Diana Mery Quiroz Galvan

Desde hace cuatro años una idea obsesiva ronda la mente del artista plástico José Luis Carranza: alzar la mirada hacia el cielo gris de Lima y presenciar, en ese preciso momento, cómo el fin del mundo se desata. Aunque en la vida real esta perturbadora imagen tarda en llegar más de lo que el joven pintor desearía, el terrible final habita en su obra como un inevitable vaticinio.

Sus pensamientos no son gratuitos. Que la masiva extinción de especies, los estragos del cambio climático o la escasez de agua hayan sido propiciados por el hombre “me hace pensar, con cierto optimismo, en que el mundo se acabe. En que el final va a ser glorioso y que pronto al ser humano le va a llegar su fin”, comenta festivo.

A 13 años de haber egresado de la Escuela de Bellas Artes, esta es la decimoquinta exposición de Carranza. A su lado, el cuadro "La noche roja".
A 13 años de haber egresado de la Escuela de Bellas Artes, esta es la decimoquinta exposición de Carranza. A su lado, el cuadro "La noche roja".

“La celebración de las cenizas”, decimoquinta muestra de de Carranza y la tercera en ser acogida por la galería Enlace Arte Contemporáneo, resume estas pulsiones pictóricas. Tras afinar detalles del montaje, el artista se remonta al pasado para contarnos los inicios de una pasión que ha copado su vida, la relación de su pintura con el estudio anatómico y el canon estético que rige a los personajes de sus cuadros.

—¿Cuándo descubres la pintura como vocación?

Es, digamos, un descubrimiento tardío, pero fue una fórmula de vida constante, mediante la práctica del dibujo. Dibujar era una forma de comprender lo que me rodeaba. Responderme preguntas.

—¿En qué etapa de tu vida das el giro del dibujo a la pintura?

En la adolescencia, a los 14 años. Por ahí viene una alegre coincidencia. El abandono de la religión y la decisión de convertirme en un pintor. Abandoné la fe o la moral impuesta, para abrazar otro tipo de credo. La pintura se convierte desde entonces y hasta ahora en mi credo. Tenía muchos intereses entonces. Las ciencias, sobre todo la zoología, la anatomía comparada, la literatura.

—En un primer momento tu aprendizaje fue autodidacta.

Yo ingresé a la Escuela de Bellas Artes a los 19 años, antes de eso trataba de leer lo más posible, visitar galerías de arte, practicar mucho. Cuando uno se da cuenta de que podría servir para algo entiende que no sabe nada, y en la pintura lo importante es tener una condición de eterno aprendiz. Esto me ayudó a estructurar el aprendizaje, a asimilar la técnica. Posteriormente vino la Escuela de Bellas Artes, la formación académica estricta.

"Golconda". Óleo sobre lienzo. 150 x 180 cm. La serie que conforma esta muestra se terminó en ocho meses.
"Golconda". Óleo sobre lienzo. 150 x 180 cm. La serie que conforma esta muestra se terminó en ocho meses.

—Los personajes de tus pinturas son seres de grandes ojos, como si estuvieran en constante asombro o miedo…

Es el resultado de un interés vivo por lo anatómico, por la disección y el descubrimiento de lo que ocurre por debajo de la piel. Al adquirir la disciplina pictórica me doy cuenta de que debajo de la piel todo es terciopelo, nácar, brillo, membranas.

—Además de los ojos desorbitados, tus personajes tienen los párpados ensangrentados.

Eso es porque les he hecho una pequeña preparación anatómica en torno a las cuencas oculares. He retirado una fina capa de piel alrededor de los ojos, eso impide que puedan cerrar los ojos y, por lo tanto, que puedan soñar. Están en una vigilia constante. Pero lejos de esas cursilerías es porque el globo ocular expuesto es muy bello, es como una perla.

“Agar en el desierto”. La pintura de Carranza también hecha mano de personajes históricos o bíblicos.
“Agar en el desierto”. La pintura de Carranza también hecha mano de personajes históricos o bíblicos.

—¿Por qué representarlos así?

Porque se da ese golpe de fuerza que crea el perfecto momento. Es como descubrir, a la hora de entrar a una habitación y prender la luz, a un hombre en cuclillas en una esquina. Es mi canon de belleza, todas las personas que pasan por el filtro de mis manos tienen estas características: deformaciones, la proporción peculiar de sus cuerpos, la construcción ósea de sus rostros, manos sobredimensionadas, torsos pequeños pero robustos no musculosos.

