De la argentina Samanta Schweblin se puede leer el relato “Un hombre sin suerte”.
De la argentina Samanta Schweblin se puede leer el relato “Un hombre sin suerte”.
José Carlos Yrigoyen

Pocos eventos han sacudido tanto la literatura latinoamericana como Bogotá 39, festival que en enero reunió a jóvenes escritores de distintos países. Como todo encuentro que se respete, se publicó una antología con textos de los participantes, y los amigos de Estruendomudo han tenido a bien encargarse de la edición peruana de dicha selección. La primera conclusión que extrae uno al consumirla es que la nueva narrativa continental no solo goza de buena salud, sino que posee también una personalidad propia y ambiciosas aspiraciones que ha ido concretando por medio de sus principales representantes. Como el espacio es tirano para comentar a los 39 autores que este volumen incluye, permítaseme el atrevimiento de hacer una criba de ribetes futbolísticos —la coyuntura favorece este capricho— y elegir a los 11 que, para quien suscribe, despuntan entre sus compañeros.

Tenía pocas noticias sobre lo más reciente de las letras cubanas, por lo que Carlos Manuel Álvarez ha sido una sorpresa, y de las buenas. El fragmento de novela inédita aquí consignado es una lección sobre cómo ejercer la crítica política y social sin caer en lo esquemático ni en lo panfletario; sobre cómo la visión de los hijos desobedientes ante un sistema tan castrista como castrante puede generar, desde la libertad que el flujo mental concede, una acerada ironía que lo subvierte todo sin siquiera abrir los labios. Un desarraigo más geográfico es el que dibuja el dominicano Frank Báez, quien en su “Así conocí la nieve” repasa los rigores del exilio desde un punto de vista no exento de humor y melancolía. Ya había tenido la oportunidad de leer sus poemas, en los que también combate el desencanto con las mismas armas mordaces y los mismos ponderables logros.

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NOVELA

Bogotá 39. Nueva narrativa latinoamericana
Editorial: Estruendomudo, 2018
Páginas: 393

Sobre la argentina Samanta Schweblin, una de las voces más sólidas en español al margen de edades y géneros, solo diré que “Un hombre sin suerte”, el cuento aquí antologado, glosa muy bien los enormes méritos de una obra donde el miedo y el morbo dominan a los seres humanos y los hace conscientes de que están construidos por aquella endeble sustancia que nutre lo perdido. Lo de la altiplánica Liliana Colanzi y la ecuatoriana Mónica Ojeda, al margen de ciertos matices, explora la misma obsesión: una infancia herida por familias disfuncionales en las que la sexualidad, la enfermedad y la mentira enturbian todo y lo manchan para siempre. Lo de Ojeda es perturbador no solo por las atrocidades que enumera, sino porque se inmiscuye por los recovecos de un hogar maligno, con una perspectiva nerviosa como una cámara en mano que hurga en los secretos más crueles para después apagarse y dejarnos abandonados con el acre sabor de la mala conciencia. En cuanto al colombiano Giuseppe Caputo, hace no mucho reseñé su notable Un mundo huérfano, del que se compila un extracto, y solo repetiré lo que ya dije: “Su vigoroso lirismo y el complejo retrato de una realidad fragmentada donde sus habitantes se metamorfosean para ser por fin ellos mismos y alcanzar el goce lo convierten en un dignísimo portador del legado de Severo Sarduy, lo que es, mírese por donde se mire, un gran elogio”.

Hiperrealistas y melancólicos, el mexicano Daniel Saldaña París y el chileno Eduardo Plaza nos exponen las sombras que empañan la engañosa placidez de lo cotidiano, exhibiendo así lo trunco y lo frustrado que los paraísos de la clase media se esfuerzan por disimular. El cuento de Emiliano Monge, a quien hace poco también comenté, refrenda su condición de ser uno de los escritores más dotados de su generación. Por el Perú debo rescatar a dos escritoras de primer orden, María José Caro y Claudia Ulloa Donoso. “Árbol de Navidad”, de la primera, es una sutil incursión en el drama de la incomunicación familiar; mientras que “Aparato avisador”, de Ulloa, está elaborado con la maestría de orífice y la riqueza de la palabra a la que esta exquisita autora ya nos tiene acostumbrados.

Hay en este libro otros nombres destacables, pero también algunos cuya elección no se comprende, como Valentín Trujillo, Lola Copacabana y otro más por ahí. Que estén ellos y no Fernanda Melchor o Paulina Flores es un hondo misterio. Ahora, si Gareca convocó a Siucho, todo es posible.​

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