En aparente calma, sin casi resistencia, Vizcarra aceptó su suerte y Manuel Merino asumirá la suya (Foto: Congreso).
En aparente calma, sin casi resistencia, Vizcarra aceptó su suerte y Manuel Merino asumirá la suya (Foto: Congreso).
Fernando Vivas

Somos presos de nuestras reglas y humores. Y no queda más remedio que acatarlos en espera de un bien esquivo: la estabilidad y concordia necesarias para llegar reactivados al Bicentenario de la República el 28 de julio del 2021. Tal efemérides parecía cercana, pero vaya que nos está costando el alma recorrer el último tramo. Ya van más de 80 mil muertos por la pandemia (según el exceso de muertos reportado por el Sinadef), una crisis económica que ha revertido todos nuestros indicadores de progreso y, ahora, nos cae el súbito gobierno del presidente .

La regla era demasiado simple y el humor bastante subjetivo: para vacar al presidente hacía falta que lo decidiesen 87 congresistas, tras cualquier revelación de grueso calibre que pusiera en duda su capacidad moral. Hubo no una, sino varias, y los medios hemos contribuido a difundirlas. También hemos difundido encuestas en las que una gran mayoría de la población, 78% según último sondeo de Ipsos Perú, piensa que era mejor juzgar a al fin de su mandato.

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Pero ha sido otra mayoría que se presumía fragmentada, la que unió sus pedazos para dar un golpe a Martín Vizcarra, constitucional en última instancia hay que decirlo, pero dislocado de ese sentir mayoritario. Y ha esgrimido una consigna, la lucha contra la corrupción, que se contradice con los antecedentes de algunos de los más connotados promotores de la .

Por cierto, Martín Vizcarra, en su defensa ante el pleno del Congreso, cometió la temeridad –según comentarios de fuentes promotoras de la vacancia- de mencionar que había 68 congresistas con procesos de investigación de las más diversa gravedad o consistencia. Ello habría ayudado a convencer de bajarle el dedo a varios parlamentarios molestos por la inoportuna homologación. La judicialización de la política llegó al paroxismo.

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Tras el primer frustrado proceso de vacancia de setiembre; el Congreso no soltó a Vizcarra porque este tampoco lo soltó. La confrontación con el poder legislativo, abusando de la lucha contra la corrupción, se convirtió en estilo presidencial y fue insostenible.

Agregamos un proverbio a nuestras reglas y humores: quien a hierro mata, a hierro muere. Vizcarra se hizo presidente tras dos intentos de vacancia (el segundo se interrumpió por la renuncia de PPK) y ha caído tras el segundo intento contra él. Disolvió un congreso y fue vacado por otro. Es un círculo vicioso y colgado de la Constitución.

Para salir de esta crisis, debemos exigir a los líderes la grandeza que no han tenido al llevarnos hacia ella. Al menos, ya Martín Vizcarra comunicó, en mensaje a la nación, que acata la decisión del Congreso; y ha dicho que respetará el calendario electoral. Tenemos que fiscalizar que cumpla su palabra.

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