
El acto final de Netanyahu
Resumen generado por Inteligencia ArtificialEn un acto magnánimo en el año 538 A.C, el emperador persa Ciro el Grande liberó a los judíos exiliados en Babilonia y los ayudó a retornar a su tierra ancestral de Israel, permitiéndoles también reconstruir el templo en Jerusalén e iniciar una nueva etapa de paz y prosperidad. Este acto político del emperador forjó una amistad entre el pueblo de Irán y el pueblo judío que duró más de 2500 años. Hasta la revolución islámica de 1978, los estados de Irán e Israel gozaban de una fructífera relación diplomática y vuelos diarios entre Teherán y Tel Aviv. Hoy lo único que vuela entre estas dos ciudades son misiles.
Es una lástima que ahora el archienemigo número 1 de Israel sea precisamente Irán, el Estado sucesor del imperio Persa, y que el nuevo emperador – el Ayatollah Ali Khamenei, Líder Supremo de Irán – se haya convertido en el archi-villano número 1 del Medio Oriente.
La villanía de Khamenei y el peligro existencial que Irán representa para Israel, sumado al momento de debilidad por el que la República Islámica está pasando, se presentan ante el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu como una oportunidad de oro para expiar sus pecados y salirse de los múltiples embrollos en los que está hundido.
Netanyahu tiene una serie de juicios por corrupción que cuelgan sobre él, y que amenazan con caerle encima al día siguiente de dejar el poder. Tiene también un problema de impopularidad en el electorado, que va desde su intento de neutralizar al Poder Judicial para poder hacer lo que le dé la gana, hasta el haber permitido el crecimiento de Hamas con el afán de dividir a los palestinos, lo que en vez culminó con el ataque terrorista del 7 de octubre – ataque que además sucedió bajo su responsabilidad.
Él y su gobierno tienen además un serio problema de imagen frente al mundo entero por las barbaridades cometidas en Gaza. Algunos ministros han llamado abiertamente a la expulsión de todos los palestinos del territorio, lo que clasifica como un tipo de genocidio, y hace pensar que el bombardeo indiscriminado busca dejar el área inhabitable para acelerar y justificar esta expulsión. El mundo está comenzando a perder la paciencia con Netanyahu, al igual que el parlamento israelí que el jueves pasado evitó vacarlo con una mayoría de tan sólo 1 voto.
Ante esta situación desesperada, Netanyahu se ha apresurado en ejecutar el desenlace inevitable de una campaña militar que ha hecho caer uno a uno a los enemigos de Israel. Hamas es ahora una sombra de lo que era, los Hutíes están neutralizados, Hezbollah ha sido aniquilado y el régimen sirio de Bashar Al-Assad, principal aliado de Irán, colapsó aparatosamente a consecuencia directa de la caída de Hezbollah. Todas estas entidades han sido por décadas financiadas y asistidas por el régimen iraní. El acto final de Netanyahu es cortar la cabeza de la serpiente, dejar a su país un futuro libre de tales enemigos y así culminar su carrera política en la gloria. Su objetivo no es solo destruir el programa nuclear de Irán, sino la caída y reemplazo del régimen, y la cabeza del mismo Khamenei.
La historia determinará si las cosas van a salir como quiere Netanyahu; y mucho va a depender del rol que juegue el presidente estadounidense Donald Trump, quien viene siendo manipulado por Israel para meterse en la guerra. Pero independientemente de estos planes, de la moral de un ataque militar, o de la veracidad de las intenciones nucleares de Irán, lo que queda claro es que el régimen iraní se la ha estado buscando por décadas.
Las cabezas de la teocracia de Irán se la han pasado 47 años, desde el Ayatollah Khomeini hasta su sucesor Khamenei, manifestando rabiosamente su deseo de desaparecer a Israel del mapa. Aparte de la retórica, se han dedicado a clavarle cuchillos a Israel constantemente a través de Hamas y Hezbollah. Se han embarcado además, en una carrera armamentista furiosa que ha alarmado a toda la región, la cual incluye una estrategia amenazante de siempre estar ‘a meses’ de desarrollar bombas atómicas para tener al mundo en vilo y así poder chantajear constantemente a la comunidad internacional.
