Iván Alonso

Se esperaba que la continuara recuperándose en el segundo trimestre, pero no fue así. Al modesto brillo del verano lo siguió la neblina del otoño, según el orden del tiempo. Los meteorólogos económicos han revisado hacia abajo sus pronósticos, pero siguen proyectando un crecimiento de la inversión para todo el año. Lo que les preocupa más ahora es qué pasará el año que viene. A medida que se acerquen las elecciones generales, escucharemos más y más que la incertidumbre electoral puede afectar el ánimo de los inversionistas.

Las estadísticas, sin embargo, no avalan esa preocupación. En seis de los últimos diez años en los que hemos tenido elecciones generales la inversión privada creció. De las cuatro caídas, dos, las del 2000 y el 2001, pueden atribuirse parcialmente, al menos, a una sucesión de crisis internacionales (la asiática, la rusa y la de las “dotcom”). Pero la profundidad de las caídas (5,7% en promedio, en términos reales) no es nada comparada con la altura de los saltos, que van del 11% en el 2011 al 31% en 1980, para no hablar del 37% en el 2021, que se debió principalmente a la inevitable recuperación de la inversión después de la pandemia.

Quizás no deberíamos sorprendernos. Las elecciones las ganan los candidatos que despiertan más confianza en el electorado; no necesariamente entre los grandes inversionistas, pero inversionistas hay en todos los estratos económicos. Es natural que la mayoría del electorado esté contenta (o no muy descontenta) con el resultado. Rara vez ha desaparecido de inmediato la confianza que le inspira el ganador. Ocurrió en 1985, cuando el expresidente Alan García impuso controles de cambio apenas tomó el poder. Ocurrió también con Alberto Fujimori en 1990, inmediatamente después del ‘fujishock’. Pero con Pedro Castillo, el más izquierdista de todos, tardó un año en disiparse (y, por cierto, antes de su pretendido golpe la inversión privada ya había comenzado a caer).

No son muy diferentes las conclusiones a las que se puede llegar analizando el año preelectoral o los dos trimestres de campaña. Son casi iguales las veces en las que la inversión privada sube y las veces en las que baja. La dirección en la que se mueve tiene tanto o más que ver con la situación que deja el gobierno saliente que con las maravillas o desastres que prometen los que podrían reemplazarlo.

Que no se escude el MEF en la incertidumbre electoral.








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Iván Alonso es Economista