Quizás una de las palabras más repetidas en los noticieros, editoriales periodísticos y la fiscalía ha sido la palabra “cofre”. Más allá de la connotación precisa de esta pieza, lo cierto es que se ha convertido en un símbolo de lo oculto, falta de transparencia y de la incertidumbre que impregna nuestra institucionalidad postergando al segundo plano las verdadera decisiones de política que necesita el país.
El cofre parece resumir el equilibrio frágil en el que vive el gobierno para intentar sobrevivir hasta el 2026. Una situación más que evidente para todos los agentes que saben que cualquier decisión económica se encuentra condicionado por el acecho permanente de fuerzas políticas fragmentadas que buscan imponer toscamente sus deseos ante un gobierno debilitado.
Esta triste realidad que nos impone el “cofre” se ve algo contrarrestada por el brillo del “cobre”. El precio de este metal relevante para la economía peruana alcanzó máximos de tres meses en la Bolsa de Metales de Londres, siendo la segunda vez en el año en topar los US$ 10mil la tonelada. Todo indica que hay un fuerte soporte estructural de mediano plazo a mantener precios atractivos impulsados por el fuerte dinamismo de la industria global de energía renovable, factores de oferta en la producción y las tendencias de crecimiento económico en el mundo.
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El escenario espectacular de términos de intercambio viene hoy dando soporte a la dinámica de crecimiento. Sin embargo, esta trayectoria se queda todavía lejos de todo el potencial que podríamos estar cosechando si contásemos con un gobierno más enfocado en lo importante. Así, si las cosas fuesen distintas, el actual escenario de cotizaciones encontraría al Perú en una situación privilegiada habiendo impulsado ya los 51 proyectos mineros priorizados -en teoría- por el gobierno, donde el 73% corresponden a proyectos cupríferos por un valor de US$ 40 mil millones. Y digo “en teoría” porque a pesar de señalarse que estos son de importancia, la realidad nos indica que sólo 7 de estos proyectos tienen una fecha de ejecución determinada, mientras el resto se encuentra “esperando su prioridad”. Y en tanto el gobierno sigue distraído con proteger el “cofre” en lugar de darle importancia al “cobre”, el “pobre” sigue esperando. Con un crecimiento del producto en torno al 3,0% para este y el siguiente año, difícilmente vamos a mejorar las condiciones de bienestar ciudadano.
Y así, con una apatía que desespera, seguiremos viendo a un país que no retoma tiempos mejores; acogotado por la delincuencia; que no puede soportar tanta torpeza gubernamental; donde el cofre no trae soluciones; en el que el cobre no alcanza; mientras el pobre incrementa su impaciencia.