(Foto: Ana Lía Orézzoli)
(Foto: Ana Lía Orézzoli)
Arturo León

Todos lo conocen como el ‘Aventurero’. Le dicen así desde que creó el negocio que lleva el mismo nombre. Pensar que Joel Villar no le tenía fe a su idea. Y se entiende. Prácticamente, nadie visitaba la laguna San Nicolás. Pero hace siete años este poblador de Namora, junto con otros compañeros, se arriesgó. No podía permitir que semejante belleza natural del distrito de Cajamarca siga siendo una especie de tesoro escondido. Hoy, El Aventurero es tres en uno: restaurante, hotel y agencia de turismo.

Al lugar llegan hasta 30 personas en días normales; 80, en temporada alta. Sea la hora que sea (a menos que haya anochecido), es indispensable hacer un paseo por el lago, que mide dos kilómetros de largo y casi lo mismo de ancho. La embarcación de totora le da un plus a la excursión. Puedes tocar el agua con tus manos, dejar que los sonidos de la naturaleza se apoderen de tus oídos y hacer un fotón como si tuvieras el último iPhone. Hasta te vas a olvidar de los rayos del sol y los cientos de mosquitos que están a tu alrededor. La vuelta incluye una mirada al criadero de truchas que abastece el restaurante. Ahí la comida siempre es fresca.

CUERDAS DE PRIMERA
Si algún día visitas Namora, tienes que regresar con una guitarra. Así sea del tamaño de un USB. Son más de 200 las familias (de una población total de 9 mil habitantes) que se dedican a la fabricación del instrumento de música más usado por los cajamarquinos. De hecho, en la pequeña plaza central del pueblo, que está a 30 minutos de la laguna, hay una guitarra gigante (y a su lado un violín del mismo tamaño), debajo del letrero con el nombre del distrito.

Antes de visitar el taller de Guitarras Pérez hacemos una parada obligada. Namora también es conocida como la ciudad del alfajor y tenemos que probarlo. No se parece en nada al que estamos acostumbrados. Para empezar, es más grande y crocante. Podríamos decir que tiene la textura de una galleta delgada. La forma de las capas que cubren el relleno (miel de caña) no es redonda. Tampoco plana. Es ovalada y de alto relieve.

Llegamos al local que maneja José Luis Pérez. No somos los primeros en hacerlo. Como cada día, un grupo de turistas están sentados alrededor del dueño. Él les cuenta cómo se confeccionan las guitarras; cuáles son de cedro, caoba y otras maderas; cuánto cuestan (desde 100 hasta 3 mil soles); cuántas se venden (30 al mes) y otros datos. Luego toca el charanguito y lo acompaña un cantante de coplas. De fondo, varios metros, la laguna.

La imagen que nos queda de él es perfecta para el día en que uno se retire. //

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