El cadencioso y elegante andar de Victoria Angulo en su camino “del puente a la alameda”, en el Rímac, dio origen a la canción más emblemática de Chabuca Granda, quien hoy cumpliría 99 años.
“Lima tendría que alfombrarse para que ella la paseara de nuevo”, decía Chabuca Granda en una entrevista en España al referirse a doña Victoria Angulo, aquella “señora negra elegantísima” quien fuera su amiga e inspiración para escribir ‘La flor de la canela’, la quinta composición que brotara de su prodigiosa inventiva, aquella que el mundo reconoce como el segundo himno del Perú.
La historia de esta inmortal amistad comienza hacia finales de los años cuarenta. Chabuca Granda fue llevada por una amiga a la casa de Victoria Angulo, un lugar conocido por las grandes jaranas que ahí se armaban, en busca de intérpretes para sus canciones. “Mi casa era la del jabonero: el que no caía, resbalaba”, recuerda Juana Loyola, hija de Victoria, en una entrevista para la revista Somos. Ese encuentro sería el inicio de una de las composiciones más importantes de nuestra tradición musical.
Igual de crucial para ‘La flor de la canela’ es aquella antigua trilogía del padre jesuita Bernabé Cobo, “Del río, puente y alameda”, frase que da nombre al decimoprimer capítulo de su libro Historia de la fundación de Lima, y que Chabuca escuchara en la voz de Raúl Porras Barrenechea durante una charla del historiador.
Déjame que te cuente, limeño
Déjame que te diga la gloria
Del ensueño que evoca la memoria
Del viejo puente, del río y la alameda.
El insumo final para la celebrada obra se lo daría la misma Victoria Angulo en una cariñosa oración que echó a volar la imaginación de Chabuca. “Hoy me voy a pie, hija”, le dijo cariñosamente al despedirse de la compositora en uno de sus tantos encuentros. Victoria, que por entonces tenía alrededor de 60 años, jamás imaginó que sus palabras se traducirían en poesía y canción:
Del puente a la alameda menudo pie la lleva
Por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera.
Recogía la risa de la brisa del río
Y al viento la lanzaba del puente a la alameda.
El Rímac en la obra de Chabuca Granda
‘La flor de la canela’ no es la única composición de Chabuca que hace referencia al barrio de bajo el puente, como se le conocía antiguamente al Rímac. ‘José Antonio’ y ‘Los augurios de San Juan’ también transcurren en sus calles y cuentan sus tradiciones. “‘Del puente a la alameda’, es en el Rímac. A José Antonio lo lleva a ver la flor de Amancaes. Hay una canción de mi mami que es muy poco conocida, que es ‘Los Augurios de San Juan’, donde habla de Piedra Liza, del agua de manantial que tiene bajo el suelo el distrito”, recordó Teresa Fuller, hija de la compositora, en una entrevista a Radio Nacional.
En la actualidad todavía podemos hacer un recorrido del puente a la alameda, no desde el Puente de Palo, que era el que usaba en ese entonces doña Victoria Angulo para llegar al centro de Lima, pero sí un paseo imperdible desde el Puente de Piedra hasta la imponente Alameda de los Descalzos, con paradas por varios de los puntos más emblemáticos del distrito.
La ruta empieza en el jirón Trujillo, la puerta de entrada a la zona monumental del Rímac y en la que se pueden apreciar hermosas edificaciones y balcones que dejan ver un pasado fastuoso. En esta vía peatonal se encuentran la iglesia Nuestra Señora del Rosario, la más pequeña del mundo, así como la iglesia de San Lázaro, con más de 450 años de antigüedad.
Siguiendo por el jirón Chiclayo se llega directamente a la Alameda de los Descalzos, construida en 1610 por iniciativa del virrey Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros. “Tuvo diversas modificaciones donde la realizada en el gobierno del presidente Ramón Castilla, en la segunda mitad del siglo XIX, es la que conservamos hasta nuestros días”, comenta Vladimir Velásquez, director del proyecto Lima Antigua. Aún se conservan las esculturas que representan a los doce signos del zodiaco y jarrones de fierro.
La alameda tiene aproximadamente 400 metros de extensión. En un extremo se ubican el Convento de los Descalzos y la Iglesia Nuestra Señora de los Ángeles, y a los lados las iglesias de Santa Liberata y Nuestra Señora del Patrocinio.
A pocos pasos de la alameda se ubica el Paseo de Aguas, monumental obra construida aproximadamente entre los años 1770 y 1776 por el virrey Manuel Amat y Junyent; famoso por sus amoríos con la actriz Micaela Villegas, La Perricholi. “El espacio tiene en la parte central un arco principal de estilo rococó francés que data del siglo XVIII, además de contar con jardines, surtidores, juegos y caídas de agua”, detalla Velásquez.
Pero hay mucho más por ver en el Rímac: el mirador de Ingunza, la Quinta de Presa, la huaca La Florida o las Lomas de Amancaes, donde crece la flor símbolo de Lima, son otros atractivos que vale la pena conocer y rescatar del olvido.