Gisella López Lenci

Tanto ha querido imponer su marca personal en la política alemana que Sahra Wagenknecht decidió nombrar a su nuevo partido la Alianza Sahra Wagenknecht-Por la Razón y la Justicia (BSW). Para que a todos les quede claro que el partido es de ella y que pretende convertirse en la fuerza de los futuros gobiernos.

Pero la política de 55 años no es nueva en estas lides. Nacida en la otrora Oriental, desde muy joven formó parte del Partido Comunista, que luego se convirtió en el Partido de Izquierda, y fue uno de sus rostros más representativos en el Bundestag, el Parlamento alemán. Con una formación académica nada despreciable, Wagenknecht se ha ido alejando de las posturas progresistas de la izquierda alemana, como el cambio climático o el género, para enfocarse más en la economía y en la “situación de los trabajadores”. La alemana ha visto un nicho que ha sido descuidado por los políticos tradicionales en su país: la recesión y la inflación es una verdadera preocupación para los ciudadanos que echan la culpa de su situación a la política migratoria de puertas abiertas, a la guerra en Ucrania y a las consecuencias del COVID-19, temas que ella cuestiona.

“En diez años ya no reconoceremos nuestro país”, ha dicho Wagenknecht, que se define como una “conservadora de izquierda” que aboga por la redistribución de la riqueza y los impuestos para los más ricos, y señala que su partido es una opción para aquellos que se han decepcionado de sus líderes de la socialdemocracia y la democracia cristiana, pero que tampoco quieren votar por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

Así, la BSW irrumpió hace un año en el escenario político y en pocos meses ha conseguido votos decisivos en las pasadas elecciones regionales. De hecho, algunos en el partido ultraconservador alemán admiran tanto a Wagenknecht que le han ofrecido abiertamente ingresar al AfD para hacer un frente común antisistema, como para comprobar que los opuestos se atraen y que el centro político está casi en extinción.

Las próximas elecciones generales de febrero serán su prueba de fuego. El canciller Olaf Schölz está casi de salida y las encuestas ya prevén una victoria de la derecha tradicional, con Friedrich Merz (del partido de Angela Merkel) a la cabeza. Es posible que BSW no consiga más del 5% de votos, pero podría ser el inicio de una fuerza que puede inclinar la balanza de poder en Alemania o reconfigurar por completo el panorama político del país más influyente de la Unión Europea.



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Gisella López Lenci es Periodista

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