"No pretendo que esta breve e incompleta enumeración de tareas sea de fácil realización". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"No pretendo que esta breve e incompleta enumeración de tareas sea de fácil realización". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Roberto Abusada Salah

Los resultados del referéndum del domingo representan la culminación de la metamorfosis que ha hecho pasar al presidente Vizcarra y su gobierno de ser opaco y precario a popular y poderoso. Popularidad que irá en aumento en días siguientes antes de estabilizarse o disminuir. Desde el 28 de julio se ha configurado un escenario en el que el presidente aparece adquiriendo creciente sintonía con la gente, rodeado por un Gabinete al que curiosamente no le chorrea un ápice de popularidad, y al que la población no lo ve solucionando sus principales problemas.

La idea de una oposición coherente enfrentando al gobierno se ha desvanecido. La mayoría en el Congreso con sus deserciones manifiestas o soterradas está contagiando a las otras fuerzas políticas, y en tales circunstancias no parece difícil que el popular presidente aglutine una ‘mayoría’ que le permita hacer prevalecer sus iniciativas. Ante este panorama, Martín Vizcarra enfrenta dos caminos a seguir. O permanece en su zona de confort disfrutando de su popularidad, o utiliza el enorme capital político que ha caído en sus manos para llevar a cabo las transformaciones que el Perú requiere con urgencia si ha de escapar de la trampa de mediocre crecimiento en la que permanece hace cuatro años.

La inacción frente los problemas acuciantes que el Perú enfrenta solo desembocará en la inevitable pérdida total de popularidad. De otro lado, la alternativa de emprender las reformas significativas que eleven el crecimiento al 5 o 6% anual para generar empleo y bienestar reanudando la reducción de la pobreza, requiere de un Gabinete capaz de llevar adelante difíciles iniciativas. Sin tal ayuda, el presidente fracasaría en el intento, con consecuencias nada halagadoras en la esfera política producto de la impaciencia ciudadana. El año pasado el Perú, lejos de seguir disminuyendo la pobreza, la vio elevarse en un punto porcentual. Peor aún, según estudios del Banco Interamericano de Desarrollo, 40% de la población puede considerarse de clase media en estado vulnerable. Es decir, susceptible de recaer en la pobreza.

¿Cuáles son estas reformas y por qué son imprescindibles?

El único resultado bueno y útil del referéndum ha sido el mandato para una reforma profunda del sistema de justicia. Tal reforma debe restaurar efectivamente el imperio de la ley. Le sigue otra reforma cuya ineludible necesidad también parece haber calado en la mente presidencial: la reforma laboral. El Perú no puede continuar agregando 300 mil jóvenes por año a su fuerza laboral sin ser capaz de incorporarlos al sector formal sencillamente por la insania de mantener una política laboral absurda, anacrónica y en claro conflicto con los métodos, procesos, y tecnologías en que se desarrolla la producción mundial de bienes y servicios.

Siguen temas de competitividad que tienen que ser objeto de varias reformas. Son dos las más importantes: la reforma regulatoria y la que impulse el desarrollo de la infraestructura. La primera debe consistir en un desmonte masivo de la maraña de trámites que imponen los tres niveles de gobierno y que han terminado por sofocar la iniciativa productiva de los ciudadanos. La segunda implica convocar al sector privado nacional y extranjero para que con el sector público desarrolle las obras y proyectos que figuren en un gran plan nacional de infraestructura.

Junto con estas acciones se debe retomar la reforma educativa y el rediseño del sistema de salud. En el primer caso, el acento debe incidir en la meritocracia en el interior del magisterio. En el segundo, tanto el Sistema Integral de Salud (SIS) como Essalud deben ser reformados de raíz. No es razonable que el SIS, un sistema diseñado para apoyar ciudadanos de menores recursos, permita el acceso gratuito a 17 millones de personas. Por su parte, la reforma de Essalud debe ser encargada a un ente técnico independiente que empiece por separar el financiamiento (los recursos de Essalud) del sistema de la provisión de los servicios de salud (hospitales y clínicas públicas y privadas) evitando la actual total falta de transparencia de costos en los servicios médicos prestados.

No pretendo que esta breve e incompleta enumeración de tareas sea de fácil realización. El principal objetivo de tal recuento es el de subrayar lo obvio: que la tarea del gobierno al nivel más alto es gobernar, y no simplemente actuar reactivamente ante situaciones que se suscitan por la falta de gobierno y el ejercicio de la autoridad. Para ilustrar dramáticamente este punto pensemos en cómo la nación entera viene soportando pasivamente la libre actuación de un débil movimiento antiminero. Un pequeño grupo que ha obligado impunemente a dejar enormes fuentes de progreso enterradas bajo tierra privando a todos sus ciudadanos del bienestar social que debería producirse.