En la tarde de ayer, el candidato de Acción Popular, Jorge Muñoz, se convirtió en el nuevo alcalde de Lima, con más de diez puntos de ventaja sobre el segundo lugar, según el conteo rápido. Resulta difícil exagerar la sorpresa del desenlace de la campaña, tomando en cuenta que el mismo Muñoz, hace solo dos meses, registraba un magro 2% en los sondeos, bastante lejos de quienes por entonces asomaban como favoritos: Renzo Reggiardo, Daniel Urresti y Ricardo Belmont.
Termina así un proceso electoral que fue, de muchas maneras, bastante particular. Primero, por la gran cantidad de postulantes (20) que terminaron abarrotando las cartillas de votación. La veintena de candidatos, solo en Lima, hacía prácticamente imposible que el elector pudiera informarse a detalle sobre los planes de gobierno de cada uno, y complicaba la realización de los debates. Segundo, porque hubo momentos de alta incertidumbre, como en el caso de la lectura de sentencia que terminó absolviendo al candidato Urresti… a solo cuatro días de los comicios o la promoción de un debate exclusivo entre los candidatos Reggiardo y Belmont en Barrios Altos (finalmente cancelado). Quizá todo este cúmulo de factores explique por qué hace un mes el 52% de limeños afirmaba no tener definido su voto, y por qué las adhesiones al señor Muñoz aumentaron súbitamente.
Así las cosas, ahora que el acciopopulista ha resultado ganador, se yergue frente a él un abanico de retos que deberá atender, de ser posible, desde antes de asumir el cargo en enero.
Uno de ellos es el de la inseguridad ciudadana. Según el sondeo de Lima Cómo Vamos de marzo, el 75% de limeños considera este el principal problema de la ciudad. Por su parte, la encuesta nacional de victimización 2017 del INEI reveló que el 29,4% de capitalinos mayores de 15 años sufrió algún suceso delictivo durante el año pasado (Villa El Salvador, Villa María del Triunfo, Santa Anita y Ate fueron los distritos con las tasas más elevadas). Si bien el principal actor encargado de reducir la inseguridad es el Ministerio del Interior, la municipalidad puede apoyar a través de la coordinación de los 43 comités distritales de seguridad ciudadana en aspectos como la formación del serenazgo, la interconexión de cámaras, el patrullaje y la gestión de los puntos de riesgos de la ciudad.
El transporte también es otro desafío apremiante. En julio, Alfonso Florez, de la Fundación Transitemos, señaló que el limeño pierde entre 3 y 4 horas diarias desplazándose entre su casa y su trabajo, y que la ciudad padecía un atraso de 80 años en transporte público. Las obras atascadas durante años, como la expansión del Metropolitano, no solo se han vuelto necesarias, sino urgentes. Y aunque ahora la Autoridad de Transporte Urbano (ATU), a la espera de una segunda votación en el Congreso, concentrará este empeño, la municipalidad debería acompañarla desde sus primeros pasos.
La basura y las áreas verdes también ameritan un tratamiento efectivo, más aun para una ciudad como Lima, que expectora diariamente alrededor de 8.670 toneladas de desechos. Las labores de prevención ante desastres naturales, de igual manera, deberían trabajarse a consciencia para no tener puentes cayéndose o ríos desbordados que deterioran la infraestructura, como pasó en el último fenómeno de El Niño. Finalmente, los Juegos Panamericanos del 2019 son otro desafío contra el reloj, con gran cantidad de construcciones que intentan ganarle al calendario. La administración entrante debe apostar por revitalizar el espacio público, hacer que el ciudadano lo disfrute y mejorar la calidad de vida del vecino.
Sería mezquino negar la correcta labor que realizó Muñoz al frente de Miraflores. Sin embargo, Lima, como sabemos, implica un desafío considerablemente más complejo. El nuevo ocupante del sillón metropolitano tiene la oportunidad de emular a Alberto Andrade, el último alcalde que forjó un trayecto similar. El camino se inicia ahora.