
Mientras el Perú vive entre el espanto y el desgarro por lo que ocurrió recientemente en ese inframundo macabro llamado socavones de Pataz, nuestra historia dio un viraje inesperado. León XIV, el Papa recientemente elegido, envió, desde Roma, un amoroso mensaje a su recordado Chiclayo y, por su intermedio, a su segunda patria, el Perú. Como contraparte de las trágicas muertes de los 13 compatriotas en el socavón minero, cuyo horrendo final corrobora el nivel de brutalidad y vesania que reina en el Perú, sorprende y emociona poder contar hoy con un Papa peruano, cuyo proceso de sensibilización frente a la pobreza y la violencia ocurrió entre nosotros.
Más allá del orgullo y la enorme esperanza que el nombramiento de León XIV representa para nuestro país en particular, y el mundo cristiano en general, no debemos olvidar, ni por un momento, que la apuesta del joven Robert Prevost fue por los peruanos más vulnerables y por la vida digna y feliz que se merecen. Y en ese sentido es imprescindible volver la vista al lugar donde el sacerdote agustino también ejerció su ministerio apostólico, la región de La Libertad, una de las más bellas del Perú, hoy desgraciadamente secuestrada por mafias de todo calibre. Esta región, donde se dio tempranamente el grito libertario y cuyos territorios no dejan de sorprender al mundo con sus extraordinarios tesoros arquelógicos y sus grandes pensadores, es hoy la expresión más elaborada de todas nuestras miserias. Desde las contradictorias políticas socio-económicas y sus deficiencias morales, hasta lo palpable: pistas destruidas, basura desperdigada por toda la capital liberteña y caos en general, mientras su gobernador se pasea por el mundo sin cargo de conciencia. En ese sentido, la alegría por el nombramiento de León XIV es tan solo un paliativo, si se tiene en consideración el desgobierno regional mencionado.
Creo que es importante aquí compartir mi reciente experiencia en la ciudad de Trujillo, en el marco de lo ocurrido en Pataz. Fui invitada por la Universidad Nacional de Trujillo con motivo de la celebración de sus 201 años como primera institución republicana de estudios superiores y el 61 aniversario de la fundación de su facultad de Ciencias Sociales. En ese contexto, lo más conmovedor fue el entusiasmo y la vitalidad de profesores y estudiantes respecto a una misión esencialmente humanista frente a los actuales desafíos, entre ellos la rapacidad y crueldad infinitas que cotidianamente enfrentamos. El almuerzo de camaradería se llevó a cabo en el hermoso huerto que la facultad de Ciencias Sociales recuperó de la basura y el caos, y tuve el honor de tomar parte en las conversaciones con colegas sobre los avances en arqueología, así como en historia, antropología, turismo y servicio social. En resumen, el objetivo de la Universidad Nacional de Trujillo, fundada por José Faustino Sánchez Carrión, a quien la presidenta Boluarte negó su celebración bicentenaria, es contraponer las ciencias humanas al horror que al parecer va ganando la partida en el Perú.
Lo único que faltaba añadir a la historia de una nación tan contradictoria, pero a la vez culturalmente grandiosa como la nuestra, era contar con un Papa cuyas primeras palabras de agradecimiento se dirigieron al Chiclayo de la alegría, la esperanza y la buena comida. Más allá de omitir la mención a los Estados Unidos y a su Chicago natal, resalta el hecho de que el primer Papa global, por sus múltiples orígenes étnicos y su larguísima estadía en el Perú milenario, reafirmó la prevalencia del bien sobre el mal. Su apuesta por el amor, que como decía Pablo de Tarso, todo lo cura y todo lo perdona, no es una mera coincidencia y tiene mucho que ver con el nombre elegido por el nuevo vicario de Cristo.
En el “Diálogo sobre la perfecta alegría”, entre Francisco de Asís y su discípulo bienamado León, el desafío principal consistía en vencerse a uno mismo, voluntariamente, a través del amor incondicional. Una gran tarea para este siglo tan inhumano que su santidad, nuestro conciudadano, empezó desde hace décadas, en el Perú de todas las sangres.