Es iluso pensar que una gestión privada, sin transferencia de propiedad, va a hacer de Petro-Perú una empresa rentable. La diferencia fundamental entre una empresa pública y una privada no está en las universidades donde hayan estudiado sus gerentes ni en las maestrías que hayan hecho, sino en los objetivos trazados por los accionistas y el seguimiento que les hagan. Sin accionistas que tengan en juego su propio patrimonio, la gerencia y aun los directores que representan a los accionistas pueden trazar sus propios objetivos y perseguir las más nobles de las causas a costa de la empresa.
Petro-Perú podrá tener una gestión privada, a cargo de profesionales calificados y de amplia trayectoria empresarial, que responda a un directorio integrado también por profesionales calificados y de amplia trayectoria empresarial; pero mientras ese directorio responda a una junta de accionistas integrada por políticos, la empresa perseguirá, en última instancia, objetivos políticos, no comerciales. No siempre chocarán entre sí; pero cuando choquen, ya sabemos cuáles llevarán la peor parte. El único poder que le queda a la gestión privada en ese caso es el de renunciar.
Es igualmente iluso pensar que la solución está en incorporar capital privado a Petro-Perú, a menos que el capital privado tenga una mayoría calificada para asegurarse de que los objetivos comerciales prevalecerán sobre los objetivos políticos. Una emisión de acciones que les dé a los inversionistas privados el 49% o menos del poder de voto no sería muy atractiva. Sería, más bien, riesgosa porque podrían quedar atrapados en una empresa que no controlan y sometidos a la voluntad de un accionista mayoritario contra el que los remedios del derecho corporativo son de limitada efectividad.
¿Cuál es la solución? Realistamente, este Gobierno no va a ceder la mayoría del accionariado de Petro-Perú ni, menos, privatizarla totalmente. Tampoco la va a dejar caer cuando esté al borde del abismo por falta de liquidez. Lo que sí puede hacer es limitar sus actividades a lo mínimo indispensable, que en este momento es la operación de las refinerías. Petro-Perú no debe volver a la exploración y debe retirarse cuanto antes de la comercialización de combustibles y otros derivados. La rotación de sus inventarios y de sus cuentas por pagar sugiere que se ha estado llenando de productos que no puede vender. El sector privado puede hacerse cargo de la comercialización; y lo hará, sin duda, apenas Petro-Perú salga del mercado.