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El maestro y el copiloto digital
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El maestro y el copiloto digital

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Hace apenas unos años, imaginar que una máquina podría apoyar a un profesor a detectar tempranamente estudiantes en riesgo, personalizar rutas de aprendizaje o proporcionar retroalimentación inmediata parecía una escena de ciencia ficción. Hoy, estas posibilidades están cada vez más cerca. La inteligencia artificial (IA) aplicada en la educación superior no sustituye al docente. Al contrario, se trata de una herramienta poderosa que, si se emplea con criterios pedagógicos claros y principios éticos, puede amplificar su impacto. Según el informe “La revolución de la IA en la educación superior” del Banco Mundial, un 61% de los docentes ha incorporado herramientas de IA en su práctica pedagógica, y el 66% considera esencial integrarlas para preparar adecuadamente a los estudiantes ante las exigencias futuras del mercado laboral. No obstante, más del 80% de estos profesores sostiene que sus instituciones aún no proporcionan lineamientos claros para su uso, evidenciando una brecha preocupante entre el potencial tecnológico y la preparación institucional necesaria.

En nuestra experiencia, los cambios verdaderamente significativos ocurren cuando la tecnología transforma profundamente nuestras maneras de enseñar y aprender. Por ejemplo, el sistema Tutor CoPilot, desarrollado por la Universidad de Stanford, permitió a 1.800 estudiantes mejorar sus resultados académicos mediante tutores humanos potenciados con IA. El éxito radicó precisamente en que la tecnología no reemplazó al docente, sino que potenció su desempeño, ofreciéndole herramientas para formular preguntas más pertinentes, realizar acompañamientos y optimizar su tiempo.

En la educación superior, resulta imprescindible asumir esta nueva realidad con una formación adecuada y una visión renovada. Debemos aprender no solo a utilizar estas plataformas digitales, sino también a rediseñar las metodologías docentes para establecer una verdadera colaboración entre tecnología y pedagogía. La IA aporta eficiencia, pero es la pedagogía la que proporciona significado y dirección a ese uso.

Asimismo, según destaca el mismo informe del BM, los sistemas de predicción de riesgo académico basados en IA ya logran identificar con un 79% de precisión a estudiantes que podrían abandonar sus estudios en las primeras semanas del ciclo académico. Integradas dentro de estrategias formativas, estas alertas pueden salvar trayectorias educativas y reducir las brechas que todavía afectan a los jóvenes en América Latina, convirtiendo así a la IA en una herramienta esencial para promover la equidad educativa.

El desafío actual radica en formar docentes capaces de ejercer autonomía crítica frente a los algoritmos, diseñando tareas que fomenten el pensamiento profundo y reflexivo, más allá de respuestas inmediatas generadas por una simple instrucción digital. En lugar de prohibir el uso de la IA, es necesario enseñar a utilizarla con un propósito definido, orientado a explorar, crear y reflexionar, lo cual implica una revisión de nuestros métodos de evaluación, acompañamiento y retroalimentación del aprendizaje.

Un profesor que utiliza estratégicamente la IA no pierde el control sobre el proceso educativo; por el contrario, lo enriquece sustancialmente. Le permite identificar patrones, anticipar dificultades, gestionar mejor su tiempo y ofrecer experiencias educativas más personalizadas y significativas.

Hoy más que nunca necesitamos docentes capaces de navegar con confianza en este nuevo entorno digital, actuando como guías activos y conscientes. La IA puede ser un acompañante útil y valioso, pero el destino seguirá siendo decidido por la capacidad humana de juicio y criterio. La educación del futuro involucra inevitablemente la tecnología, pero es nuestra responsabilidad definir cómo utilizarla para formar individuos capaces de pensar críticamente, comprometidos con su entorno y preparados para transformar positivamente el mundo que habitamos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Patricia Stuart Rectora de la Universidad de Lima

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