"Esas son afirmaciones terroristas, que lo único que están buscando es desinformar de forma alevosa", declaró Bartra a periodistas que la interrogaron ante la lluvia de críticas. (Foto: Archivo El Comercio)
"Esas son afirmaciones terroristas, que lo único que están buscando es desinformar de forma alevosa", declaró Bartra a periodistas que la interrogaron ante la lluvia de críticas. (Foto: Archivo El Comercio)
Federico Salazar

Resulta revelador el fracaso del proyecto de ley para los institutos tecnológicos. Lo planteó la bancada de la mayoría en el Congreso; lo rechazaron, en las calles, algunos cientos de jóvenes manifestantes.

Este fracaso de la mayoría revela la desconexión que existe entre legisladores y ciudadanía. La democracia, después de todo, es algo mucho más sustantivo que una cantidad de votos un domingo de urnas.

El proyecto de ley en cuestión se aprobó casi sin haberse discutido. ¿Ninguno de los congresistas creyó interesante plantear objeciones o advertir riesgos? Si fue así, ¿qué hacen los legisladores en el Congreso?

En el Ejecutivo, el presidente cree que no debe explicaciones a la opinión pública sobre su falta de escrúpulos cuando fue ministro. Cree que, obtenido el mandato, no interesa lo demás.

En el Legislativo, sucede lo mismo. Los congresistas creen que bastó con su elección para que aceptemos todo lo que hacen o disponen.

Hay desgobierno por esto. Las principales autoridades del país han perdido legitimidad. Se han divorciado del país.

Los hospitales no se dan abasto, la reconstrucción sigue esperando, casi no hay grandes proyectos de inversión. Tampoco los colegios están listos para el inicio del año escolar, no alcanzan los jueces, fiscales ni policías para enfrentar a la delincuencia.

Nada de esto parece mover a las autoridades. Los congresistas del proyecto de ley de para los institutos tampoco parecen afectados por las urgencias del país.

Los estudiantes de los institutos tecnológicos no tienen prácticas preprofesionales. Estudian cómo manejar máquinas viendo, a veces, videos de cómo se hace.

¿Van a tener, de esta manera, las mejores remuneraciones del mercado? ¿Van a ser eficientes una vez que obtengan su primer puesto de trabajo?

¡Que les den remuneración y seguridad social! ¡Y pasaje! ¡Que no sean esclavos! ¡“No” a la mano de obra gratuita!

Los practicantes se toman de manera voluntaria. No puede haber una ley que obligue a nadie a admitir a un practicante.

¿Cómo retribuir al estudiante que entra a ganar experiencia profesional a una empresa? Sobre todo, ¿cómo evitar el abuso?

Este reconocimiento se suele hacer a través de convenios. Los institutos menos conocidos, sin embargo, no tienen acceso a esos convenios. ¿Cómo hacer?

Lo mejor es no hacer ninguna ley especial. Las empresas y los institutos deben ser libres de pactar convenios.

Los estudiantes deben poder participar en la solicitud de las condiciones. Ellos son los que mejor saben qué es lo que necesitan y cuánto sacrificio están dispuestos a dar por ello.

La formación no es gratis. Algunas empresas, sin embargo, pueden hacer buen uso de los estudiantes que decidan practicar en ellas. Solo en ese caso hay la posibilidad de que aquellas paguen por estos.

No tiene que hacerse una ley para institutos y una ley para universidades y una ley para colegios y una ley para gente sin empleo.

Todo lo que se necesita es un marco legal para los convenios. A ninguno de los políticos, sin embargo, le interesa imprimir a las normas un carácter general. Eso no genera nichos electorales ni retribuye a grupos de presión.

La tendencia a atender intereses especiales de grupos especiales deforma la legislación y hace de la política un campo de batalla.

Cada intento de legislar degenera en una pequeña crisis. En el grado actual de la deformación que vivimos, cada pequeña crisis paraliza al país y congela a la autoridad.

Un presidente sin mayoría en el Congreso puede, sin embargo, conducir al país. Para eso requiere autoridad moral y eficacia en la acción. No es el caso del Perú de hoy.

Ante la falencia de autoridad presidencial, ¿ha asumido el liderazgo, acaso, la primera mayoría del Congreso? La oposición no solo tiene cuestionamientos, sino, sobre todo, carece de ideas.

La crisis generada por el proyecto de ley comentado revela que no cabe esperar mucho de la mayoría congresal. La oposición está, también, de espaldas a la realidad política del país, a las necesidades urgentes de la población y carece de eficiencia e imaginación.

Solo nos queda sostenerlos y no volverlos a elegir nunca más.