A los casi tres millones de afiliados a los 43 partidos que llegaron a tiempo para participar en el 2026 habría que añadir un milloncito más de los 29 que están en proceso de inscripción. Grosso modo: 11 de cada 100 peruanos militan en alguno.

Un observador desaprensivo podría creer que en el Perú hay una intensa vida partidaria con amplia participación de la población. Como sabemos, nada más distante de la realidad. Lo que ha emergido en estos días es la punta del iceberg de la madre de las estafas, la de la partida de nacimiento.

Esto tiene décadas ocurriendo. Antes se hizo con las firmas que permitían la inscripción de los partidos (el 4% del padrón electoral). Las maquinarias de firmas falsas hicieron milagros, a tal punto que haciendo números había más firmantes que electores y/o que varios de ellos obtuviesen hasta 10 veces menos votos que las firmas de quienes supuestamente los apoyaron para inscribirse.

Los mecanismos son diversos, siendo el más sencillo el de la falsificación masiva de firmas con la misma huella digital; el más vil, el comprar baratito nomás la militancia de gente muy necesitada, a la que ni siquiera se le explica el uso que se le dará y, la verdad sea dicha, tampoco le interesa saberlo.

Los requisitos para inscribir a una organización política empiezan con el 0,1% del padrón pero, eso sí, que deben estar afiliados. También tener comités en actividad constante en 20 departamentos y en no menos de 65 provincias, con 50 militantes en cada uno.

El siguiente y nada difícil reto para los medios de comunicación será poner en evidencia que, en la mayoría de los casos, esos comités fueron solo para la foto con direcciones inventadas o “alquiladas” para el día de la constatación.

¿Qué se puede esperar de partidos inscritos con esos métodos? La respuesta es obvia: que los usen para tener una cuota de poder y probablemente de dinero. De allí los “vientres de alquiler” en que partidos izquierdistas venden su inscripción a candidatos derechistas y viceversa. O que quienes no pudieron hacer partido por las buenas busquen uno que los acoja sin preguntar mucho sobre cómo se manejan las cosas.

¿Qué se puede esperar de políticos que logren ser elegidos a cualquier cargo con estos métodos? Pues lo que ya tenemos, a saber, gobernantes como Pedro Castillo (corrupto, incompetente y golpista) y su sucesora Dina Boluarte (merecidamente desaprobada por el 94% de la población). Así como un Congreso con similar afecto popular, lleno de investigados por corrupción, desde antes y/o durante su gestión, protegiendo abiertamente el crimen, empezando por el de ellos.

Además, en un escenario tan turbio y con más de 500.000 candidatos (el voto preferencial se mantiene y se amplía a senadores), cuánto más fácil va a ser que entre dinero de las economías criminales y que infiltren aún más la vida institucional del país.

¿Hay manera de evitar a estas alturas que partidos de esta naturaleza sean los que dominen las elecciones? Ninguna, de eso se encargó el Congreso. Nada de elecciones primarias en las cuales los electores pudiesen meses antes separar la paja del trigo y, con su voto en esa instancia previa, impedir que los partidos ‘fake’ participen. Además, se ha eliminado todo tipo de sanciones penales para los partidos políticos y ahora, como tales, son intocables.

Hemos mirado el costado por años y recién nos damos cuenta de que mientras ello ocurría, los cuervos nos sacaban los ojos. Lo que se siembra es lo que se cosecha, y sin la fumigación necesaria (salvo un golpe de suerte), la del 2026 será igual o peor que la del 2021.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad

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