Debemos recordar que la conquista y la creación del Gran Virreinato del Perú se produjeron durante otra dinastía, la de los Habsburgo o Austria, cuya figura señera fue Carlos V, el emperador de España y de lo que es hoy Alemania, en cuyos dominios “no se ponía el sol”. Fue desde 1700, al morir sin descendencia el enfermizo Carlos II ‘El Hechizado’, que la dinastía Austria fue sustituida por la borbónica, que gobernaba Francia desde el siglo XVI. ¿Qué significó para el Perú esta nueva dinastía, con seis reyes hasta 1824?
En el contexto mundial, fue una etapa de declinación de la monarquía española y el fortalecimiento de la fuerza comercial inglesa, pero para el Perú supuso una época de reformas administrativas que, buscando un gobierno más eficiente, debilitaron su rol como eje de Sudamérica. Por el Tratado de Utrecht de 1713 se abrió el puerto de Buenos Aires al navío de permiso inglés, en 1717 se creó el Virreinato de Nueva Granada, recortando el Perú por el norte; en 1750 el tratado con Portugal cercenó al este una gran extensión de su Amazonía, y en 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata, entregándole a este la administración del Alto Perú con las ricas minas de Potosí y los actuales territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay y parte de Chile y Brasil. Con la administración borbónica, el viejo Virreinato del Perú perdió más de 4 millones de km2.
Casi al mismo tiempo, en 1778 se eliminó el monopolio comercial del Callao, favoreciendo a Buenos Aires, Arica y Valparaíso. Si bien tuvo un efecto económico positivo por el aumento de la oferta, la reducción de precios y la incorporación de nuevos sectores al comercio, causó un gran descontento entre los ricos comerciantes monopólicos criollos que perdieron sus privilegios. Y es que los Borbones se caracterizaron por desconfiar de los criollos, a los que creían corruptos y trataron de sustituirlos por funcionarios originarios de la península. Sospechando de la complicidad de sus virreyes, enviaron “visitadores”. Uno de ellos, José A. de Areche, originaría, por sus abusos y la mayor presión fiscal que impuso, varias rebeliones, siendo la mayor la de Túpac Amaru en 1780.
Con la misma “inteligencia” con la que Luis XVI unió en Francia al Tercer Estado con parte de la Iglesia y de la nobleza, originando la revolución, los Borbones, en el Perú, unieron por el descontento a los indígenas, los mestizos y los criollos con sus mayores impuestos y la creación de las intendencias que, al sustituir a los corregimientos, diseminaron nuevos españoles peninsulares en el Perú. Así, la efímera reactivación económica de fines del siglo XVIII se logró afectando intereses establecidos por siglos, y cuando los Borbones Carlos IV y Fernando VII abdicaron en 1808 a favor de Napoleón Bonaparte, brindaron a los latinoamericanos el argumento para su independencia. Lo demás es historia. En 1789 perdieron Francia, en 1824 perdieron América, en 1931 perdieron España cuando los partidos republicanos ganaron las elecciones. El tránsito de la dictadura franquista de 39 años a la democracia justificó el retorno de un Borbón en 1975. Ahora, 36 años después, solo el pueblo español sabe cómo seguirá la historia.