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Romper el círculo
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En Condorcanqui, corazón de la Amazonía peruana, un grupo de mujeres awajún decidió que la violencia no sería su destino. Con valentía, se organizaron como lideresas, a través de la ayuda de brigadistas del Fondo de Población de las Naciones Unidas, para enfrentar una realidad marcada por la discriminación, la exclusión y el abandono del Estado. El especial periodístico que realizamos en El Comercio, recientemente premiado por el IPYS y el PNUD, quiso dar testimonio de esas luchas invisibles: la de mujeres que, a contracorriente, buscan romper el círculo de la violencia.

Este trabajo periodístico visibilizó que, en los márgenes del país, allí donde las instituciones casi no llegan, las mujeres no esperan decretos ni promesas: actúan. Con pocos recursos, pero con determinación, median en conflictos, acompañan a víctimas, denuncian abusos y abren caminos de diálogo. En sus voces, “Nuwa Senchi” –‘mujer fuerte’, en awajún– no es una etiqueta, sino una práctica diaria de resistencia y cuidado.

Estas mujeres se levantan cada día con la certeza de que el futuro de sus hijas e hijos depende de transformar un presente marcado por la violencia en un horizonte distinto. Muchas de ellas cargan con historias de abuso sexual o de maternidades forzadas a muy corta edad, realidades que no eligieron, pero que han decidido transformar en motores de resistencia. Lo hacen sin manuales ni respaldo constante del Estado, apoyándose en su propia organización comunitaria y en el tejido social que han sabido sostener frente a la adversidad.

Sin embargo, nada de esto es sencillo. Ellas avanzan, pero ¿quiénes las siguen? La falta de servicios básicos, de acompañamiento estatal y de justicia real sigue siendo un obstáculo enorme. El aislamiento geográfico de Condorcanqui, sumado a la indiferencia histórica hacia los pueblos indígenas, agrava la situación. La posibilidad de dejar atrás la violencia no puede recaer únicamente en su coraje: requiere un compromiso sostenido del país entero para garantizar derechos y condiciones dignas.

Aun así, su ejemplo demuestra que el cambio es posible. Allí donde las instituciones no llegan, las mujeres awajún ya han comenzado a tejer un futuro distinto. Una historia que nos obliga a mirar de frente nuestras deudas pendientes y a reconocer que la paz y la justicia solo serán reales cuando también sean suyas. Ellas nos muestran que la fortaleza no se mide en discursos, sino en la capacidad de sostener la vida y construir un futuro diferente en medio de la precariedad.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mayté Ciriaco es Líder del Lab Universitario de El Comercio

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