Por Jorge Riveros Cayo
Acaba de cumplir 30 años. Nació en Batumi, la segunda ciudad más grande de Georgia, otrora república de la Unión Soviética. Empezó a recibir clases de piano de su madre a los tres años. Ofreció su primer concierto a la edad de seis. Vive actualmente en París y habla cinco idiomas: georgiano, ruso, alemán, francés e inglés. Prefiere leer a Dostoievski que a Tolstoi. Su hermana Gvantsa, también pianista, es su mánager. Y, quizá lo más importante, ha desarrollado un estilo de interpretación muy particular, que le ha ganado cientos de miles de admiradores entusiastas, pero también un igual número de furibundos detractores. Es una mujer sumamente atractiva que ha sido acusada de pretender reemplazar excelencia musical con una imagen voluptuosa.
De algo no cabe duda: Khatia Buniatishvili es una de las pianistas más glamorosas y populares del mundo en la actualidad, quien no tiene reparo alguno en mostrarse tal cual siente la música.
“No creo que ofrezca nada especial en mis interpretaciones”, dijo en una entrevista para France24. “Creo, más bien, que los músicos de mi generación tenemos la posibilidad de lograr una ejecución refrescante y abierta, que produzca esta especie de intimidad con el compositor, sin miedo de ser criticados. Sabemos la forma de hacer renacer la música que ha existido durante siglos”, agregó.
Los críticos más conservadores —curiosamente, casi todos hombres— la han acusado de ser una “intérprete inmadura”. De que, a pesar de tener talento, no sea una pianista seria por imponer tiempos caprichosos en sus interpretaciones. Se ha puesto en tela de juicio su talento musical, bajo un asolapado tinte misógino, por su apariencia y forma de vestir. Ella replicó en el blog A Beast In a Jungle: “Es raro cuando hablan de mi físico o lo que llevo puesto, y quieren vincular eso a mi forma de tocar. Me preocupa un poco porque siempre pensé que era talentosa, mas no bonita. Me parece ridículo entonces cuando plantean las cosas de forma opuesta. Uno no puede controlar la mente de las personas, y en una sociedad democrática todos pueden opinar lo que quieran”.
Pero también ha sido comparada con Martha Argerich, a quien admira sin reparos, precisamente por su “gran temperamento y técnica”. La primera vez que escuchó a la célebre pianista argentina fue a través de un casete que compró su madre. “Me enamoré de ella y se volvió mi ídolo”, contó Buniatishvili. “La conocí cuando tuve 15 años en el Festival de Verbier, en Suiza. Lo que siempre he amado de sus interpretaciones es esa virtuosidad natural que posee en su cuerpo y en su espíritu. Estaba fascinada como oyente, no como pianista. A esa edad, mucha gente decía: ‘Me recuerdas a la joven Martha’,
y mentiría si dijera que no me hacía muy feliz oír eso. Pero no puedo compararme a ella porque creo que ella es de otro mundo”.
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Un buen día Chris Martin, músico, compositor y líder de la banda Coldplay, la llamó. “Me contactó y sugirió que trabajásemos juntos una pieza llamada ‘Kaleidoscope’, del álbum A Head Full of Dreams (2015)”, explicó; en el disco también aparecen Noel Gallagher, Beyoncé y hasta hay un sampleo del expresidente Barack Obama. “Cuando Coldplay apareció en mi vida fue una gran felicidad. No diría, siquiera, un honor. Fue más que eso: solo estaba feliz. Amo la música de ese grupo y fue un placer trabajar con ellos porque pudimos reunir dos universos musicales distintos en este proyecto”, dijo a France24.
La pianista, quien tiene actualmente un contrato de exclusividad con el sello Sony Classical, despliega una conexión con su entorno poco usual sobre el escenario. Basta verla tocar el primer concierto para piano de Beethoven, cuando fue dirigida por el indio Zubin Mehta y acompañada por la Filarmónica de Israel. “No hago deportes el día que toco en un recital o concierto. Quiero conservar esa energía animal —tosca y nada sutil o refinada— que me provee de adrenalina y de una fuerza inmensa que influye en la interpretación que ofrezco sobre el escenario, muy distinta de cómo toco en casa, porque también hay un sentido distinto del tiempo que varía en la manera en la que interpreto una obra musical”, explicó.
Khatia Buniatishvili goza de un gran momento en su carrera. Ha logrado despercudirse del acartonamiento tan usual en los músicos académicos, desarrollando un aura más cercana a la de una artista pop. Su atractivo, en buena parte, radica en el poder de conectar con un público amplio, de procedencia y edad, que valora su estilo lúdico e irreverente, sin que deje de brillar por su interpretación musical, aunque no guste a todos (especialmente a los críticos).
En alguna ocasión el diario inglés The Guardian publicó una crítica que tenía como propósito destrozarla por su interpretación “efectista” de obras de Mussorgsky y Liszt durante un recital. Ella respondió: “Cualquier tipo de arte es creado por seres humanos con el fin de compartirlo con otros seres humanos, no para que sea juzgado. Así, mientras hacemos música sobre el escenario o en cualquier otro ámbito y generamos energía positiva entre ejecutante y público, podemos prescindir de los críticos”. Ahora solo queda oírla tocar y deslumbrarnos.