Yo creé al personaje. Yo creé el traje. Yo creé todas esas series”, refirió Jack Kirby. (Foto: Marvel)
Yo creé al personaje. Yo creé el traje. Yo creé todas esas series”, refirió Jack Kirby. (Foto: Marvel)
Caroline Gibu

El 1 de enero, aún con las últimas noticias encima y varios mensajes en los chats y en las redes, decidimos ir al en familia porque la realidad ya superó largamente a la ficción y qué mejor que meterse en una película de superhéroes para recargar inspiración.

La película, que no fue otra que “: un nuevo universo”, culmina con una famosa frase de : “Esa persona que ayuda a los demás simplemente porque debería o debe hacerse, y porque es lo correcto, es, sin duda, un verdadero superhéroe”.

Salgo del cine y pienso en mí, en mi hija y en las muchas personas que transitan por las calles y deseo que nos convirtamos no en superhéroes, pero sí en verdaderos ciudadanos: que desde el lugar donde estemos y la función que tengamos –como alcalde o gobernador, como dueño de un negocio, como jueza o fiscal, como conductora de un auto, como estudiante o como trabajadora del hogar– entendamos que el bien común, más que el beneficio personal, es lo correcto, y que la ética y el respeto a las normas, pero sobre todo el respeto al otro nos generará una mejor sociedad.

El mayor reto de innovación pública para lograr una mayor competitividad país es incentivar a las personas a convertirse en mejores ciudadanos. Que paguen impuestos, que no infrinjan la ley, que no contaminen, que generen lazos de solidaridad preventiva, que participen, se informen y denuncien, que expresen su voz y marchen pacíficamente cuando sea necesario, y un largo etcétera.

Una mayor productividad, gracias a la tecnología, no nos convertirá en un país de primer mundo. Los últimos acontecimientos nos enseñan que, sin integridad y transparencia, seguiremos condenados a ser un país subdesarrollado por falta de institucionalidad.

Entonces, ¿qué se puede hacer para impulsar una ciudadanía integral? Laura Liswood en su libro “The Loudest Duck” indica que las personas pueden cambiar por dolor, interés propio o por una visión: “Puedo cambiar porque es demasiado doloroso permanecer donde estoy. Incluso puedo cambiar porque está claro que ganaré con el cambio. Lo más probable es que cambie, porque tengo la visión para entender que es interés de todos cambiar”.

Los servidores públicos pueden innovar generando sanciones o incentivos positivos –garrotes y zanahorias/ dolor y recompensa–, pero quizás la innovación más disruptiva, más eficaz, un poco más difícil de lograr, pero más sostenible, es una combinación de ambos enfoques sumada a una visión inclusiva y envolvente que anime a todos, o por lo menos a muchos, a hacer lo correcto.

Ejemplos en el Perú de formación ciudadanía existen. No son logros individuales, de superhéroes solitarios, sino de equipos multidisciplinarios que supieron estudiar y entender las voluntades de las personas. Celebrar el bicentenario con verdaderos ciudadanos es hoy el principal desafío de desarrollo.