Yo era un hombre bueno/ si hay alguien bueno en este lugar./ Pagué todas mi deudas,/ pagué mi oportunidad de amar, se empezó a cantar, detrás de un telón que iba subiendo lentamente, en un teatro repleto y entusiasmado. A medida que ese telón trepaba, la euforia aumentaba entre un público compuesto por tres generaciones diferentes. Todos se sabían la canción. Nietos, hijos y abuelos vieron cómo se levantaba por completo la cortina y aparecían frente a ellos los intérpretes originales de una canción escrita por : “El fantasma de Canterville”. En el escenario, León Gieco, María Rosa Yorio, Nito Mestre y el mismo García acompañaban a Raúl Porchetto en la celebración por sus 45 años de carrera artística en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Era Porsuigieco en pleno, nuevamente.

Esa noche de setiembre último celebró Porchetto, pero hoy le toca a : llegó a los 65 años superando todas las expectativas. Las suyas incluidas. “Charly tiene el éxito en la conciencia y en el gusto de la gente más que en la venta de los discos”, dijo alguna vez sobre él Federico Moura —el fallecido líder de Virus que nació, igual que él, un 23 de octubre de 1951—. Por eso lo cantan generaciones distintas: la conciencia y el reconocimiento de la gente es lo que lo mantiene vivo. Casi tanto como su teclado, el cordón umbilical que lo une al mundo.

Como Mozart, Charly García y su piano tienen un romance que pocos entenderían. Como Mozart, Charly tiene oído absoluto, esa condición mágica gracias a la cual un hombre es capaz de hacer música con la misma facilidad con la que se dice que los dioses antiguos fueron inventando el universo. Porque, como en las artes divinas, lo suyo no son canciones, sino constelaciones, explosiones solares, cometas embravecidos. El mismísimo Big Bang. La mediocridad para algunos es normal,/ la locura es poder ver más allá.

Frases de Charly García.

— Yo que crecí entre fascistas —

Si Charly García no estuviera disfrutando la alegría de estar vivo hoy mismo, el día que cumple 65 años, tendríamos que inventarlo. A pesar de eso, cualquier personaje que seamos capaces de crear, por más cualidades mitológicas que tuviera, para bien y para mal, no podría parecerse a él. “Cuando la gente me dice que soy un genio y yo les digo que sí, se ofenden. ¿Quién los entiende?”, ha dicho alguna vez. Anotado esto, debe quedar claro que García es el dios más humano que existe. Un muchacho díscolo y genial que siempre fue el abuelo loco del grupo. Aunque tiene la edad oficial de jubilación en Argentina, todo indica que tiene para rato.

“Músicos celebran el cumpleaños de Charly con el ciclo Octubre García”, “El coro de la Universidad de Cuyo canta a Charly García”, “Tributo a Charly por su 65 aniversario”, “Festejos todo el mes por el cumple de Charly”. Los titulares sobre diversas celebraciones que le rendirán tributo al músico colman las secciones de espectáculos, y van más allá. Hay que recordar que este hombre ha trascendido el mundo de la música para convertirse en una figura de la cultura contemporánea de Latinoamérica, pese a que, hace muchos años, haya sido diagnosticado como “neurótico, histérico y de personalidad esquizoide”, según propia confesión. Pero no piensen que está loco, es solo una manera de actuar. Al mismo tiempo que estos anunciados festejos, la emisora argentina Nacional Rock 93.7 ha llenado su programación con sus canciones desde hace algunos días, preparando la fecha central.

Han hecho lo correcto: hay que entender a Charly García a partir de sus canciones y recordar qué sucedía cuando él cantaba determinado tema, en lugar de etiquetarlo en el cliché de su imagen desquiciada. Para ello hay que hacer más que hablar de drogas, alcohol, malcriadeces suyas o incomprensiones nuestras. Hay que hacer cosas más inquietantes que recordar su clavado de nueve pisos —que hoy algunos youtubers han convertido en una suicida disciplina: el balconing—, su cabello rubio en tributo a Kurt Cobain, la delirante historia sobre los mensajes satánicos de sus canciones, su distanciamiento de Calamaro o sus incidentes rompiendo equipos en sus presentaciones, olvidándose sus propias letras a mitad de algún concierto o terminándolos tras dos o tres temas, sin respeto hacia su público.

