Estado laico y eutanasia, por Óscar Sumar
Abogado
Hace pocas semanas, el Caso Brittany Maynard ha puesto de nuevo sobre el tapete la discusión sobre si la eutanasia para pacientes con enfermedades terminales debería ser permitida. En general, la asistencia para el suicidio representa un dilema moral. Para buena parte de la población, nuestra vida le pertenece a Dios. Por lo tanto, la propia persona no puede disponer de su vida como si fuera una cosa. Aceptando esto, surge la pregunta: ¿El Estado debería involucrarse en el problema?
Desde el punto de vista filosófico, no es una pregunta zanjada –ni lo será jamás– si el Estado debería involucrarse o no (es decir, cuán “neutral” debería ser). Desde el punto de vista legal, sin embargo, nuestra Constitución nos consagra como un Estado laico. Para el propio Tribunal Constitucional, “según el principio de laicidad, el Estado se autodefine como laico o ente radicalmente incompetente ante la fe y la práctica religiosa, no correspondiéndole ni coaccionar ni siquiera concurrir, como un sujeto más, con la fe religiosa de los ciudadanos”.
La fe o la moral cristiana no son, pues, los fundamentos de la prohibición de la eutanasia. ¿Cuál es, entonces, el fundamento? Desde un punto de vista más pragmático, el Estado, muchas veces, influye en decisiones que considera que los individuos realizamos en contra de nuestros propios intereses. Nuestro derecho a decidir está aparejado a nuestra habilidad para tomar decisiones racionales. En algunos casos –debido a deficiencias permanentes o temporales en nuestro razonamiento– somos incapaces para tomar dichas decisiones.
Si una persona está cerca de tomar la decisión de suicidarse, podemos presuponer válidamente que está en un estado mental distinto al ordinario, sujeto a un estrés particular que podría nublar su razonamiento. ¿Quisiéramos que estas personas tomaran dichas decisiones “en caliente” o que lo pensaran dos veces? Creo que la mayoría estaría de acuerdo con que es más deseable que estas personas pudieran pensar más antes de decidir suicidarse.
Sin embargo, asumiendo también que el suicidio no asistido es una alternativa a la eutanasia, ¿cuál de las dos nos deja en una mejor posición para lograr que las personas piensen mejor su decisión? Sin duda, la eutanasia. Si opta por esta alternativa, la persona deberá consultar a un especialista antes de tomar una decisión sobre su vida. La prohibición de la eutanasia impide que algunas personas piensen mejor su decisión. Desde este punto de vista, prohibir la eutanasia, antes que jugar a favor de la racionalidad, juega en contra. Siendo que la falta de racionalidad es la razón para la intervención del Estado en primer lugar, el resultado en este caso es contradictorio.
Fuera de lo dicho, es difícil pensar en el suicidio como una decisión irracional en todos los casos. Las personas tenemos miedo a la muerte y consideración por nuestros seres queridos. Si una persona decide quitarse la vida, en muchos casos tendrá una buena razón para hacerlo.
En el caso específico de una persona con una enfermedad terminal –o su familia–, difícilmente podríamos pensar que esta decisión se tomará de manera irrazonada. Teniendo esto en cuenta, la regulación (en lugar de la prohibición) de la eutanasia –para que se realice en condiciones seguras y compatibles con su importancia– parece una alternativa más adecuada.
Rendirse o luchar, por Luis Solari de la Fuente
Ex presidente del Consejo de Ministros
Deborah Britting, Phil Baumann, Tracey Schoettelkotte y Brittany Maynard fueron diagnosticados de glioblastoma multiforme estadio IV, tumor cerebral de alta malignidad.
Deborah Britting fue tratada con cirugía, terapia de protones de intensidad modulada y quimioterapia oral. Recuperada, continúa las evaluaciones del ensayo clínico.
Phil Bauman fue tratado con dos cirugías y el virus Delta-24-RGD, que diseminado en las células tumorales las obliga a “devorarse” a sí mismas. Con un tratamiento convencional le dieron 14 meses de sobrevida. Con el tratamiento vía viral lleva 35 meses bien.
A Tracey Schoettelkotte le dieron tres meses de vida. Consultó con el equipo adecuado y recibió cirugía, radioterapia convencional y quimioterapia. Relata cómo diez años después contemplaba a su hijo de 9 años abrir sus regalos de Navidad, diciéndose: “Soy una mujer afortunada”.
Brittany Maynard escogió ser sometida a eutanasia. ¿Por qué las tres primeras personas decidieron vivir y la última morir? Simplemente tuvieron esperanza y confiaron en ellas y en sus familias. Tracey relata cómo el neurocirujano oncólogo la miró a los ojos y le dijo: “¿Está usted lista para pelear la pelea?”. Sin dudar, ella respondió: “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!”.
¿Por qué Brittany respondió reiteradamente: “¡No!, ¡no!”, si la medicina moderna en su país ha demostrado tener recursos para tratarla? De su video del jueves 30 de octubre puede interpretarse que aún no había descubierto el valor unitivo del sufrimiento en la vida personal y familiar.
En mis cuarenta años de egresado como médico he atendido –con los oncólogos– a muchos pacientes con tumores y he visto el impacto que han tenido los momentos más difíciles en ellos y en sus familias. ¿Devastados? No, nunca. Unidos como jamás imaginarían que estarían unidos.
Inclusive no creyentes me han conmovido imborrablemente. Recuerdo al ateo que, ante la inminencia de la muerte, me pidió ser bautizado. Fui su padrino. No falleció.
O aquel amigo que fue diagnosticado de enfermedad tumoral, con sobrevida de tres a cinco años. Surgieron nuevos tratamientos y estuvo con su familia 12 años más. No se lo llevó el cáncer, sino otra causa. Nunca “tiró la toalla”. Siempre se levantaba y regresaba a la “pelea”.
Todos –menos Brittany– tenían inscrito en lo íntimo de su ser que el derecho a la vida no es disponible por nadie, menos por uno mismo. Por eso está moral y socialmente condenado el suicidio y penado matar. Tenían inscrito en su corazón que la vida no es un “solo yo”, sino que la vida es un “nosotros”.
Me llamó la atención que al final del video Brittany diga: “Ahora no parece el momento indicado” y que continuara con un video de una organización proeutanasia, con un muy visible link que solicitaba donaciones. Más llamó mi atención lo “producido” del video de Brittany, y que al final invitara a ir a la web del Fondo de Brittany, en la cual es inevitable dirigir la mirada hacia donde está su link que solicita donaciones.
Lamentablemente, Brittany cumplió su anuncio. Ahí siguen los links en las mismas páginas, solicitando donaciones, penosamente no para dirigir a pacientes a las opciones modernas de tratamiento y hacia la vida, sino para guiarlos a la negación de sí mismos y hacia la muerte.
No se enfrentan ni se ganan batallas rindiéndose; se enfrentan y se ganan luchando.