"Quienes aplauden hoy el cierre ilegal del Congreso por Martín Vizcarra tendrán que hacer malabares para acomodar nuevamente su discurso (...)", señala Seminario. (Foto: GEC)
"Quienes aplauden hoy el cierre ilegal del Congreso por Martín Vizcarra tendrán que hacer malabares para acomodar nuevamente su discurso (...)", señala Seminario. (Foto: GEC)
Diana Seminario

La discusión democrática, el debate por la defensa de principios y el diálogo constructivo hace tiempo que son simples utopías en la discusión política nacional. Destruir al que piensa distinto es la norma. Convivimos con esta realidad desde hace mucho tiempo, y parece que la crispación no tiene fin. Y, si esto ya resulta insufrible, lo que termina siendo indignante y a la vez desolador es la perversa lógica de la doble moral, en la que ‘todo vale’ si se trata de golpear a mi adversario y favorecer a mis amigos.

Los que nos indignamos por la “interpretación auténtica” que hizo que Alberto Fujimori forzara una tercera elección debemos sentirnos igualmente consternados y rechazar con la misma fuerza un atropello constitucional como el del 30 de setiembre, que –desgraciadamente– ha sido bendecido por mayoría en el .

Con el aval de la “negación fáctica” se abre la puerta al sometimiento del Congreso al gobernante de turno. Ya lo ha dicho el expresidente del Tribunal Constitucional Óscar Urviola: “[El TC] ha preferido hacer interpretaciones de orden político, con especial énfasis en guardar las espaldas de quienes protagonizaron actos violatorios de la Constitución”.

Quienes aplauden hoy el cierre ilegal del Congreso por tendrán que hacer malabares para acomodar nuevamente su discurso cuando quien viole impunemente la Constitución en el futuro no sea uno de ‘los suyos’.

Lo dice Urviola: “Quien ha perdido es el sistema democrático, cuyo interés está por encima de quienes ocasionalmente asumen su conducción”. Pero nada de eso importa ahora. Incluso hay quienes prefieren dar por cerrado este bochornoso capítulo de la historia y ‘mirar para adelante’, cuando esto recién empieza.

Si bien el tema constitucional ha encumbrado a los más altos exponentes del doble estándar nacional, el caso de Daniel Mora y el Partido Morado también los ha colocado en una incómoda posición. Enfrentar la violencia contra la mujer debe ir más allá de ideologías y colores políticos. Solo toca condenarla, sancionar al maltratador y proteger a la víctima. Pero, otra vez, eso cobra un tinte diferente si el abusador pertenece al partido auspiciado por los ‘antis’.

El periodista Ricardo Uceda reveló los vínculos entre la presidenta del Tribunal Constitucional, Marianella Ledesma, y César Hinostroza. La magistrada dijo haber sido asesora de tesis del exjuez y que juntos hicieron un viaje de trabajo, mientras que la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, fue compañera de promoción en San Marcos del célebre ‘hermanito’, pero eso parece no incomodar a nadie. Si César San Martín sigue en su puesto tras haberle pedido un favor a uno de los ‘cuellos blancos’, nada tendría que pasarles a Ledesma y Ávalos, y mucho menos a quienes amenazan al defensor del Pueblo, Walter Gutiérrez, en su afán de que uno de sus candidatos ingrese a como dé lugar a la Junta Nacional de Justicia.

Son estos malabaristas de la opinión quienes ahora pretenden orientar el voto del próximo domingo haciendo sumas y restas. Su único criterio es a quién perjudico o a quién beneficio con mi voto. ¿Análisis de propuestas? ¿Coherencia en los planteamientos? Eso es pedirles mucho.

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