Dentro de algunos años, es mucho más probable que se hable del premio a Mejor Directora que de los vestidos de Zendaya, Amanda Seyfried o Halle Berry. Es más factible que se recuerde el mensaje del Oscar a Mejor Actor Secundario –el del premio otorgado y el del actor al recibirlo-, a que se hable de los diseñadores de tal o cual smoking o los responsables de los looks masculinos más llamativos. Será mucho más sabroso recordar la lista de ganadores y ganadoras de esta noche, que la pasarela de una alfombra roja que pocos recodarán como se hacía antes. Porque la menor duración de los instantes previos y de la ceremonia, ante las limitaciones que ponía la situación actual por la pandemia del Covid-19, fue una oportunidad también para sacarle el jugo de forma más provechosa a los encuentros de la prensa con los artistas y a los propios discursos que estos ofrecieron al aceptar los premios y que, esta vez, no fueron limitados por la música de una orquesta o por las presiones de los productores en la transmisión televisiva: esta vez, la palabra y el mensaje eran, precisamente, lo más importante de la noche.
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Desde los tiempos en que eran admirados directores que ensalzaban al Ku Klux Klan (Como David W. Griffith en “El Nacimiento de una Nación”, 1915), se mandaba a la mesa más oscura y lejana del auditorio a una nominada al Oscar solo por ser afroamericana (Hattie McDaniel, a la postre ganadora del premio a Mejor Actriz Secundaria por “Lo que el viento se llevó”), o se tomaba a un solo –aunque talentoso- actor afroamericano como emblema de una supuesta apertura (Sidney Poitier, Oscar al Mejor Actor por “Lillies of the Field”, 1964) que en realidad tardaría décadas en llegar, mucha agua ha pasado bajo el puente.
Es recién en la última década de este siglo que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood ha tomado en serio la responsabilidad por la inclusión, la igualdad y el fin del racismo en el cine. Esta Norteamérica actual es aquella en la que se condena a los asesinos de George Floyd, no se reelige a un presidente segregacionista y se le da voz a minorías que antes no tenían una tribuna semejante en la cual expresarse.
Precisamente, con un mensaje sobre este tema, arrancó la ceremonia, que tuvo a la actriz y directora ganadora del Oscar Regina King, como primera presentadora de la noche. “Tengo que ser honesta. Si las cosas hubieran sido diferentes la semana pasada en Minneapolis, podría haber cambiado mis tacos por botas para marchar” dijo, en referencia a la condena contra el policía Derek Chauvin, asesino material de Floyd.
“Sé que muchos de ustedes en casa quieren tomar su control remoto cuando sienten que Hollywood los está sermoneando, pero como madre de un hijo negro, conozco el miedo con el que muchos viven, y ni la fama o la fortuna cambian eso”, agregó King.
A pesar de que algunos medios afirman que anoche se registraron los mínimos históricos de audiencia televisiva, con una caída del 58% en comparación a la ceremonia del año pasado, los premios de la Academia han dado un salto verdadero hacia un camino más abierto e inclusivo. Algunos temen que esto opaque el cine más puro y genuino; otros, ven el futuro con esperanza.
Así fue el Oscar 2021.
EL MESÍAS NEGRO
Aunque fue su papel como Chris Washington en “Get Out” (2017) el que lo hizo famoso, Daniel Kaluuya tenía ya varios años de carrera, con apariciones incluidas en series como “Doctor Who” o “Black Mirror”. Sin embargo, en los últimos 4 años su ascenso ha sido meteórico. Gracias a su talento se hizo con el papel del activista Fred Hampton en “Judas y el Mesías negro”, personaje que le ha valido un Oscar a Mejor Actor Secundario. Hampton fue dirigente de los polémicos Panteras Negras, que destacó por su fuerte liderazgo, lo que le valió ser perseguido por agentes del gobierno norteamericano y asesinado en sospechosas circunstancias a los 21 años. En su discurso de aceptación, Kaluuya reivindicó su labor social y su importancia en la unidad de la comunidad negra. “Qué hombre. Estamos bendecidos por haber vivido toda una vida en la que él existió. Gracias por tu luz. Estuvo en esta tierra durante 21 años y encontró la manera de alimentar a los niños con el desayuno. Educó a los niños, brindó atención médica gratuita, contra todo pronóstico”, afirmó el actor, quien al final de su alocución agregó algo de humor: “Tenemos que celebrar la vida. Mis padres tuvieron sexo para que yo esté aquí”, dijo entre las risas del público, incluida su madre, que parecía no saber dónde meterse.
