“La bonanza macroeconómica es muy importante, pero no lo es todo. La evidencia nos viene dando múltiples señales de que nos hace falta un poco más de solidaridad”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
“La bonanza macroeconómica es muy importante, pero no lo es todo. La evidencia nos viene dando múltiples señales de que nos hace falta un poco más de solidaridad”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
Hugo Ñopo

Una propuesta de alza de tarifa del metro de Santiago en 4% ha generado . La respuesta inicial, de los jóvenes estudiantes, fue “evadir” el pago. Luego se articuló el discurso y se masificó la protesta: se reclama porque hay un sistema individualista y poco solidario que lleva a un acceso muy heterogéneo a las pensiones, salud, educación, transportes y demás servicios. Si tu billetera puede, no tienes problemas, pero en caso contrario…

Una evasión masiva llamó la atención. En contraste, aquí tenemos cotidianamente evasiones que ya no sorprenden. Esta mañana tres de cada cuatro personas que han salido a trabajar han evadido, consciente o inconscientemente, la seguridad social. Entre trabajadores jóvenes pobres la situación es aún más dramática: esto ha pasado con .

Tenemos un contrato social resquebrajado. Los individuos evadimos al Estado y este evade su responsabilidad de proveernos servicios básicos de calidad. Cada quien baila con su pañuelo y como resultado las oportunidades están distribuidas de una manera muy desigual, según la billetera y conexiones de cada quien. Esto no solo es contraproducente para la construcción de una sociedad cohesionada, también es pésimo en términos económicos, pues se desaprovecha enormemente el talento. Aquí la situación no es muy diferente a la del vecino del sur, solo que somos más callados.

Hay que decirlo: hemos llevado a un extremo la fe en los mercados. Es cierto que ellos son el mecanismo más potente para la generación de bienestar económico y eficiente en la asignación de los recursos. Hemos sido felices beneficiarios de estas ideas en el pasado reciente. Pero también es cierto que hace falta matizar esta fe.

No todos somos iguales frente a los mercados. Las personas generalmente tenemos menos poder que los otros actores de los mercados: empleadores o proveedores de bienes o servicios. Las economías de mercado, globalmente, se están moviendo hacia esquemas en los que “el ganador se lleva todo”. Esto redistribuye el poder, y lo aleja de las personas.

Los mercados y los apetitos desmedidos le están haciendo daño al planeta. Esto que sucede en las grandes corporaciones tiene correlatos a nivel micro, en nuestros hogares. Para esto basta notar que casi uno de cada cinco trabajadores trabaja más de 60 horas por semana. Sume a esto el tiempo que las personas necesitan para movilizarse y satisfacer necesidades básicas. Después de todo ello, ¿cuánto tiempo les queda para compartir con la familia o desarrollarse personalmente? ¿Adónde nos está llevando esto?

Los mercados por sí solos son poco útiles para brindar oportunidades a todos. Es necesario un Estado sólido que pueda proveer servicios básicos que la sociedad necesita y que resultan inalcanzables bajo el actual sistema de precios. Es necesario intervenir sobre los mercados para crear sociedades más justas. Esto no es ideología, es conocimiento económico.

Kenneth Arrow y Gerard Debreu hace más de 50 años desarrollaron el modelo de equilibrio general del que nacieron gran parte de las ideas actuales. Desde entonces ha estado claro que sin intervención se pueden generar situaciones extremadamente desiguales. Pensadores actuales abogan con claridad sobre el rol de las instituciones. Equidad y justicia sin duda están dentro de las principales instituciones que ayudan a que no fallen las naciones. No hemos prestado suficiente atención.

Pedir a los economistas dejar todo al libre albedrío de los mercados es como pedir a los arquitectos dejar todo al libre albedrío de la gravedad. Es obvio que en ambos casos estamos hablando de fuerzas importantísimas que no se pueden ignorar. Pero la tarea consiste en crear estructuras que, utilizando esas fuerzas, puedan generar bienestar para la mayor cantidad posible de hogares.

La bonanza macroeconómica es muy importante, pero no lo es todo. La evidencia nos viene dando múltiples señales de que nos hace falta un poco más de solidaridad. Los éxitos se disfrutan mejor cuando son colectivos. No es necesario ser extremista para abogar por ello. No esperemos a que sea tarde para darnos cuenta colectivamente.

El mercado es el mecanismo más eficiente para la asignación de recursos, sí, pero nos hace falta complementar ello con que el mercado es poco efectivo para la solidaridad. Y de nada nos sirve tener una mejor economía si no somos una mejor sociedad.

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