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El hombre que hizo historia
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El pasado lunes, falleció Héctor López Martínez y es imposible no pensar que, con él, se ha ido un trozo de El Comercio, el Diario al que dedicó la mayor parte de su vida, no solo desempeñando diferentes cargos o publicando en sus páginas, sino también estudiándolo, con la profundidad y la disciplina con las que solo se puede abordar una publicación que va camino a cumplir los 190 años. Y, en la casi bicentenaria historia de El Comercio, probablemente nadie conoció mejor este Diario –sus luchas, esperanzas y decepciones que son, en buena cuenta, las del Perú republicano– que don Héctor.
Historiador de formación, llegó a El Comercio a finales de la década de 1960, un período de agitación política, luego de años dedicados a la docencia universitaria y a una serie de cargos en el aparato público, y se desempeñó como jefe de la página editorial hasta que el Diario fue confiscado por la dictadura militar en 1974. Cinco años después, don Héctor volvería para ser director y, desde allí, se encargaría de gestionar el retorno del periódico a sus legítimos dueños en 1980, en un gesto que reveló sus firmes convicciones democráticas, pero, por sobre todo, su conmovedora honestidad intelectual, un rasgo que lo caracterizó hasta el final y del que todos aquellos que lo trataron de cerca pueden dar fe.
A lo largo de las décadas siguientes, Héctor López Martínez combinó su formación de historiador con el oficio de periodista de manera magistral; siempre enfocado en el rigor, el dato exacto, la comprensión del contexto y la preocupación por el rumbo del país. Su producción académica, compuesta por incontables columnas y libros –el último de ellos, “Tiempo de Bolívar”, publicado este año–, da cuenta de un espíritu inquieto y trabajador que solo la muerte pudo aplacar. Pero don Héctor fue mucho más que un notable académico; fue un consejero comprometido con El Comercio, siempre preocupado por la situación del Diario y de su archivo (al que posiblemente nadie quiso más que él), siempre dispuesto a absolver las dudas históricas de sus periodistas, siempre listo para aportar con una columna en algún especial. Jamás, por más avanzada que fuera su edad y por más resquebrajada que estuviera su salud, dejó de compartir su sabiduría con los demás.
Al Perú, don Héctor le deja una serie de escritos que son obligatorios para entender el tumultuoso camino que ha seguido este país a lo largo de su vida republicana. A El Comercio, el conocimiento de su historia que es, en muchos casos, la del periodismo peruano. Y a todos los que lo conocimos, un ejemplo de decencia, profesionalismo y compromiso con el país que, al igual que su obra, será inmortal. Hasta siempre, querido Héctor.

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