En la categoría de Mejor Película Extranjera –el primer esfuerzo real en la historia del Oscar por incluir el cine de otras culturas, lenguas y naciones- fue particularmente sensible el discurso del director danés Thomas Vinterberg –ganador por “Another Round”-, quien recordó que su hija adolescente fue quien lo involucró con el proyecto y hubiera sido parte de él, pero falleció en un accidente de tráfico poco antes de iniciar la filmación.
Poco después tuvo lugar una de las intervenciones más resaltantes, aunque no fuera a través de la palabra de alguien muy famoso. “Quiero agradecer a nuestros antepasados que hicieron el trabajo, se les negó, pero nunca se rindieron”, dijo Mia Neal, quien al lado de Jamika Wilson –y del español Sergio López-Rivera- se convirtieron en las primeras afroamericanas ganadoras de un Oscar a Mejor Maquillaje y Peinado, gracias a su trabajo en “La madre del blues”. “También estoy aquí mientras Jamika y yo rompemos este techo de cristal con tanta emoción por el futuro. Porque puedo imaginarme a las mujeres trans negras de pie aquí, a las hermanas asiáticas, a nuestras hermanas latinas y a las mujeres indígenas, sé que un día esto dejará de ser extraño, será normal”, completó Neal en un discurso que sintetiza el espíritu de la gala y la expectativa que deja hacia el futuro de todos aquellos que creen en la posibilidad de la igualdad sin barreras.
Aunque en la industria del cine han optado por llamarlo “techo de celuloide”, la expresión “techo de cristal” es usada como metáfora de la barrera invisible que afecta a mujeres o minorías profesionales altamente calificadas en su ámbito laboral. En este sentido, este Oscar podría marcar un hito de aquí en adelante.
OSCAR A TODO COLOR
En uno de los momentos más emocionantes de una gala distinta, se le otorgó el Premio Humanitario Jean Hersholt a la Motion Picture & Television Fund (MPT), que dedicó el reconocimiento a los doctores y trabajadores de salud responsables de tratar a los enfermos de covid-19 durante los últimos meses. Un momento para ponerle pausa a las películas y recordar en qué mundo vivimos hoy.
A continuación, pudimos ver a Bong Joon-ho -director ganador de tres premios de la Academia el año pasado por Parasite- dirigirse en coreano a los nominados a Mejor Director. En esta categoría, también se hizo historia, pues Chloé Zhao, responsable de “Nomadland”, se convirtió en la segunda mujer en ganar un Oscar, tras Kathryn Bigelow. Es, además, la primera china en lograrlo. Nacida en Pekín, hace 39 años, Zhao dijo en su discurso: “Esto es para cualquiera que tenga la fe y el coraje para aferrarse a la bondad en sí mismos. Y para aferrarse a la bondad en los demás. No importa lo difícil que sea hacer eso”.
En otro momento llamativo, el cortometraje “Dos perfectos desconocidos” obtuvo el Oscar a Mejor Corto Documental. En él, se exponen los abusos policiales contra la población afroamericana. “Mañana la policía matará a tres personas, pasado mañana a otras tres… y, desproporcionadamente, a los que mata son personas afroamericanas. Lo más despreciable que puede tener alguien es la indiferencia al dolor ajeno. Policías, por favor no sean indiferentes a nuestro dolor”, dijo el comediante Travon Free al recibir el premio, compartido con Martin Desmond Roe.
Otra de las mejores películas de este año, “Sound of Metal”, la historia de un baterista de rock que está perdiendo la audición, obtuvo el premio a Mejor Sonido y se convirtió en un vehículo para la inclusión de personas con discapacidad auditiva en varios momentos de la gala. Por ejemplo, cuando Marlee Matlin presentó el premio al Mejor Documental, lo hizo con lenguaje de señas. En 1987, ganó el Oscar a Mejor Actriz por su actuación en “Hijos de un dios menor” y es, hasta ahora, la única actriz sordomuda en haberlo logrado.
