Más de la mitad de los peruanos somos gordos o supergordos. (Foto referencial: TeroVesalainen en Pixabay / Bajo licencia Creative Commons)
Más de la mitad de los peruanos somos gordos o supergordos. (Foto referencial: TeroVesalainen en Pixabay / Bajo licencia Creative Commons)
Elmer Huerta

La noticia remeció el mundo de la salud pública la semana pasada. En la 35a Conferencia Regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desarrollada en Jamaica, se anunció que el Perú había alcanzado el tercer lugar en y en la región, solo detrás de México y Chile.

El sobrepeso y la obesidad se están convirtiendo poco a poco –y de manera casi invisible– en un enorme problema de salud pública en el país y en las Américas. De no adoptarse medidas para combatirlas, el futuro aumento de enfermedades crónicas relacionadas a esas condiciones será devastador para la salud de las personas y la economía de los países.

Recordemos que no es lo mismo sobrepeso (gordura) que obesidad (supergordura). El modo de diferenciarlos es usando el índice de masa corporal (IMC), que se obtiene manipulando matemáticamente el peso y la talla de la persona. Se considera que un IMC menor de 25 es normal, uno entre 25 y 30 es sobrepeso o gordura, y uno mayor de 30 ya es obesidad. Si supera los 35, la condición se denomina obesidad mórbida.

(Ilustración: Antonio Tarazona)
(Ilustración: Antonio Tarazona)

De acuerdo con datos oficiales del (Minsa), tanto el sobrepeso como la obesidad han aumentado significativamente en el Perú en los últimos años. En personas mayores de 15 años, por ejemplo, el sobrepeso aumentó de 33,8% en el 2013 a 35,5% en el 2016. En tanto, la obesidad afectó al 18,3% de la población durante ese mismo período. Si sumamos las cifras de gordura y supergordura de los peruanos, se tiene que en el 2016 el 53,6% cae en esa categoría; es decir, más de la mitad de los peruanos somos gordos o supergordos.

La distribución de la gordura y obesidad no es pareja en la población, y esos problemas son mayores en zonas urbanas más que en las rurales, así como en la costa que en la sierra y la selva. Curiosamente, mientras que el sobrepeso es igual entre hombres y mujeres, la obesidad es más frecuente en mujeres. Del mismo modo, el sobrepeso
y la obesidad tienen una clara correlación con el nivel educativo del peruano: son menores en personas que solo terminaron la primaria y mayores en personascon grado universitario.

En ese contexto, es importante analizar lo que sucede con estas dos condiciones en los niños peruanos. En los pequeños de entre 5 y 9 años, la gordura aumentó de 16,9% en el 2007 a 17,5% en el 2013-2014. Durante ese mismo período, y de una manera alarmante, la obesidad se duplicó de 7,7% a 14,8%. Si sumamos ambas categorías, se tiene que en el 2007, el 24,6% de los niños del país eran gordos u obesos, mientras que en el 2013-2014, el 32,3% presentaba estos problemas.

Para ponerlo en palabras sencillas, amable lector, mientras que en el 2007 uno de cada cuatro niños peruanos era gordo u obeso, en el 2013-2014 uno de cada tres caía en esa categoría. Es decir, vamos de mal en peor.

--- Un cambio controversial ---

En ese contexto, la semana pasada los congresistas Héctor Becerril, de Fuerza Popular; Javier Velásquez Quesquén, del Apra; y Salvador Heresi, de Peruanos por el Kambio, en una maniobra sospechosa de viernes en la tarde, exoneraron de segunda votación el dictamen de ley que anula el simple y clarísimo sistema de advertencia de octógonos propuesto por el Minsa para los alimentos procesados. Esto significa, amable lector, que el pleno del Congreso no tendrá oportunidad de discutir tan importante asunto para el control de la obesidad en el Perú y que el dictamen pasará entonces directamente al escritorio del presidente Pedro Pablo Kuczynski.

El mandatario tiene dos opciones, o la firma y la aprueba –eliminando para siempre los octágonos de advertencia– o la observa, enviando el dictamen nuevamente el Congreso para su discusión.

Hay mucha gente que no tiene aún claro que, por su claridad y simpleza, el muy efectivo sistema de advertencia de octógonos -adoptado por la presidenta chilena, Michelle Bachelet, en el 2015- y
que le dice al consumidor que un producto contiene mucha grasa, mucha azúcar o mucha sal, es el sistema de advertencia avalado científicamente por muchas organizaciones de salud, y que incluso ha sido citado por el Ministerio de Salud de Canadá como una fuente de inspiración para el desarrollo de su sistema de advertencias.

Una lista parcial de organizaciones que avalan el sistema de octógonos incluye el Ministerio de Salud, el Colegio de Nutricionistas, el Colegio
Médico, el Colegio de Enfermeros, la Organización Panamericana de la Salud, la FAO, el Unicef, la Aspec, la Defensoría del Pueblo y decenas de expertos internacionales en nutrición.

El confuso sistema de colores de semáforo y guías alimentarias diarias (GDA), aprobado por los congresistas mencionados, solo es apoyado por la industria de alimentos y sus aliados políticos en el Congreso, quienes –en un país devorado por la obesidad– pretenden seguir manteniendo el statu quo. Ninguna organización científica los avala.

¿Por cuál grupo cree usted que se decidirá el presidente Pedro Pablo Kuczynski, amable lector? ¿Por el de la ciencia y el bienestar popular
o por el de la industria? La respuesta la sabremos en dos semanas.

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