(Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
(Ilustración: Rolando Pinillos Romero)

Sabemos lo que es estar en la parte más baja de la tabla, con pocas esperanzas de mejorar posiciones. Pero poco a poco, con un grupo que comienza a funcionar como un auténtico equipo, los resultados llegan. En ese cambio es clave el liderazgo de una persona preparada, que motiva, dirige y acompaña al equipo, y que lo hace crecer para lograr su gran objetivo.

Que nos perdonen los jugadores de la selección y el ‘Tigre’ Gareca, pero no estamos hablando de ellos. Hablamos de nuestras escuelas, de la calidad de la educación, de los aprendizajes de los estudiantes y del papel de los directores escolares. No todo va a ser fútbol, aunque este deporte nos ha mostrado en dos años lo que un buen liderazgo puede lograr.

La difícil situación de la educación en el Perú nos sitúa año tras año en los últimos puestos de los ránkings que miden los aprendizajes. ¿Vamos mejorando? Sí, sin duda. En las pruebas PISA del 2013, el Perú ocupaba el último lugar entre 65 países. En el 2015, ya superamos a República Dominicana, pero seguimos yendo por detrás de los demás países de la región. Ni al repechaje llegaríamos.

El liderazgo pedagógico de los directores escolares es una de las claves para cambiar esta situación. Un estudio de McKinsey en 25 sistemas educativos de alto desempeño demostró que no existe ni un solo caso documentado de una escuela que haya podido cambiar la trayectoria de los logros de sus alumnos sin contar con un fuerte liderazgo. Los más recientes estudios señalan que es el segundo factor que más impacta en la mejora de los aprendizajes, después de los docentes.

El informe “Miradas sobre la educación iberoamericana 2017” es un extenso estudio de la Organización de Estados Iberoamericanos en el que han participado 117 especialistas, funcionarios y personalidades expertas que han llenado y analizado un cuestionario con 199 ítems cuantitativos y cualitativos para entender mejor las claves del desarrollo profesional de los directores escolares en todos los países de la región.|

“Miradas 2017” muestra cómo los aprendizajes mejoran drásticamente cuando los directores lideran el desarrollo de proyectos educativos innovadores en sus colegios, comprometidos con su realidad y en los que participan activamente los docentes y la comunidad educativa.

Pero este cambio es muy difícil si los directores siguen teniendo una descomunal carga de gestión administrativa. En el Perú, sus funciones están descritas ¡en 66 normas diferentes! Sirva de ejemplo el Manual de Gestión Escolar, una guía de 88 páginas llenas de tablas, fichas, cuadros, matrices y protocolos que debe cumplir. ¿Pueden convertirse así en líderes inspiradores de equipos con capacidad de innovación educativa?

El liderazgo pedagógico necesita una formación inicial específica, que prepare para una carrera profesional que es diferente, aunque tenga elementos comunes, de la del docente. Requiere procesos de selección que no sean solo promover al maestro destacado a asumir la dirección. Precisa de un acompañamiento durante el desempeño de sus tareas por directores exitosos. Necesita procesos de evaluación de su desempeño que orienten una mejora continua. Y que todo esto responda con flexibilidad a las enormes diferencias que hay, por ejemplo, entre una gran unidad escolar urbana y una red de escuelas rurales.

A la vez, el sistema educativo debe avanzar del marcado centralismo actual basado en el control hacia una mayor autonomía de los centros para que el buen director tenga mayores márgenes de decisión sobre el equipo docente o sobre la adaptación del currículo a la realidad de su colegio. La preparación y la autonomía deben ir en paralelo, porque ambos se necesitan.

La política de fomento del directivo como líder pedagógico está dando en el Perú sus primeros pasos. En el último concurso de plazas para director hubo más de 13.000 postulantes, de los que 3.186 obtuvieron un puesto. Venimos desde atrás. Pero ya sabemos que las remontadas son posibles.

La selección merece ir al Mundial de Rusia. Pero los niños peruanos merecen –y el país necesita con urgencia– un gran salto de calidad en la educación. Ese objetivo también debe ser alcanzado, por difícil que nos parezca ahora.