"Con sus políticos más competitivos buscando desligarse de la marca partidaria y el sólido norte liquidado, queda muy poco del partido de Haya de la Torre". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Con sus políticos más competitivos buscando desligarse de la marca partidaria y el sólido norte liquidado, queda muy poco del partido de Haya de la Torre". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Mauricio Zavaleta

Cuando el Apra perdió por primera vez las elecciones en Trujillo lloró. O al menos eso les dijo a los periodistas un día después. Era noviembre del 2006 y César Acuña, un empresario educativo aún desconocido en el ámbito nacional, le había arrebatado al aprismo la “cuna y la tumba de Haya de la Torre”. Acongojado, el entonces presidente prometió recuperar el gobierno de la ciudad así él mismo tuviera que ser candidato a la alcaldía.

Han pasado doce años de esa promesa y ni García ha postulado en Trujillo ni el Apra ha retomado el poder de la municipalidad provincial. Por el contrario, el partido no ha dejado de ceder espacios desde entonces, no solo en La Libertad sino en el país en su conjunto.

Luego de las elecciones del 2018, el Apra es casi inubicable en el mapa político peruano: ningún gobierno regional y solo una municipalidad provincial es el balance de su participación. El partido más antiguo del Perú parece limitado hoy más que nunca a su bancada en el Congreso, cinco políticos de los cuales tres son limeños.

¿Cómo se explica esta debacle? Entre los meses que siguieron a la elección de García como presidente en el 2006 hasta las elecciones subnacionales del mismo año, el Apra era el partido más poderoso del país. Visto en una sola fotografía podía parecer una reminiscencia de los ochenta. Controlaba la presidencia y 12 de las 25 regiones.

Además, era la segunda fuerza en el Parlamento con una bancada mayoritariamente provinciana. Paradójicamente, fue desde el gobierno que el Apra socavó su organización y capacidad electoral, o mejor dicho, el propio compañero presidente se encargó de reducir el aparato partidario anulando cuanto liderazgo alternativo apareciera en el camino.

Los comicios en Lima ilustran bien esta dinámica. En el 2010, Carlos Roca fue elegido por las bases como postulante a la municipalidad metropolitana, pero su candidatura fue retirada por la comisión política presidida por García, quien posteriormente declaró –a nombre de todos los apristas– que le habían pedido a Roca que “salga [de la contienda] y no los someta a la vergüenza de un 1%”. En el 2014, Enrique Cornejo emplazó públicamente a García luego de que el ex presidente mostrase más entusiasmo por la candidatura de Luis Castañeda que por el entonces postulante del Partido Aprista. Es conocida la historia posterior. Luego de obtener el segundo lugar, Cornejo retó a García en el seno de la organización. Meses después su militancia fue suspendida e impedido de postular a la Secretaría General, ante lo cual renunció.

Sin embargo, el peor daño infligido al partido tiene un carácter más etéreo. Por gran parte de sus décadas de historia el Apra fue un partido popular. Lo fue al menos hasta el 2006, cuando Alan García volvió al poder con la promesa del cambio responsable. El encargo de los electores era claro: gobernar a la izquierda de Lourdes Flores y a la derecha de Ollanta Humala, pero García eligió liderar un gobierno claramente conservador. Sin discusión de por medio reemplazó el discurso de “pan con libertad” por el del “perro del hortelano”, diluyendo el perfil programático del partido. La muestra más clara de ello es que el grueso de la aprobación de García al finalizar su gobierno se encontraba entre los sectores más acomodados de la ciudadanía.

No obstante, estos ciudadanos no se convirtieron en electores apristas. En el 2016 optaron mayoritariamente por Pedro Pablo Kuczynski y relegaron al Apra y al PPC, su socio en aquella ocasión, al 6% de los votos. Inconsistente con sus posturas clásicas, el Apra fue más vulnerable a las acusaciones de corrupción y el símbolo de la estrella se desprestigió notablemente. El síntoma más evidente de este proceso son las candidaturas independientes este año de Jhony Peralta en Piura, Pedro Bogarín en San Martín, Víctor Boluarte en Cusco, Luis Hidalgo en Madre de Dios y Enrique Cornejo en Lima. Incluso Luis Wilson en Cusco, quien no ha renunciado al partido, optó por presentarse a la elección regional con el símbolo de Restauración Nacional.

Con sus políticos más competitivos buscando desligarse de la marca partidaria y el sólido norte liquidado, queda muy poco del partido de Haya de la Torre. En un país donde casi nada perdura mas allá de una generación el Apra ha sido una importante excepción. Es una lástima que, al parecer, ha llegado el momento de decir: adiós, Haya.