Minutos más tarde, en una de las sorpresas de la noche, la actriz surcoreana Youn Yuh-Jung, nueva en Hollywood, pero con una larga y reconocida trayectoria en la televisión y el cine de su país, se convirtió en la segunda de origen asiático en lograr un Oscar, al obtenerlo como Mejor Actriz Secundaria, dejando a Glenn Close con las manos vacías. Yuh-Jung solo tenía 10 años de edad cuando, en 1958, la actriz japonesa Miyoshi Umeki obtuviera el premio de la Academia por su trabajo en “Sayonara”, donde actuó al lado de Marlon Brando. Han sido tan pocos los asiáticos premiados, que es inevitable recordar al actor camboyano Haing S. Ngor, Mejor actor secundario por “Los gritos del silencio” o a los directores japoneses Akira Kurosawa o Hayao Miyazaki, quienes recibieron un Oscar honorario en 1990 y 2015, respectivamente, por sus logros cinematográficos.
En su discurso de agradecimiento, la actriz que interpreta a la peculiar abuela Soonja en “Minari”, aprovechó para recordar al director Kim Ki-duk, fallecido en diciembre, quien le dio una de sus primeras oportunidades en el cine.
Es inevitable pensar que esta edición de los premios ha dejado la sensación –aunque pueda sonar cursi- de que cualquiera puede llegar allí desde cualquier lugar del mundo para cumplir sus sueños. Esa idea se reforzó también con otra innovación: contar los inicios de la carrera de varios nominados poco conocidos por el gran público. Así pudieron conocerse varias historias de esfuerzo y sacrificio con largas luchas para llegar hasta allí. El responsable de la gala, Steven Soderbergh, parece haberlo tenido claro.
EL OSCAR DE MAÑANA
En la ceremonia también se le otorgó un Oscar honorario al actor Tyler Perry, por su labor social y humanitaria en la Tyler Perry Foundation, reconocida con las palabras previas de Viola Davis y el aplauso de pie de todo el público presente. “Me niego a odiar a alguien porque sea mexicano o porque sea blanco o negro o LGBTQ –dijo Perry en uno de los discursos más potentes de la noche-. Me niego a odiar a alguien porque sea policía o porque sea asiático. Espero que rechacemos el odio. Quiero tomar este premio humanitario y dedicarlo a cualquiera que quiera estar en el medio. Porque ahí es donde se cura, donde se conversa, donde ocurre el cambio. Sucede en el medio. Cualquiera que quiera encontrarse conmigo en el medio para rechazar el odio y el juicio general, esto también es para ti”,
Un mensaje adicional se dio con la ganadora a Mejor Canción, la cantante H.E.R, con “Fight For You”, tema principal de “Judas y el Mesías Negro”. “Mientras esté de pie, siempre voy a luchar por nosotros, siempre voy a luchar por mi gente y luchar por lo que es correcto (…) Creo que eso es lo que hace la música y creo que eso es lo que hace el narrar historias”, agradeció la artista.
Anoche, también, Ann Roth (89) se convirtió en la mujer más longeva en ganar un Oscar, por el Diseño de vestuario de “La madre del blues”. Similar situación se vivió al final de la gala, cuando Anthony Hopkins (83) obtuvo su segundo Oscar como Mejor Actor por su magnífica interpretación de un hombre confundido por el Alzheimer en “The Father”. Hopkins ya es el hombre de mayor edad en obtener un premio de actuación, superando al recientemente fallecido Christopher Plummer, que lo había hecho el 2010 con 82 años.
Antes de terminar, Rita Moreno fue la elegida para dar el premio a Mejor Película. No es caprichosa la inclusión de la artista nacida en Puerto Rico hace 89 años –que goza hasta hoy de una jovialidad y energía contagiosas-, pues además de seguir siendo una de las más querida leyendas de Hollywood, obtuvo en 1962 un Oscar como Actriz Secundaria por su trabajo en “West Side Story”, toda una pionera entre los actores de origen latinoamericano, como también lo fueron Kathy Jurado, José Ferrer o Anthony Quinn.
Finalmente, por si faltaba incluir a una comunidad, el premio a Mejor Película se lo llevó “Nomadland” –que le dio también otro Oscar a Frances McDormand, la primera vez que gana uno como productora-, un reconocimiento y homenaje a aquellos que viven como nómades a lo largo de las carreteras de los Estados Unidos, un colectivo caracterizado por su solidaridad y resiliencia.
Resiliencia, entendida como la capacidad para adaptarse a situaciones adversas con resultados positivos, es, precisamente, lo que tendrá que fortalecer Hollywood en las ceremonias de los próximos años para que lo de anoche no parezca una ilusión. Que la caída histórica de un 58% de audiencia con respecto al año pasado sea una “adversidad” que sea opacada por los caminos a la integración que se han abierto esta noche.
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