Juan Paredes Castro

Tal parece que el ya no quiere ser la fácil ventana sino la rigurosa puerta grande por la cual las organizaciones políticas deben ganar su derecho a disputar democráticamente el poder.

El informe de Martin Hidalgo publicado el domingo en El Comercio sobre la detección de graves irregularidades en la inscripción de seis organizaciones políticas de izquierda, con el riesgo de que puedan quedar fuera de la contienda electoral del 2026, revela que la nueva presidencia del JNE estaría contemplando, seria y responsablemente, dos cuestiones de fondo:

Una, endurecer los filtros de inscripción de las organizaciones políticas y de calificación y fiscalización de candidaturas, votaciones y resultados electorales, de modo que el JNE no repita el papelón del 2021, con la admisión de la fórmula presidencial incompleta de Perú Libre y posteriormente con su inaceptable negación a transparentar las irregularidades denunciadas en las mesas electorales.

Otra, que al encarnar la protección jurídica máxima de las elecciones y también como garante fundamental de la estabilidad democrática del país, el JNE no puede por ningún motivo prestarse al juego de admitir organizaciones y candidaturas, manifiestamente antidemocráticas, que tienen el objetivo encubierto, una vez conquistado el poder, de violentar precisamente el sistema democrático e institucional.

No se trata de que una organización política tenga en regla su número de afiliados y de comités, sus logotipos perfectamente diferenciados y la declaratoria de quién los impulsa. Se trata de que ellas deban acreditar y probar trayectoria y credibilidad democráticas. He aquí, justamente, el requisito que permite descubrir cuándo una organización política pretende entrar a competir por el poder a través de la puerta grande y cuándo a través de la ventana del JNE.

No es una casualidad que tres de las organizaciones políticas con puntuales objeciones de inscripción en el JNE, tengan como impulsores a tres personajes ligados al gobierno de Perú Libre: el ex presidente Pedro Castillo y los ex primeros ministros Guido Bellido y Aníbal Torres, todos tenazmente empeñados, hasta el fallido golpe de Estado de diciembre del 2022, en buscar la disolución del Congreso para reemplazar la Constitución vigente por otra que estableciera un régimen autoritario de plazo indefinido.

No es casualidad que Todo con el Pueblo de Castillo, Pueblo Consciente de Bellido y Adelante Pueblo Unido de Torres pretendan, como lo hizo Perú Libre en el 2021, entrar en el proceso electoral del 2026 por la ventana del JNE, que ahora no estaría dispuesto a tropezar dos veces con la misma piedra. Valdría la pena saber cuán protegida está la ventana del JNE.

Al JNE no debiera ocurrirle lo que al Poder Judicial, que le ha cerrado las puertas de la participación electoral al partido “A.N.T.A.U.R.O.” (Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros), pero abierto la ventana a su líder y promotor Antauro Humala, para posiblemente correr como candidato a senador.

¿Qué quiere ser el nuevo JNE: puerta o ventana?

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Juan Paredes Castro es periodista y escritor

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