Entre las tantas revoluciones de la década prodigiosa de 1960, desde Los Beatles hasta el primer hombre en la Luna, la minifalda sigue siendo uno de los íconos más perdurables de la época.
Aunque hay distintas opiniones sobre quién inventó la abreviada prenda -con Mary Quant, André Courrèges, John Bates y Jean Varon compitiendo por el título-, la plataforma de lanzamiento de la minifalda en Londres fue la diseñadora local Quant, quien en ese entonces era el motor de la moda en una ciudad que estaba marcando el ritmo.
“La minifalda fue un fenómeno extraordinario y tuvo un gran impacto ya que era parte de la cultura juvenil emergente de la década de 1960”, le dice a la BBC Valerie Steele, directora y curadora en jefe del museo del Fashion Institute of Technology de Nueva York.
“Fue en gran medida una expresión de esa cultura de los jóvenes y del inicio del movimiento de liberación sexual que trajo la invención de la píldora anticonceptiva. Fue como un momento histórico”, agrega.
“En los años 20 ya había habido algo parecido con una cultura juvenil y faldas cortas, pero a pesar de que las mujeres jóvenes de la década de 1920 eran consideradas más libres sexualmente que sus antecesoras -podían salir con sus parejas sin supervisión, elegir a su futuro cónyuge, besar a varios hombres antes de casarse e intercambiar caricias-, seguían amenazadas con lo que siempre había limitado la libertad sexual de las mujeres: el peligro de quedar embarazadas”.
Una falda para el auto
Pocas mujeres, en su mayoría deportistas, habían usado minifaldas hasta que Quant empezó a venderlas en su mítica boutique Bazaar de la igualmente mítica calle King's Road.
Pero ella había experimentado con algo similar en su juventud, cuando se enganchaba la falda de su uniforme escolar hacia arriba para “tener un aspecto más interesante”.
La musa de Quant fue una bailarina de zapateo a la cual espiaba en el estudio de danza donde tomaba clases de ballet.
“Una vez, escuché la música que venía de al lado y cuando me asomé vi una clase de zapateo y en el medio de la habitación, una chica un par de años mayor que yo, que reflejaba todo lo que yo quería ser”, le contó Quant a la revista The Week.
“Tenía puesta una falda corta plisada de unos 25cms. de largo, con un ajustado suéter negro, medias negras y un corte de pelo bob. Lo que me sorprendió fue cómo toda su apariencia se enfocaba en lo que tenía en sus pies: un par de calcetines blancos y un par de zapatos de zapateo con correas en los tobillos... Desde ese día quedé fascinada con esa hermosa imagen de piernas y los tobillos”.
Quant, quien cumplió 80 años en febrero, nombró a su famosa minifalda por su coche favorito, el Mini Cooper. “El miniauto combinaba perfecto con la minifalda; hacía todo lo que uno quería, se veía genial, era optimista, exuberante, joven, coqueto... todo en su justa medida”, dijo Quant en el documental “Mary Quant, Mini Cooper, Minifalda”.
Obscena
Con una embriagante mezcla de mensajes, las coquetas minifaldas de Quant comunicaban una inocencia traviesa y la actitud juguetona femenina, mientras que le daba un golpe rebelde a la generación reprimida de la posguerra de la década de 1950, que creció entre diseños utilitarios básicos.
Con su audaz dobladillo corto, la minifalda -que en ese entonces se usaba con zapatos bajos de correa o botas altas con cierre y medias gruesas con colores fuertes- desafió a la sociedad haciendo tambalear los valores conservadores.
“Los hombres de negocios golpeaban la vitrina y gritaban: 'Es obsceno, es desagradable'. Extraordinario, ¿no?”, exclamó maravillada Quant en una entrevista con Alexandra Shulman de la revista Vogue británica. Entre sus detractores se contaba nada menos que Coco Chanel, quien tildó a la minifalda de “sencillamente horrenda”.
