
Por fin se tomó conciencia de que una actitud pasiva del empresariado frente a los graves problemas de gobernanza nacional resultaba un craso error. Aunque la solución definitiva a nuestras limitaciones económicas y sociales pasa por la ejecutoria de verdaderas reformas estructurales, de cara al 2026 existen tres acciones que, desde ahora, podrían allanar el camino a favor de la inversión, la producción y el empleo.
La primera, debe buscar la generación de mecanismos legales que nos lleven a un proceso electoral distinto al actual: más democrático, más sensato, más transparente. Hasta hoy, lo que tenemos solo nos ha conducido a la fragmentación de la representatividad, al acceso al poder político de la delincuencia e ignorancia, al nulo proceso de rendimiento de cuentas y la imposibilidad de remoción oportuna de malos representantes. Es más, el actual marco electoral deja abierta la posibilidad a que hasta un delincuente acceda a la misma presidencia. Así estamos.
En dicho contexto, el frente empresarial debe encontrar un mecanismo inteligente para que la sociedad civil logre una modificación de las reglas electorales. Las vigentes solo alimentan a una clase cleptocrática, la recurrente inestabilidad política y el creciente clientelismo. Es claro que con solo un nuevo marco electoral no se solucionarán los problemas de gobernanza nacional pero, sin el mismo, hipotecaremos nuevamente al país en el 2026. ¿Queremos inversión desde ahora? Promuevan este primer cambio.
Una segunda acción está ligada a la urgencia de lograr que parte de la ejecución de la inversión pública sea conducida crecientemente por el frente empresarial privado. Tal y cual la tenemos ahora, la inversión pública está plagada de corrupción, ineficiencia, carece de capacidad de gestión y ni siquiera está en capacidad de ejecutar el compromiso de su presupuesto anual. En ese contexto, resulta urgente potenciar el esquema obras por impuestos. Lamentablemente, hasta hoy solo el 1% de la inversión pública se ejecuta con este mecanismo y el 75% de la misma se concentra en solo siete regiones y cuatro sectores económicos.
Dicho mecanismo permite hoy que el empresariado pague sus impuestos mediante la ejecución de obras de infraestructura debidamente priorizadas. Sin embargo, su perfeccionamiento y relanzamiento permitiría eliminar negociaciones oscuras hoy vigentes, minimizaría la participación de la burocracia, y aceleraría los resultados y mantenimiento de obras bien ejecutadas y supervisadas. En resumen, con esto la sociedad tomaría más consciencia de que es el empresariado quien participa en la solución de sus problemas quitándole presencia a la clase política de turno.
Una tercera actividad buscaría darle continuidad y celeridad a la ejecución de los grandes megaproyectos de infraestructura nacional. Por años hemos dispuesto de un Plan Nacional de Infraestructura y Competitividad, de agencias para el desarrollo de la infraestructura, de un órgano de planeamiento como el Ceplan. Nada de esto ha operado apropiadamente debido a la carencia de un mínimo de consenso sociopolítico y de rendimiento de cuentas en su ejecución.
En dicho contexto, hoy en día el empresariado debería también fomentar la posibilidad de impulsar la puesta en marcha de un gran pacto nacional en favor del desarrollo de la infraestructura. Que sea de cumplimiento mandatorio, que trascienda a un gobierno, que involucre el consenso de todas las fuerzas vivas de la sociedad civil, que sea evaluado periódicamente por un ente técnico e independiente de la administración pública. Replanteando CADE se podría, incluso, disponer de un escenario para el rendimiento de cuentas sobre los avances del gobierno de turno en materia de infraestructura. Con esto limitamos el libertinaje de la gestión pública, empoderamos al sector privado y logramos una mejor perspectiva de crecimiento sostenible y creíble más allá de nuestras fronteras.
Para la reconstrucción nacional debemos disponer de un sector empresarial más comprometido con la urgencia de crear entornos sociopolíticos y mercados sostenibles. ¿Que ello denotará riesgos? Por supuesto. Sin embargo, se trata de saber mitigarlos. Eso es lo que hace y diferencia a un empresario de éxito. Lo demás, cuento.