Hay que entender que su única disciplina siempre ha sido someterse al capricho de las ideas. Que lleguen a cualquier hora del día, pero que lo hagan. Así fue como, en 1969 y mientras hacía su servicio militar obligatorio, un muchacho de 18 años cogió un lápiz y un papel y comenzó a escribir: Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad/ guardaba todos mis sueños en castillos de cristal./ Poco a poco fui creciendo/ y mis fábulas de amor/ se fueron desvaneciendo como pompas de jabón… “Canción para mi muerte” sería la primera del álbum debut de Sui Generis, Vida, de 1972, que incluye letras reflexivas como “Dime quién me lo robó” o “Cuando comenzamos a nacer”, al lado de temas más lúdicos como “Necesito”, “Mariel y el capitán” o la dulce “Quizás porque”. En su voz y en la de Nito Mestre, su perfecto partner, estos se convirtieron en frescos representativos de una camada de jóvenes particularmente afectada. Hoy son himnos para varias más. Luego vinieron el folk y el blues de Confesiones de invierno (1973). Aprendí a ser/ formal y cortés/cortándome el pelo/ una vez por mes, cantaba un hombre dispuesto a criticar a las entidades de un país que se le hacía jodido a él y a otros músicos de su generación. Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974) fue censurado y recortado por las autoridades. No preguntes más/ tenés sábados, hembras y televisores, ironizó García en su tema inicial, “Instituciones”. Amar a la patria bien nos exigieron/ si ellos son la patria, yo soy extranjero, decía en otro que no tuvo la suerte de pasar el corte de los censores, “Botas locas”, peculiar crónica sobre sus días en el servicio militar obligatorio.

En aquel momento, Carlos Alberto García Moreno tenía apenas 23 años, la edad en que muchos de nosotros aún estamos buscándonos el porvenir, estudiando en la universidad, tratando de ser. Antes de convertirse en “Charly”, había crecido en Caballito, un barrio bonaerense de clase media. Desde pequeño manifestó su vocación musical, y a los cinco años ya interpretaba a Bach, Mozart y Chopin. “Chopin es el pop de la música clásica, y Beethoven es el heavy metal”, dijo en alguna entrevista. Apenas en la pubertad ya era profesor de teoría y solfeo. Su futuro como intérprete de música clásica parecía escrito…, pero en eso aparecieron los Beatles, y su vida cambió para siempre. Luego llegaron los Stones, Hendrix y The Who. La suerte estaba echada. Say No More.

— Éxtasis, todo el tiempo vivo en éxtasis —

El espíritu progresivo, deudor de bandas como Emerson, Lake & Palmer, Yes o los italianos Premiata Forneria Marconi se apoderó de él y de su siguiente proyecto, La máquina de hacer pájaros, con quienes grabó, en dos extraordinarios álbumes, canciones que también son fundamentales en su discografía: “Bubulina”, “Cómo mata el viento norte”, “No te dejes desanimar” o “Películas”. Luego vino uno de los puntos más altos de su carrera, al formar Serú Girán al lado de David Lebón, Oscar Moro y Pedro Aznar. Canciones como “Eiti-Leda”, “Seminaré”, “Viernes 3 a.m.”, “Desarma y sangra”, “Peperina”, “Cinema Verité” o “Canción de Alicia en el país” —donde en tono metafórico se criticaban los abusos de la dictadura— producidas en un plazo de no más de cuatro años en cuatro discos distintos —y eso, sin mencionar el disco de reencuentro de 1992— son fundamentales en la historia del rock hispano, y consolidaron a Charly García como una de sus voces mayores, si no la mayor. El rock en la Argentina es un género que, tras la guerra de las Malvinas y el posterior final de la dictadura, en diciembre de 1983, evolucionaría y encontraría otros modos de expresión. Y también de experimentación, claro, uno de los actos favoritos en la carrera de nuestro artista. Clics modernos —con hits como “Los dinosaurios” o “Nos siguen pegando abajo”— marcó otro nuevo impulso, no solo en su carrera, sino en la historia del rock de esta parte del mundo. Aunque al principio criticado por la presencia de temas ‘bailables’, lo cierto es que fue el inicio de mucho más y varios siguieron su ejemplo. Aunque nadie haya podido igualarlo. Esa vanguardia, ese paso adelante, lo siguió demostrando a lo largo de una carrera como solista que lleva casi 35 años: Piano bar (1984), Parte de la religión (1987), Filosofía barata y zapatos de goma (1990), Say No More (1996), Influencia (2002) o Kill Gil (2010) son algunos ejemplos de ello. Ya lo cantaba en “Viernes 3 a.m.”: Cambiaste de tiempo y de amor/ y de música y de ideas./ Cambiaste de sexo y de Dios,/ de color y de fronteras,/ pero en sí, nada más cambiarás.

