Élida Ganoza
Psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y directora de la Nueva Escuela Lacaniana de Lima.
Conviene partir de que la inteligencia artificial (IA) surge de la ciencia de la cognición, junto a la neurociencia y a la psicología cognitiva. Entonces es un campo de investigación que apunta al conocimiento, la comunicación y la información. La psicología cognitiva, que es la que nos interesa a los psicoanalistas, procura comprender la naturaleza y la estructura de nuestras operaciones mentales.
Para responder a la pregunta de cómo ve el psicoanálisis a la IA es bueno explicar que, desde la orientación lacaniana, es muy importante la subjetividad del ser humano, además de las vivencias de satisfacción, pues ambas cosas hacen que el ser humano tenga una historia singular y subjetiva, y creo que eso escapa a la IA.
La IA quiere emular la inteligencia humana y ‘corregir sus errores’, buscando crear una superinteligencia, pero eso también implica rigidez y literalidad, pues la máquina no reflexiona, no inventa y no razona como un ser humano. Es incapaz de tomar decisiones, de tener sentido común o desarrollar la capacidad de percepción del ser humano. Además no hay que desconocer que el ser humano es un ser con sexualidad y también un ser hablante.
La IA se acerca a la inteligencia humana para deshumanizarla, para desubjetivarla y para prescindir del hombre, pero la máquina no logra tener sentimientos o un cuerpo que sufre, que duele o que muere. El amor, por ejemplo, es una de las formas más avanzadas de inteligencia, y de ahí que no sean pocas las películas que recrean robots que pueden tener sentimientos. Pero está también el otro lado: cuando en la ficción los robots no tienen sentimientos se presentan como seres superiores que dominan a los humanos, y llegan a ese estado porque la falta de sentimientos hizo que tomaran decisiones literales y rígidas. Decisiones que, según su programación, eran las correctas.
El sueño y la imaginación
La capacidad de soñar e imaginar también es algo muy difícil de reproducir en una máquina, pues no tienen el tipo de pensamiento metafórico que tenemos los humanos. Sí pueden hacer conexiones y cruzar información: todos podemos entrar a Google y encontrar un montón de respuestas, pero es algo que es llenado por conocimientos, pues no existe la expresión espontánea, propia del ser humano. ¿Cómo podría la máquina acercarse a ello?
Para soñar, el ser humano debe tener una historia singular: tiene afectos, vivencias y sentimientos. Y es la historia pasada sumada a las vivencias diarias lo que produce que uno sueñe, pues el sueño es una formación del inconsciente.
Los sueños, los lapsus, los olvidos, son manifestaciones del inconsciente y una IA no podría soñar puesto que una máquina no procesa la subjetividad, no tiene experiencias cotidianas de vida, no cuenta con un pasado ni con preocupaciones como los humanos.
Es fundamental dar cuenta de la importancia de las vivencias del ser humano, pues estas construyen la estructura simbólica que los sostiene. Quienes conciben un cerebro desde la IA, que tiene que ver con ciencias de la tecnología y la cognición, estarían hablando de una conciencia, de un yo que todo lo sabe y nada desconoce; y lo que sabemos por el psicoanálisis es que el yo es una sede de desconocimiento: hay muchas cosas que se producen que él mismo no sabe y que le afectan. Hay una subjetividad, hay una imaginación, hay fantasía, hay capacidad de crear y de inventar. Hasta ahí no se ha llegado con la AI. Considero que es imposible llegar a ello.