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Yoko Ono
Enrique Planas

Emociona ver esa escalera de aluminio y madera. Se trata de la obra "Ceiling Painting" (1966), por la cual el espectador puede subir hasta alcanzar una superficie en la que es posible leer, valiéndose de una lupa, un muy sutil 'sí'. La leyenda cuenta que esa pieza dio lugar a la relación entre un fascinado John Lennon y la artista japonesa . "Si hubiera dicho no, me hubiera ido", contaba el ex Beatle.

Nosotros tampoco podemos irnos: "Universo libre", la primera exposición retrospectiva de Yoko Ono en el Perú, es presentada por el Proyecto Amil, en colaboración con el Museo de Arte de Lima (MALI), y es una de las paradas obligadas del circuito propuesto inicialmente la semana pasada por Art Lima Gallery Weekend. Tras dos años de investigación y trabajo con la propia artista japonesa, su curador, el español Agustín Pérez Rubio, articula esta muestra a partir de las denominadas "Instrucciones", espina dorsal del trabajo conceptual de Yoko. Frases simples que nos alientan a realizar acciones cotidianas, curiosas o absurdas, pero siempre poéticas: "Mira el sol hasta que se vuelva cuadrado", "Junten sus sombras hasta que se conviertan en una” o "Pásate una semana riendo". Sus "Instrucciones" –que sustentan sus instalaciones, pinturas, objetos y filmes– comprenden un período que va desde 1955 hasta el 2015.

—John Lennon decía que Yoko Ono era "la desconocida más famosa del mundo". ¿Vivimos un redescubrimiento de su obra?
No se redescubre nada que ya exista. Simplemente hay nuevas lecturas, una puesta en valor, un conocimiento mayor. No se puede hablar de redescubrimiento, porque Yoko Ono fue una artista muy conocida desde los inicios de su carrera, mucho antes de conocer a John Lennon. A principios de los sesenta ya formaba parte de la vanguardia intelectual japonesa, luego se trasladó a Londres y a Nueva York, donde constituyó la contravanguardia del momento, siendo una figura muy importante dentro del movimiento Fluxus junto con Joseph Beuys, Wolf Vostell, Nam June Paik y Charlotte Moorman. Yoko tiene hoy 85 años, y solo 14 de ellos estuvo con John. Amplificó su figura pública junto con él, pero luego continuó por su cuenta. Puedes ver un rigor y una coherencia conceptual que no ha variado en toda su trayectoria.

—¿Qué significó para ella su relación con Lennon?
Para mí, aquellos 14 años son muy positivos, porque se dio una fusión increíble entre los dos. Sin embargo, también generaron algo muy negativo para ella. Ella utilizó a nivel político el altavoz que tenía John como estrella pública, pero por ello la consideraron 'la mujer de', como si fuera el anexo de una figura pública. La gente no conoce su biografía. Dicen que ella se arrimó con el ex Beatle para tener dinero. ¡No saben que Yoko Ono venía de una de las familias de banqueros más ricas de Japón! Su madre provenía de una familia de samuráis. Desde los 5 años estuvo preparándose en canto y piano. Estudió Filosofía a los 16 años junto con Yukio Mishima y el hijo del emperador. ¡Fue Lennon quien fue tras ella! Cuando estudias de cerca la obra de Yoko, te das cuenta de que todos esos años que estuvieron juntos, fue John quien tomó mucho de ella. Un tema como "Imagine", por ejemplo, no se puede pensar sin Yoko. Igualmente con muchas de las performances y los filmes que hacían juntos.

—La misma provocación de protestar desnudos había sido desarrollada antes por Yoko Ono...
Así es. La gente desconoce toda su trayectoria como artista conceptual. Recién entrada la década del 2000 fue que se comenzó masivamente a considerar a esta mujer como parte de la historia del arte. El León de Oro en la Bienal de Venecia del 2010 y la retrospectiva del MoMA en el 2014 fueron los hitos de su homenaje. No hablemos, por favor, de redescubrimiento. Yoko Ono tiene 85 años y se merece el lugar en el que está.

Vista de fotografías, parte de la muestra "Yoko Ono. Universo libre", la primera retrospectiva de la artista Yoko Ono, en Lima (Foto: EFE)
Vista de fotografías, parte de la muestra "Yoko Ono. Universo libre", la primera retrospectiva de la artista Yoko Ono, en Lima (Foto: EFE)

—Sucede algo parecido con María Kodama, la pareja de Borges, en Argentina...
Son dos casos muy diferentes, porque María Kodama no tiene una trayectoria artística, ella vela por los derechos de su marido. En el caso de Yoko Ono, ella tiene un legado, una concepción política y un trabajo conceptual propios. El recelo con María Kodama, a quien conozco muy bien porque era mi vecina en Buenos Aires, es aquel sentimiento raro que se tiene con las viudas de los escritores. Con Yoko pasa otra cosa, es una absurda negación no ver y entender su trayectoria más allá de John Lennon y los Beatles.

