“¿Cuánto crees tú que debe durar tu silencio para crear la atmósfera ideal en esa escena?”. La cuestión la tiene pensada ya Ramón García, el hombre que solloza con los huainos, que va a misa dos veces a la semana y que empezó en la actuación por las chicas. El tipo que nunca se toma en serio. Comenzará a planteársela a los alumnos de sus talleres después del 26 de octubre, cuando se estrene su última película, "La luz en el cerro". Por eso no puede esperar más para volverla a ver y analizarla casi cuadro por cuadro. Quiere detectar sus propios defectos. Buscar enmienda. Debate. Tuvo la chance de hacerlo en el Festival de Cine de Lima, cuando la proyectaron, pero no pudo. “Me emocioné y eso me lo impidió. Yo soy medio sonso y lloro por cualquier cosa”, se excusa mientras toma avena caliente. En el thriller nacional es Padilla, un tombo solitario y estricto involucrado en la extraña muerte de un pastor en un pueblo de los Andes. En la ficción, el suceso conmociona a todos porque se relaciona con una leyenda. En la realidad, el suceso conmueve a García porque esta le había sido contada, cuando chico, por la familia cusqueña de su madre querida.
Otra pregunta vinculada al arte de pretender ser otro también estaba clavada en su cabeza a inicios del 2016. “¿Cuántas veces más va a repetir Jude Law ese monólogo eterno sin equivocarse ni-un-a-so-la-vez?”. Están en Italia, en los famosos estudios Cinecittá, grabando el último episodio de la serie de HBO, "The Young Pope" (El papa joven). El chalaco de 67 años, el actor y director por cuatro décadas de teatro, cine y televisión, se ha puesto la sotana del irreal cardenal Aguirre y es parte de la escolta divina durante una aparición pública del Santo Padre. Aquí no tiene parlamento, por eso se concentra en la performance de Law, que hace de Pío XIII. Las 347 mil repeticiones, que nada tienen que ver con el trabajo del dicho actor inglés sino con asuntos técnicos, no le mueven un pelo al rubio protagonista, ninguno de los pocos que le quedan. Él, impertérrito y exacto como una campanada del Big Ben, enuncia el texto perfecto. “No ponía ni una palabra más, ni una menos, el desgraciado. Yo decía, este es una bestia. De quien más aprendí en todos los meses rodando allá”, confiesa.
Vaya que la gracia de la congratulación le fue concedida durante esa experiencia, aunque a él todavía le cuesta reconocerlo. Va el hecho: en otra escena sostenida entre Law y García, con un diálogo en español que ya se viralizó por San Internet, Prelado y Cardenal hablan de la necesidad de que el primero tenga más contacto con los feligreses, del buen humor y de la estupidez humana. La escena fluye grácilmente hasta que culmina y el tremendo Paolo Sorrentino, ganador del Oscar y director de la serie, vocifera corte. García, aún con la resaca de la concentración, no se ha levantado de su sitio y es entonces que el protagonista de "Closer" y "Alfie" camina hacia él y le extiende la mano para felicitarlo. Le sigue Sorrentino, que en un inglés con acento napolitano le palmea el hombro y le suelta: “Excellent, Ramón, Excellent…”. “Me quedé quieto y pensé: entonces, seré actor, pues…”, narra y ríe. No es falsa modestia, ni mucho menos poca autoestima. Ramón García sabe que lo es, solo que tampoco hay que hacer tantísimo aspaviento.
Sepa más de los inicios de Ramón García en la actuación, cómo salió de una etapa oscura en su vida con las drogas y de su encuentro con Diane Keaton en la serie The Young Pope mañana en la edición impresa de la revista Somos.