. En Santiago no existe la ley de 'el que mete carro primero, gana'. Los conductores usan los intermitentes para todo. Y tampoco es que estén zigzagueando a cada rato. El mantenerse siempre en un mismo carril hace el tránsito más ordenado. Los buses de servicio público (aquí también se nota que el sistema funciona de forma correcta, sin buses informales) tienen un espacio adecuado para frenar, cuadrarse y recoger pasajeros. En las afueras sí puedes encontrar colectivos como aquí. Otro detalle: se obedece a rajatabla las normas de tránsito. Me pasó hasta tres veces que dejé de caminar para que un auto avance en un cruce que tenía pintado en la pista la palabra: PARE. No avanzaron, siempre me dejaron cruzar primero. Si haces una mala maniobra, basta con alzar la mano y pedir disculpas. No te van reventar los oídos con el claxon. Ese es otro punto a rescatar. En las 72 horas que estuve, solo escuché a un taxi tocar la bocina de mala manera.

La ciudad es limpia. Y no es que existan basureros en todas las esquinas (como en el Centro de Lima) para dejar tus residuos. Todo se ve tan pulcro que solo te queda guardar ese papelito, esa bolsita o lo que fuese, en tu bolsillo, hasta encontrar el lugar correcto donde desecharlo. Tampoco es que observé a muchos trabajadores limpiando la zona (quizá lo hacen en horas de madrugada), me pareció más producto de la preocupación del ciudadano de a pie. No hay muchos autos antiguos, lo que hace la vista más atractiva. Las veredas, además, son amplias, con árboles bien cuidados y, si observas con detalle, los cables de luz están amarrados de tal forma que ninguno se puede descolgar.

La gente es amable. Será por nuestro pasado bélico, será por qué ¿nos caen mal sus futbolistas?, no sé, pero contrario a lo que se comenta en nuestras calles -que los chilenos son atorrantes- la gente de Chile me pareció muy amable. No solo en lo que a servicios se refiere (porque podría decirse que es obvio que en un restaurante o tienda te tienen que atender bien), se ve también en las personas comunes y corrientes que viven ahí. Si algún día vas a la capital chilena haz este ejercicio: pregúntale a cualquier persona algo en lo que necesites ayuda. Yo no lo hice pero fui testigo de cómo una peruana que buscaba un lugar, y no lo encontraba, pidió ayuda a un chileno, quien no dudó en sacar su smartphone y buscar el sitio en Google Maps. Obviamente, no creo que el 100% de chilenos sea así. Pero sí la mayoría. Debe haber de todo, como en nuestro país. ¿O acaso todos los peruanos somos buena gente?

La policía impone respeto. Con los Carabineros nadie se juega. Te lo dicen los taxistas, te lo recalcan los encargados del hotel y lo ves en las calles. Dicen que no son malos, al contrario, son vistos como buenas personas, pero también muy estrictos. Si crees que por poner buena cara o hablarles bonito serán condescendientes contigo, te equivocas. Eso sí, si necesitas ayuda con algo, harán lo posible para solucionarte el problema. Y de cualquier índole. En el país sureño, según estudios, los Carabineros de Chile forman una de las instituciones más valoradas de este país. Es decir, cuenta con la aprobación de la ciudadanía. Claro, siempre habrá malcriados, respondones, que insultan o simplemente no les da la gana de obedecer a la policía -cosa que no vi- pero la idea generalizada es que imponen mucho respeto.

La comida peruana está muy bien vista. No es algo que podemos imitar, porque es algo nuestro, pero sí vale la pena ver el respeto que sienten por nuestra gastronomía. Acá se deja de lado todo. Perú tiene buena comida y ellos lo reconocen. Se nota por varias cosas. 1) En los hoteles y restaurantes de Santiago se sirve comida peruana. O la comida peruana influye en sus platos. 2) Hay restaurantes peruanos por todo lado. Y de muy buena calidad.

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