Mario Ghibellini

Un filósofo amigo solía decir que, en la corte, los chistes del emperador siempre son graciosos. Hasta el bufón, que algo ha de saber del oficio, los celebra como si fuesen brotes de ingenio. Y entonces el emperador –o la emperatriz o la reina o la presidente– cree que de verdad tiene aptitudes para la comedia y se aficiona a repartir chanzas y chascarrillos cada vez que coge el micrófono, como en una dilatada función oficial de aquello que los anglosajones denominan ‘stand up comedy’. Lo cierto, sin embargo, es que y poder se avienen mal.

Ilustración: Composición GEC
Ilustración: Composición GEC

El humor es, más bien, un arma contra el poder, pues desbarata su solemnidad y su farsa, y por ello funciona con frecuencia como instrumento de denuncia. Cuando el que ejerce el poder intenta ponerse gracioso, lo que le sale generalmente es una gansada irremediable o un bofetón abusivo. Durante su breve estadía en Palacio, PPK nos dio buenos ejemplos de lo primero (matizados habitualmente con una interpretación personal del baile de San Vito). Y, de lo segundo, tuvimos muestras abundantes mientras Hugo Chávez encabezaba la dictadura venezolana. La imitación que Nicolás Maduro hace de esos arrebatos bolivarianos, entre tanto, presenta la paradoja de ser ridícula pero no producir hilaridad.

Nuestra actual gobernante, por su parte, no es extraña a la fantasía de sentirse favorecida por la musa Talía. Hasta hace poco cultivaba en realidad solo la vertiente candelejona de su, digamos, arte (“¿acaso hay extraterrestres dirigiendo el país?”, “pónganme 00, así estamos empatados y nos vamos a penales”, etc.). Esta semana, no obstante, aprovechando una visita a su Apurímac natal, chapó micro en una actividad oficial y se lanzó con todo a practicar la ofensa desde arriba.

–Stand up tragedy–

La función empezó con un desperezamiento de sus reflejos autoritarios, a través de la sugerencia de que los que “caminan con voces discordantes” son traidores a la patria y con una directa conminación a sus críticos. “¡Basta de palabras discrepantes!”, les ordenó en tono estentóreo. Cuando ya había calentado, sin embargo, vino lo mejor. Con la sonrisa de los que confían en su chispa contagiosa, se dirigió al gobernador regional Percy Godoy, que estaba a su lado, y le soltó: “No sea opa, gobernador, pues; aproveche ahora que su paisana es presidenta”. ‘Opa’, por si acaso, es una voz derivada del quechua que quiere decir ‘tonto’ o ‘idiota’, de manera que es un insulto sin coartadas. Y la prueba de que así fue percibido es lo que el propio Godoy señaló en un comunicado divulgado al día siguiente de la pachotada presidencial. “En la sociedad andina, términos como este representan una forma de menosprecio, por lo que exijo respeto a mi dignidad como autoridad”, escribió el gobernador regional… Sin que se conozca hasta ahora reacción alguna del Gobierno o la mandataria.

Mención aparte merece el remate: “aproveche ahora que su paisana es presidenta”, pues insinúa la posibilidad de un favorecimiento desde el poder a Apurímac por la sola circunstancia de ser el lugar de origen de quien hoy habita Palacio. Una oferta de mimos que recuerda el trato privilegiado que el general Odría le dispensó a Tarma, cuando no las gollerías de Vizcarra hacia ciertos moqueguanos o las de Pedro Castillo a determinados chotanos cuando estaban en la misma situación en la que hoy se encuentra la señora .

Sea como fuere, resulta claro que los chistoretes de la jefe del Estado tienden más a la tragedia que a la comedia. Y que últimamente se han vuelto tan desatinados, que ya ni en los bufones de su corte provocan risa.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista

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