Por Álvaro Rocha
Para llegar a Bambamarca, tomamos la única carretera asfaltada que se dirige al norte de Cajamarca (en Google Earth está identificada como la vía 3N). Para ir hay que hacerlo por cuenta propia, pues no hay operadores o agencias que ofrezcan la ruta. Si no llevas tu propio vehículo, puedes tomar una combi en la cuadra 11 de la avenida Angamos, en Cajamarca. Estos vehículos salen cada 15 minutos y el pasaje cuesta S/15. Ten en cuenta que en el camino pasarás por Yanacocha y luego por Hualgayoc.
Destreza y tradición
A diferencia de Celendín, donde usan paja toquilla para confeccionar sus sombreros, en Bambamarca usan fibra de palma procedente de Ecuador. No son sombreros comunes, gozan de merecida fama por su calidad y arte. Sin embargo, el título de la “ciudad de los sombreros” le sigue perteneciendo a Celendín, ya que Bambamarca es conocida como la “ciudad de los balcones”. Un título bien merecido pues todavía se pueden apreciar vetustos y largos balcones que alcanzan media cuadra de extensión.
Maravillas en piedra
El siguiente punto de nuestra ruta es el bosque de piedra de Negropampa, al noroeste de Bambamarca (a 20 kilómetros). El sitio es ideal para un plan familiar. “No es como Cumbemayo, donde hay que caminar mucho y la altura te afecta. Incluso, las personas de la tercera edad pueden disfrutar de este espacio natural sin problemas”, apunta Miguel.Otra ventaja es que puedes ir en auto hasta el mismo bosque.
Negropampa es lo más parecido a un parque de diversiones, pues hay muchos pasajes, cuevas y laberintos donde los niños pueden jugar a las escondidas. También piedras verticales con muchas hendiduras para practicar la escalada en roca. Y, claro, se aprecian figuras de animales y rostros humanos. Hay que recorrerlo a pie para ver las figuras, grutas y pasadizos subterráneos. Es aconsejable quedarse como mínimo una hora para apreciar su belleza y perderse entre sus laberintos.
La perspectiva visual es formidable: está rodeado de campiñas de encendidos verdes, casitas de adobe y tejas, y gente pastoreando. A nuestro paso por aquí habría que añadir una aclaración con el nombre de Negropampa. Más de uno lo denomina así, porque está cerca a esta comunidad, pero en realidad el lugar donde se encuentran la mayoría de figuras se llama Auque (término quechua que quiere decir “viejo, lo antiguo”).
Como todavía el día no cerraba sus pestañas, regresamos a Bambamarca, y cruzamos el río Llaucano por el puente de Corellama, en cuya construcción –realizada en 1889 por un arquitecto italiano– se emplearon miles de huevos para crear una masa especial para unir las piedras de calicanto.
A solo 15 minutos al este de la ciudad, en las faldas de un cerro que los lugareños llaman “Perfil de Cristo” (se aprecia desde la corona de espinas hasta la espesa barba), se encuentra la ex hacienda de Chala, que aún conserva habitaciones, corredores, patios, y una majestuosa iglesia colonial con santos labrados y pulidos en madera. Salimos y nos topamos con una plazuela, y en medio de ella se estiraba un colosal pino de Chipre de más 30 metros de altura, y 120 años de antigüedad, según el investigador César Mejía. No hubo mejor manera de despedirnos, rodeados de historia, naturaleza, y un celaje que iba adquiriendo tonos naranjas y púrpuras.