—Algunas partes del cuerpo tienen la carne expuesta. Otros con una mano completamente roja.

Son guantes de látex. ¿Hay cosa más terrible que un esbirro con esos guantes? Tú no sabes si está limpiando la cocina o destazando a alguien.

—¿Te atrae mucho lo siniestro?

Yo lo veo como algo festivo. Debe ser porque vivimos en una comunión constante con el horror.

—Algunos podrían decir que tus pensamientos son bastante negativos.

Yo creo que, dentro de todo, es ser optimista. Es ser consciente de lo que ocurre. El sentido crítico es importantísimo.

"Lázaro nacido". Óleo sobre lienzo. 150 cm de diámetro.
"Lázaro nacido". Óleo sobre lienzo. 150 cm de diámetro.

—¿Como es “La celebración de las cenizas”, título de tu próxima muestra? Parece el pronóstico de un futuro cataclísmico.

¿Has soplado sobre unas brasas candentes? ¿No bota un lindo color rojo después de ese polvo blanco? Es un escarlata bellísimo, es el inicio de la vida después de la destrucción. No creo en los grandes juicios finales ni los fines religiosos, no creo en el sistema de las cosas como lo pregona la religión, simplemente en el justo final de la era del ser humano.

—¿La destrucción del hombre a manos de la naturaleza?

Manuel Munive, el historiador de arte que hace la introducción a mis pinturas, traduce las imágenes de esa forma. Dándole una especie de juicio triunfal del mundo o del sistema natural por sobre el hombre. A este se le arranca todo tipo de razón y civilización y se convierte en un ser totalmente primitivo. A pesar de cierto manierismo que exhibe, siempre hay algo de salvaje en sus gestos y es allí donde la naturaleza se levanta.

—También aparecen personajes con trajes de diversas épocas.

Es como una puesta en escena, como una gran obra teatral. Uno aparece con traje del siglo XIX, es una especie de profeta que abre la escena y con mirada severa. Esa seriedad de quien va a ser fusilado. Abajo hay un implorante con las manos juntas, se parece a esos que aparecen en los cuadros religiosos. Al lado un escolar de calcetines brillantes. Parece algo absurdo, pero dentro del cuadro cobra cierta coherencia. También hay fracturas dentro de la composición y perspectiva de luz. Hay un absurdo de iluminación, pero todo es por la expresión del objeto, la pintura es un objeto vivo que te va exigiendo cosas.

"Artemisia". El personaje que le da nombre al lienzo fue la mano derecha del emperador Jerjes.
"Artemisia". El personaje que le da nombre al lienzo fue la mano derecha del emperador Jerjes.

—Artemisia y Agar son personajes históricos que también pueblan tus cuadros.

Son un pretexto, como casi todo, para hacer pintura. Artemisia fue la mano derecha del emperador Jerjes. Agar es parte de un mito bíblico que siempre he tocado.

—¿Dirías que estás creando tu propio bestiario?

Yo no he creado absolutamente nada. Es simplemente una caligrafía que he forjado con los años, una huella dactilar. No puedo ser tan presuntuoso de decir que he creado, es imposible. Todos tenemos padres, tradiciones y si uno no es consciente de ello, se convierte en un ciego. No he creado nada, mucho menos arte. No me considero artista.

—¿Entonces, qué eres?

Soy un pintor, mientras esté vivo. Después la muerte y la historia se encargarán de decir si lo que he hecho ha sido de verdad arte.

—¿Cómo defines el arte?

Arte es aquello que ya pasó el filtro de la historia. Lo digo como el gran sello que te da la muerte y la historia misma. Pero el arte en sí es una situación visceral, que creo muy pocos en la actualidad podrían entender. Porque piensan que el arte es racional. Para mí es todo lo contrario. Si una obra de arte no te conmueve en un punto visceral, pues en mi opinión no tiene importancia. Tiene que provocar una turbación poderosa en la que te sumerja.

Más información: Lugar: galería Enlace Arte Contemporáneo. Dirección: Av. Camino Real 1123, San Isidro. Inauguración: jueves 24, 7:30 p.m. Horario: de lunes a sábados, de 11 a.m. a 7 p.m. Ingreso: libre.

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