Por ser el principal instigador de inestabilidad en la región, sus vecinos árabes observan los ataques de Israel con júbilo y no ven las horas de ver a Khamenei enterrado; su única preocupación siendo que caiga una lluvia radioactiva sobre Riyadh o Dubai. El pueblo iraní en su mayoría aborrece a la dictadura debido a sus políticas represivas y letales contra las mujeres, las minorías religiosas y todo aquél que se atreva a protestar o criticar al régimen. Su humilde columnista tuvo que pasar 3 horas en una carceleta en Irán por haber estado en un automóvil junto a una mujer que no estaba casada con ninguno de los hombres presentes – así viví la realidad de que las amigas y enamoradas son ilegales.
En el mes del orgullo LGBT, cabe resaltar que el régimen homofóbico de Irán es uno de los pocos que asigna la pena de muerte para los homosexuales. Es decir, el simple hecho de ser gay en Irán es ilegal y puede conllevar desde 100 latigazos hasta la pena de muerte – ésta según el artículo 234 del Código Penal, siempre aplicada contra los hombres pasivos. Khomeini llamó públicamente al exterminio de los homosexuales en 1979, y el Estado criminal que fundó ha venido encarcelando y asesinando gays de manera constante por medio siglo. Existen récords oficiales de cientos de ejecuciones por motivos de orientación sexual, pero algunas organizaciones activistas estiman la cifra real en casi 10,000.
Por esta razón y las otras descritas más arriba, el comportamiento del régimen ha hecho que éste se gane la antipatía de casi todo el mundo, al punto que nadie ha salido a defenderlo.
Imaginemos ser el líder de un país. Tenemos de vecinos a una tiranía que dice públicamente que nos quiere exterminar, y que está enriqueciendo uranio y armándose hasta los dientes. El vecino además nos agrede a diario de manera indirecta y ha sido parte de un ataque donde han muerto 1200 de nuestros ciudadanos. Gozamos de una riqueza y poderío militar sin precedentes, un magnífico servicio de inteligencia, superioridad tecnológica y el apoyo incondicional de EEUU. Además, este vecino está más débil que nunca, hemos destruido a todos sus aliados regionales y no hay nadie que lo quiera defender. La oportunidad que se nos presenta para deshacernos de este régimen es imposible de ignorar.
Hubo una vez un hombre de bigote en Alemania que decía que quería desaparecer a los judíos de Europa, y nadie lo tomó en serio. Esta vez Israel no quiere cometer el mismo error. No obstante, los resultados de esta operación militar son imprevisibles y lo único que podríamos concluir es que si Israel continúa, dada su inferioridad militar el régimen de Irán va a caer. Lo que aún no sabemos si caería es el sistema islámico de gobierno. Si Netanyahu se limita a bombardear sólo objetivos militares, una transición es más probable que la continuidad del sistema o una guerra civil. Pero el primer ministro y su gabinete han demostrado que son proclives a los excesos, lo que no deja mucho espacio para el optimismo.
Ojalá Irán haga la transición a un gobierno decente que además restituya la amistad milenaria entre su pueblo y el pueblo de Israel. Por el bien del pueblo iraní que no se merece vivir un día más bajo el yugo de este régimen, por el bien de la región, de Israel y de todo el mundo, esperemos que el acto final de la carrera política de Benjamín Netanyahu funcione, y que sea rápido. Lo que vaya a pasar ahora es realmente un albur. Que la providencia nos ayude.

:quality(75)/author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/elcomercio/25e7975e-34b9-48cb-a1ca-3528d72f314f.png)