—¿Nos quedamos cortos si consideramos a Yoko Ono una artista japonesa de posguerra?
Ella supera esa condición. Sí que hay nociones performativas de ese momento, pero Yoko se mudó muy pronto a Occidente acarreando toda la cultura oriental, y en Londres y Estados Unidos era una más. Como mujer japonesa, ella estaba muy por delante de lo que era la conceptualización de la mujer en el Japón. Ella rompió barreras. Asimiló lo occidental sin dejar de ser una mujer japonesa. Por cierto, ella sigue cultivando hasta hoy sus tradiciones. Y en su país es una artista muy considerada.

—¿Cuánto crees que influyen los haikus, la poesía japonesa, en las instrucciones de Yoko Ono?
¡Es todo un tema! Pienso en su libro "Grapefruit". La primera versión, en japonés, data de 1964 y la hizo a mano. De 1966 es la versión en inglés, que dos años después reeditó con prólogo de Lennon. En 1970 apareció la primera edición en castellano con el título "Pomelo", publicado en Buenos Aires por editorial La Flor [la misma que editaba la Mafalda de Quino]. Yoko siempre quiso respetar esa traducción porteña, pues su traductora, Pirí Lugones, fue una de las desaparecidas por la dictadura. Refiriéndonos a las "Instrucciones", son, más que nada, invitaciones. No tienen un sentido imperativo, son protocolares. Antes del año 55, sus primeras instrucciones no eran escritas, eran textos de tipo performativo. Ni siquiera Yoko recuerda la primera instrucción. Lo que sí se sabe es que la primera escrita fue "Enciende un fósforo hasta que se consuma", en 1955. Lo que ella busca con estos textos es que tú te formes la obra en tu cabeza. Cuando lees: "Mira el sol hasta que se convierta en cuadrado", sabemos que es algo imposible, pero motiva a que cada quien tenga una relación distinta con esa instrucción.

—¿En qué radica el valor de la obra de Yoko Ono dentro de la historia del arte?
En dos cuestiones muy importantes: la primera tiene que ver con la desmaterialización del objeto. ¡Y lo hizo en los años cincuenta, cuando la gente hacía modernidad en pintura! Sus instrucciones marcan un quiebre conceptual en el arte contemporáneo. Hace un siglo, Marcel Duchamp cogió un urinal y dijo: "Esto es una fuente". El objeto se transforma por decisión del artista. Pero aún existe el objeto.

Vista de un mural con fotografías que forman de la muestra "Yoko Ono. Universo libre", la primera retrospectiva de la artista Yoko Ono, en Lima (Foto: EFE)
Vista de un mural con fotografías que forman de la muestra "Yoko Ono. Universo libre", la primera retrospectiva de la artista Yoko Ono, en Lima (Foto: EFE)

—¿Yoko Ono es más radical que Duchamp?
Sí, porque ella pulverizó el objeto. Y con ello, también el mercado del arte.

—Es paradójico: alguien liberada de toda estrechez económica es quien pulveriza el mercado del arte.
Claro. Ella podía hacerlo porque era una chica con la economía resuelta. La otra cuestión por la que Yoko ha pasado a la historia del arte es que asumió la idea de lo comunitario, lo participativo, el sentido común y los valores compartidos; algo que hoy es común, pero que ella hizo desde los años 60. Ella produce la idea de que la obra de arte es una invitación. Si tú no la aceptas, la obra no existe. Tú tienes que realizarla. Incluso si crees que se trata de una tomadura de pelo, ya has reaccionado.

—¿Cuál es el reto de un curador que trabaja con una obra que es, fundamentalmente, no objetual?
No es tan así. Yo quería hacer una exposición a partir de las "Instrucciones" de Yoko, pero ella tiene esculturas, pinturas, filmes. Esta muestra es un recorte de su obra. Eso sí, se trata de la espina dorsal de su trabajo. Las "Instrucciones" son la base para sus canciones y otras piezas.

—¿Trabajar al lado de Yoko Ono ha sido la experiencia más zen de tu vida?
¡No creas! Yoko es una mujer muy fuerte. Por una parte es muy japonesa, y aunque vive en Estados Unidos, solo lleva un pasaporte japonés. Y es muy concentrada, muy empoderada. No solo por la fama, sino por su función social. Ella es una persona sumamente política. Cuando no está haciendo campaña contra el ‘fracking’, está enfrentando a la Asociación Nacional del Rifle. Es una mujer que, a través de su arte, expande gran parte de su posicionamiento en el mundo. Ahora se habla tanto del #MeToo y los feminicidios, pero ella viene pronunciándose sobre ello toda la vida. Es una mujer supervisionaria.

—Para terminar: "Telephone Piece" es una de las piezas más anecdóticas de la exposición. En la galería, un teléfono aguarda la llamada de la propia artista, y cualquier visitante puede responderle. ¿Cuál es el concepto de una obra como esta?
Esa pieza sintetiza muy bien lo que es Fluxus: un continuo entre la vida y el arte, sin diferencias. Para estos artistas, cualquier acción de la vida cotidiana puede ser convertida en obra artística. Así, Yoko Ono tiene su vida en Nueva York y también va a estar aquí, conectando su arte con Lima, llamando por teléfono y esperando que le contesten. Solo ella puede llamar.

MÁS INFORMACIÓN
Lugares: Amil (C. C. Camino Real, esquina con Av. Víctor Andrés Belaunde, San Isidro) y MALI (Av. Paseo Colon 125, Lima).

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