Fujimorismo
Fujimorismo
Patricia del Río

Después del golpe que recibió con la prisión de su lideresa, la primera fuerza del Parlamento ensayó una vuelta de tuerca. (días antes de volver a prisión) invocó a un diálogo constructivo con el gobierno para impulsar una agenda nacional. El congresista Miguel Torres apareció como el gran componedor pidiendo una tregua para poder trabajar todos juntos y los congresistas más feroces trataron de bajar el tono.

Todos asistimos a este reconocimiento tácito de que durante dos años y medio habían sido unos obstruccionistas. Pero surgió un menudo problema: nadie les cree. La población mira con desconfianza a este , cuyas acciones no van de la mano con su nuevo discurso: el congresista César Segura está dispuesto a viajar a Marte si es necesario para evadir poner en agenda el Caso Chávarry, mientras Bartra sustenta con la misma vehemencia de siempre un informe Lava Jato que no incluye a Alan y a Keiko.

¿Qué debe hacer ? ¿Le da la espalda al intento de diálogo? ¿Le pone condiciones? ¿Confía en ellos? Muchas voces, no sin razón, le han sugerido que no les crea. Que la pantomima del cambio es una trampa para que el fujimorismo y el aprismo puedan mantener a Chávarry en la fiscalía y así librarse de investigaciones incómodas. Sin embargo, aunque mandarlos a rodar con sus nuevas sonrisas complacientes es lo que provoca, Vizcarra tiene que tener claro que el Perú no puede perder dos años y medio más; y que si quiere impulsar reformas fundamentales, los más de 60 votos que conserva (todavía) Fuerza Popular en el Congreso resultan necesarios.

Al presidente le corresponde, entonces, hilar fino y eso pasa por actuar como si les creyera a los fujimoristas. Debe plantear una agenda agresiva de reformas y ponerla en acción. Si Fuerza Popular la petardea y la entorpece quedará al descubierto, más que nunca, el doble discurso al que están acostumbrados los congresistas naranjas y no podrán ocultar ni maquillar su vocación obstruccionista. Sumarlos al diálogo y proponerles una agenda es en realidad una forma de obligarlos a actuar de acuerdo con su nuevo discurso. Es el escenario perfecto para convertirlos en rehenes de sus propias palabras. Es la oportunidad para ofrecerles a ellos la única posibilidad de sacar la cabeza del hoyo y limpiar un poco su imagen, a cambio de llevar adelante los cambios necesarios para modernizar y hacer más eficiente el Estado Peruano.

Así planteadas las cosas, da lo mismo si los de Fuerza Popular fingen o son sinceros. Si deciden actuar por convicción o por conveniencia. Lo que quiere y necesita el fujimorismo es lo de menos. A Vizcarra le toca pensar en lo que quiere y necesita el país, y si para eso tiene que poner contra la pared a un fujimorismo tembleque, pues adelante. Eso sí, sin bajar la guardia, porque al primer descuido son capaces de contrabandear un elefante dentro de un dedal. Porque sonrientes o no, siempre serán fujimoristas.