La cuarentena desde el privilegio convierte cualquier tipo de queja en un despropósito, y a todo aquel que pretenda romantizarla, en un idiota. Quienes estamos rodeados de nuestra familia, sin la preocupación de que estar en casa significa poner en alto riesgo nuestra supervivencia, deberíamos enfocarnos en que, a pesar de la crisis, nuestra situación nos permite ayudar al que está en un momento más difícil.
Ha habido acciones maravillosas en el mundo tratando de buscar un apaciguamiento mental, menos dolor del ya causado, a todos aquellos que realmente no tienen idea de cómo van a sobrevivir. Se viralizó la historia local de un empresario que decidió perdonar el arrendamiento a sus inquilinos, la mayoría de ellas mujeres venezolanas que trabajan en Gamarra y que se pusieron a llorar del agradecimiento cuando se enteraron la noticia.
Frente al cierre de sus restaurantes, dos cadenas de sangucherías locales han realizado acciones que han merecido aplausos y reconocimiento. Una pagará el sueldo a sus trabajadores y sus utilidades; otra decidió repartir su comida entre todos los empleados asegurándoles que apenas las cosas mejoren, retomarán sus puestos.
Muchos se han hecho voluntarios para ayudar a todo aquel que se sienta vulnerable para salir a la calle y encargarse de sus compras. Otros profesionales se han ofrecido para resolver las dudas médicas que tengamos (imagino que son miles); hay quienes están donando su tiempo ofreciendo clases abiertas en línea para ocupar nuestro tiempo.
Esto nos llena de esperanza en una coyuntura tan sui generis como irreal, tan absolutamente nueva para todos en cualquiera de sus dimensiones.
“No me lo creo”, “parece una película”, me Está en nuestras manos En cuarentena, no te olvides de los demás dicen mis amigas, mientras mis hijos –después de haber celebrado la dinámica de colegio en casa– despotrican de la misma y están tan aburridos que ayer se voluntariaron para hacer la comida y literalmente terminaron haciendo todo ellos solos. Un pequeño paso para la humanidad, pero un salto en su educación.
Sé que muchos de nosotros estamos en casa igual: sin trabajo de por medio, sin futuro concreto. Mi marido no para de hablar por teleconferencia, preocupadísimo por lo que vendrá –eso que ninguno sabe– y sobre lo que especulamos, generándonos más ansiedad. Pero eso no puede servir como excusa para no darnos cuenta de que, en medio de esta situación, hay quienes se encuentran literalmente abandonados a su suerte y si está en nuestras manos poder colaborar con la tranquilidad del otro, hagámoslo. Si en casa tienes personas que se encargan de darte servicios, primero reconoce que, como tú y tu familia, tienen derecho a permanecer en su propia casa. Y si por decisión personal ha tomado la elección de hacer la cuarentena contigo, garantiza que tenga a su alcance los mismos cuidados que ustedes.
Si te has quedado sin ayuda en casa, créeme que, aunque reniegues sí o sí, aprenderás a hacerte cargo no solo de ti mismo, sino de tu hogar. Aprenderás cosas que te servirán para la vida, así como tu familia, a quien deberías delegar ciertas responsabilidades dentro de casa: todos lavan sus platos, tienden sus camas, limpian sus baños, se hacen el desayuno, cocinan, etc. Piensa que serán adultos independientes y sabrán hacerse cargo de sí mismos.
Desde el principio decidí no alarmarme tanto, incluso al principio recibí críticas de familiares porque no estaba prestando atención a la magnitud del asunto y aún no había ido a llenar mi despensa de papel higiénico.
Creo que alarmarnos no nos hace nada bien; llenarnos de cortisol nos afecta a nivel físico y emocional; la angustia nos hace daño y baja las defensas. G
Guardemos la calma desde el privilegio que tenemos: los que estamos con nuestra familia, ahora más cerca que nunca para conversar mirándonos a la cara, compartir almuerzos y cenas, intercambiar dinámicas de juego y competencia, decirnos cuánto nos queremos y disfrutar de la compañía; los que estamos solos, para conocernos más que nunca y para comunicarnos con quien necesitamos hacerlo. Recuerda: no tienes por qué sentirte en abandono y cualquier cosa me escribes (lsalbist@gmail.com). Hagamos lo que podamos por quienes no la están pasando nada bien. Ánimos para todos. //
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