El desenlace del 2022 no pudo ser más dramático. El inesperado golpe de Estado de Pedro Castillo sorprendió a la gran mayoría de peruanos, poniendo fin al peor gobierno de los últimos tiempos. La gestión del ahora exmandatario fue un desastre absoluto. Le hizo mucho daño al país, por su impacto negativo en la inversión, el crecimiento, el empleo y la reducción de la pobreza.
Sin embargo, y a pesar de ello, los ingresos fiscales aumentaron por segundo año consecutivo. Aunque la recaudación tributaria como porcentaje del PBI –o presión tributaria– cerró en 16,8%, lejos del promedio de la región (22%), en el 2022 se recaudaron S/157.768 millones, según reportó la Sunat. Este importe representa un incremento de 4,8% con relación al 2021, superando ampliamente los niveles prepandemia. De hecho, nunca ha habido tanto dinero en las arcas públicas.
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En el 2021, recordemos, ya la recaudación reportaba una cifra récord, impulsada por los altos precios de los minerales. Fueron casi S/140.000 millones, alcanzándose una presión tributaria de 16,1% del PBI, 3,1% puntos porcentuales por encima de la registrada el 2020 (13%) y 1,7% puntos porcentuales de la del 2019 (14,4%). No obstante, el ritmo de crecimiento de los ingresos tributarios muestra una fuerte desaceleración que se ha acentuado de un tiempo a esta parte.
Este deterioro, en realidad, se veía venir desde hacía meses. Son varios los factores que lo explican. Uno de los principales es el retroceso de las cotizaciones de los metales, sobre todo del cobre, del que Perú es el segundo productor mundial. Mientras que a finales del 2021 la libra del metal rojo cotizaba en US$4,39, a finales del 2022 bajó hasta US$3,80. La variación no es menor (-13,5%).
Así, la participación de la minería pasó de representar el 16,4% de todo lo recaudado por la Sunat en el 2021 a 14,4% el año pasado. En este resultado también influyó la caída de la producción minera por los conflictos sociales que paralizaron importantes operaciones, como las de Cuajone o Las Bambas. Todo esto preocupa porque es una de las actividades que más aporta a la recaudación fiscal, recursos con los cuales se financia la inversión pública y el gasto social.
Las perspectivas del sector y de la economía nacional en general este 2023 no son alentadoras, no solo por la precariedad del gobierno de Dina Boluarte y la enorme inestabilidad política, sino también por el peligro de que nuestros principales socios comerciales (China, EE.UU., y Zona Euro) puedan caer en una recesión. Ello, sin duda, deprimiría la demanda por productos peruanos, como el cobre, pudiendo derivar en una disminución aún más pronunciada de la recaudación, que dificultaría el cumplimiento de compromisos de gastos ya asumidos por el Estado.
Enfrentamos, pues, una situación muy complicada. Las posibilidades de que la recaudación retome su dinamismo dependen mucho de los ciclos económicos del resto del mundo, pero dependen más del coraje político y la capacidad de consenso que pueda demostrar el nuevo gobierno para mantener baja la conflictividad social y devolverle la tan necesaria estabilidad al país.
Las opiniones vertidas son estrictamente personales.
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