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Un puntal del periodismo
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Conocí a Héctor López Martínez cuando tenía 15 años y mi padre era ministro de Educación. Héctor trabajó en el Ministerio con mi padre, generando una amistad a pesar de llevarme 13 años. Era un joven funcionario que se había doctorado, y había realizado sus estudios e investigaciones en Sevilla. Fue fundador de la Universidad Ricardo Palma, donde enseñaba su famoso curso de historia, también en la Católica.

A partir de entonces tuvimos una relación íntima. Él almorzaba frecuentemente en casa de mi padre, con quien consolidó una amistad que se extendió hasta que trabajó en El Comercio, donde entró en 1969 como jefe de la página editorial. Tenía una excelente pluma: directa, precisa y elegante. Sus artículos estaban bien organizados con datos precisos.

Como historiador, fue muy importante para la familia. Escribió sobre mis tíos Antonio y Aurelio Miró Quesada, y sobre mi bisabuelo José Antonio Miró Quesada. Se especializaba en San Martín, Bolívar, temas de República y Virreinato.

Cuando El Comercio fue devuelto a mi familia, Héctor fue nombrado director encargado durante el interregno de transición. Tenía amistad con mi tío Eduardo Rada Jordán y el grupo que organizó esto. Aunque se negoció con Morales Bermúdez, fue Fernando Belaunde Terry quien en los años 80 restituyó la libertad de expresión, diciendo ante un cuadro de San Martín en la Cámara de Senadores: “Don José de San Martín, la libertad de expresión ha quedado restablecida en el Perú”.

Luego asumieron la dirección mi abuelo Óscar Miró Quesada ‘Racso’ como director general y mis tíos Alejandro y Aurelio como directores. Héctor fue un gran facilitador para restablecer la libertad de expresión, pues creía profundamente en ella.

Nuestra amistad fue muy íntima. Salimos a chifas, frecuentamos el restaurante de la Marina, donde estaba muy vinculado. Colaboró en tareas importantes, siendo secretario del Consejo Consultivo. Durante 19 años trabajamos juntos en El Dominical, donde se reunía con periodistas como Orbegozo, Carlos Germán Belli y otros. Era amigo de todos.

Héctor se puso la camiseta de El Comercio, representándolo genuinamente. Era generoso, afable, cariñoso y católico practicante. Conversaba por teléfono durante horas, llamando ‘Mamer’ al periódico, término que proviene de cuando niño no podía pronunciar ‘Comercio’ y decía ‘Mamercho’.

Aunque estoy muy acongojado por su fallecimiento, vivió dignamente sus 90 años. Superó la polio sin complejos, desarrollándose plenamente. Fue un gran periodista, maestro y amigo. Héctor fue un puntal en los grandes equipos de periodistas que ha tenido El Comercio a lo largo de su historia.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Francisco Miró Quesada Rada es Exdirector de El Comercio

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