“Desde los 30 hasta los 50, se desarrolló una actitud cada vez más conservadora. La cultura juvenil de la década de 1960 rompió dramáticamente con eso, a pesar de que tenía sus raíces en la década de 1950”, observa Valerie Steele.
Para Quant, fueron las chicas en la calle quienes se inventaron la minifalda. Sus clientas hasta le pedían que acortara más sus creaciones. “Todo comenzó en Chelsea (barrio londinense). El ánimo era el de romper las reglas”, dijo la diseñadora al diario Sunday Mirror.
¡Hora de recreo!
Antes de la década de 1960 las mujeres debían vestirse como sus madres; después las jóvenes se empezaron a vestir como jóvenes.
De repente, la moda con su sacudida de colores de crayolas, que contrastaban con los opacos colores amarillos y marrones de la posguerra británica, todo parecía un patio de recreo, con Twiggy encabezando el movimiento.
Con aspecto andrógino, piernas desgarbadas, cabello al estilo Peter Pan, ojos seductores de Bambi y pestañas maquilladas, la modelo británica se alejó de la elegancia de debutante de las modelos de la década de 1950.
Manteniéndose fiel al índice del dobladillo, según el cual el dobladillo de las faldas refleja los precios de las acciones, la minifalda capturó perfectamente el auge londinense de la década de 1960.
Y, con la locura mundial de Los Beatles y Los Rolling Stones, la demanda de las faldas cortas despegó rápidamente (afianzando la tendencia, Jackie Kennedy eligió un vestido blanco y corto de Valentino para su matrimonio con Aristóteles Onassis en 1968).
Si bien la popularidad de la minifalda se vio opacada por la nueva silueta hippie de los pantalones acampanados y las faldas sueltas, la prenda se ha convertido en un clásico, resurgiendo durante la década de 1980, con las faldas “rah-rah” y los trajes con faldas cortas.
¿Límite de edad?
Recopilando varias personalidades a lo largo de los años, con variaciones en el largo, materiales y accesorios que proyectan distintos ánimos, la minifalda, más que cualquier otra prenda, es un símbolo de la juventud.
Con mujeres que quieren estirar los límites de edad impuestos por la sociedad, en particular durante esta época de celebridades con cuerpos estupendos, la pregunta es cuál es la edad adecuada para el usar minifalda.
Según un estudio reciente realizado por la tienda de departamentos británica Debenhams, a las mujeres les gusta vestir minifaldas hasta los 40 años de edad, mientras que en el año 1980 las mujeres dejaban de ponérselas a partir de los 33 años.
Sin embargo, tal punto de vista democrático sigue siendo un tanto miope.
¿O límites a la libertad?
Con las prohibiciones que rigen en varios países, la minifalda no ha ingresado en ciertos territorios.
Tan recientemente como en 2010, el alcalde de un balneario italiano, Castellammare di Stabia, le ordenó a la policía multar a quien usara una minifalda “demasiado corta”, mientras que a finales del mes de febrero, 200 mujeres tomaron las calles de la capital de Uganda para protestar contra la nueva legislación antipornografía, apodada la “ley de la minifalda” por los medios locales, la cual le prohíbe a las mujeres mostrar sus muslos, pechos y nalgas y vestirse de manera indecente para provocar sexualmente.
Cincuenta años después de su invención, la prenda todavía tiene muchas barreras que romper.
“Con el aumento de los distintos tipos de fundamentalismos religiosos en todo el mundo, hay una reacción en contra de las mujeres y de la liberación sexual”, dice Steele.
A pesar de que el factor de impacto inicial de la minifalda ya quedó atrás en la mayoría de las ciudades occidentales, así como en ciudades como Tokio o Shanghái, “en muchas partes del mundo, definitivamente yo dudaría antes de ponerme una minifalda”, agregó.
No obstante, “si miramos hacia adelante, tenemos la esperanza de un futuro más libre mientras que si miramos hacia atrás vemos un pasado más restrictivo, y la minifalda es un símbolo de ello”.