— Yo no quiero volverme tan loco —

“Acá el jefe soy yo”, le dijo Charly García a Bruce Springsteen durante una presentación en el estadio de River Plate, en 1988. Peter Gabriel, Sting y Gieco también tocaron. Casi 30 años después, demuestra que lo sigue siendo. “La música no son las notas, sino la distancia entre ellas, lo que hay entre las notas”, dijo en una entrevista con Alejandro Fantino, citando a Hendrix.

Frases de Charly García.

Ese fue el mismo espacio que, a pesar de la producción de Kill Gil, en el 2007, Charly García se tomó para salir de las drogas gracias a la ayuda de una inédita mano amiga: Palito Ortega. “Un día me internaron, me vino a buscar y era la última persona en el mundo que pensaba que iba a hacer eso. Me dio un hogar, un estudio y su familia. La luchó como un loco”, dijo sobre aquel período oscuro. Pero de uno de sus más duros bajones, vino la luz y la recuperación. Siguió la tradición de otros sobrevivientes del rock que pocos esperaban ver hoy en pie de guerra: Brian Wilson, Ozzy Osbourne, Keith Richards, Iggy Pop o Pete Townshend. Charly García, el hombre que dijo “Acá no había estrellas de rock, solo había músicos de rock, hasta que yo me lo inventé” tuvo su propio regreso: el Concierto subacuático del 2009 fue el que marcó el hito entre el García desaforado de fines de los noventa e inicios del siglo XXI, y el músico sereno y cuya característica delgadez es cosa del recuerdo. “Siempre que llovió, paró. Say No More es impermeable”, dijo aquella vez, ante la ovación del público.

El 2012 publicó otro hito dentro de su discografía, el álbum 60x60, una caja recopilatoria de lujo de los conciertos que hizo para celebrar su sexta década de vida. El 2013 aseguró que quería reunirse con el papa Francisco. “El otro día miro la foto de Patti Smith, que estaba como turista ahí pero se fue a ver al papa, y el papa abrazándola. Y me pareció rarísimo con Patti Smith, pero la cara de felicidad que tiene ella y el papa… No sé, me gustaría ir a verlo ahora, antes de que la rutina de la religión lo tenga un poco más cansado. Para mí es rebuena onda”, dijo sobre el sumo pontífice argentino. El 2014, el poeta y promotor cultural peruano John Martínez editó Fogata eterna, un trabajo dedicado al músico que reunió a 32 poetas de nueve países latinoamericanos. A fines del año pasado, García le dio duro al gobierno de Macri: “”, les dijo en una carta que se hizo pública a raíz del nombramiento de un funcionario que había trabajado con la dictadura, más de 30 años atrás, pero que había demostrado su carácter reaccionario en más de una ocasión. En los últimos tiempos sigue dedicado al cuidado de su salud —además de su hipertensión, se fisuró la cadera a mediados del año pasado y aún sigue recuperándose— y a disfrutar la vida con su gente más cercana. Charly García, el genial artista, lejos de imaginar un retiro o una jubilación, sigue creando. “Nunca vi un músico tan instantáneo como Charly. Pasa del pensamiento a la acción a una velocidad que no tiene ni un BMW. Lo piensa y ¡pum! ya está tocando el piano”, dijo de él alguna vez Gustavo Cerati.

Hay una noticia que es el mejor regalo para sus seguidores: ya está listo su nuevo disco, el primero en casi diez años. El primer single de esta nueva grabación será, casi sin dudas, “La máquina de ser feliz”, un tema que hizo conocido hace casi año y medio.

Pedimos perdón/ seguís enmascarando el fin./ Por eso te busqué/ por eso diseñé/ la máquina de ser feliz, dice la letra. Y es que el músico está muy lejos de aquella frase que alguna vez cantó, buscando una vejez sin temores y una vida reposada. Pase lo que pase, de ahora, en adelante, su vida es un rock eterno. Después de todo, como él mismo lo dijo en el Concierto subacuático: Esta canción durará por siempre, por eso mismo yo la hice así./ Una canción sin amor, sin dolor:/ la canción sin fin. 

Contenido sugerido

Contenido GEC